Apenas me subí tenía claro que una buena hoja de ruta saliendo desde Santiago al norte sería la opción de la autopista que va hacia Los Andes para probar los cambios introducidos en la versión 2019 de la Honda CBR500R, la sport de cilindrada media que nos saluda con su rediseño basado en ángulos muchos más agrasivos, casi recalque y la clasifiquen bien dentro del linaje que desciende de una moto que la cobija e inspira dentro de la casa japonesa: la CBR1000RR Fireblade.
Por esto le subo el pulgar de inmediato a los semi manillares reposicionados de la Honda CBR500R que de hecho ayudan y bastante a una posición de conducción más deportiva: uno queda más inclinado hacia adelante que en la versión anterior (según datos proporcionados por el fabricante, un 8 por ciento más). En tanto, el acolchado del asiento del piloto y el asiento mismo – además de los carenados superiores y laterales – se han estrechado para mejorar la ergonomía y la libertad de movimientos. También tenemos estreno de una pantalla de instrumentos LCD, con indicadores de marcha engranada y de conducción eficiente… A ver, y seré sincero, dudo de tal eficiencia bajo mi manejo, donde fundamentalmente extraje todo lo que pude desde la piña derecha en busca de emociones que claramente encontré. Bien también me parecen los intermitentes LED.
El bastidor tipo diamante, de tubo de acero y 35 mm de diámetro, no cambia. Es ligero y resistente, con un cierto grado de flexibilidad calculada y teniendo como tarea proporcionar al conductor mucho tacto de los cambios en la superficie de la carretera. La forma y posición de los anclajes del motor y la equilibrada rigidez del bastidor reducen las vibraciones. Y esto aumenta el goce en ruta.
La altura del asiento sigue siendo baja, a 785 mm del piso, lo que más allá de su aspecto feroz la convierte en una moto muy sencilla de manejar, y su posición de conducción acomoda confortablemente a pilotos de cualquier estatura. Los 192 kilos tampoco serán problema, aunque un poco de mayor ligereza le hubiese aportado aún más a sus propósitos.
Es que la vista hacia delante desde el puesto de mando de la Honda CBR500R es genuinamente deportiva. Noté que el carenado descendió, está más abajo, y cuando lo comenté me lo corroboraron explicándome que es para dar al conductor control total y que detrás de esto sin duda hay una filosofía de diseño que sustenta esta remodelación de estilo y que se conecta con el legado de la gama Honda Supersports desde 1992. Obviamente proviene de la "madre superiora", de la Fireblade...
El motor bicilíndrico de 471 cc. de la Honda CBR500R si bien es el mismo recibe una calibración especial en este ejemplar. Primero, tengo un 4 por ciento más de potencia y el mapeo de la inyección está dirigido a que la moto entregue lo mejor de su respuesta en la parte alta de las revoluciones. No pasan muchos kilómetros y la alegría te invade el alma. No es explosiva, pero su entonación deportiva y todos sus cambios convergen con acierto para saber que estamos en los mandos de una chica que quiere hacernos pasar un más que bue rato. La zona de curvas por carretera se la da a la mano y el dominio que uno tiene sobre la máquina es grande. En la ciudad en cambio, me queda la idea de que se pudo hacer más por el radio de giro. Bueno, una por otra… Sobre el consumo, y al ritmo que imprimí, no creo que su buena autonomía me devuelva los 480 km que promete la marca, aunque me acerqué a unos 390 km, aunque podemos lograr los 430 kms.
En suma, tenemos una renovación de la Honda CBR500R al estilo puntilloso de estos japoneses en donde cada ajuste es un "más" que se agradecerá. Y acá ocurrieron varios de eso…