A simple vista cuesta creer que este Celerio y el de la generación pasada puedan tener algo en común. El tamaño, el diseño y sobre todo la tecnología son muy distintos como para asumir su parentesco sin fijarse en el nombre. Esa es su principal fortaleza dentro de la estrategia de citycars de Suzuki, separarlo lo más posible del Alto y del Swift, darle su espacio propio y enfocarlo a un público juvenil, pero que no está dispuesto a transar en espacio y atributos.
Este nuevo Celerio es radicalmente distinto de su antecesor, y esto se nota de inmediato en la conducción. Desde el cierre de la puerta, cuyo ruido seco nos indica una mejora en los materiales, se aprecia una evidente alza en los estándares de fabricación para este modelo.
Atrás quedó el autito simpático pero sin sustancia, ahora el Celerio acelera cuando se le pide y frena cuando se requiere. La dirección mejoró sustancialmente respecto de la generación anterior, transmitiendo mucho mejor los deseos del conductor. La renovada suspensión delantera y trasera también ayuda mucho, repartiendo bien los pesos en los virajes más bruscos y copiando de manera apropiada las irregularidades del camino.
Si bien el motor sigue siendo el mismo tricilíndrico de 998 cc con 67 caballos de fuerza y 90 Nm de par máximo, ahora el torque máximo se puede encontrar desde las 3.500 rpm (mil más abajo), lo que hace un mundo de diferencia si se compara con la generación anterior.
Las salidas y las recuperaciones en carretera son bastante rápidas y no hay que buscar tan abajo en la caja cuando se quiere más potencia, salvo en las subidas empinadas, aunque la segunda y tercera marchas de nuestra unidad de prueba sabían cómo empujar.
Lo mejor es que esta nueva generación del Celerio puede venir equipada con una nueva caja mecánica pilotada (automatizada), que mejora la conducción del modelo. Nosotros probamos la versión con caja mecánica, que según la marca mejora el rendimiento un 17% respecto del viejo modelo. En la prueba real, nos dio algo sobre 20 km/litro en carretera y cerca de 17 en ciudad.
Además de la conducción, este citycar mejora notablemente en el diseño, exhibiendo un look más robusto y masculino en el exterior. Lo mejor es que crece en tamaño, 10 cm en el largo (3.600 mm), otros nueve en el alto (1.560 mm) y casi siete cm entre los ejes (2.425 mm). Este mayor tamaño se nota sobremanera en la habitabilidad, mucho más en las plazas delanteras que atrás, donde siguen cabiendo dos adultos cómodos y un tercero con algo de complacencia.
En el habitáculo también se aprecia un nuevo estilo, más amplio y con un diseño simétrico, limpio y funcional. Los materiales están acordes al segmento, no hay gran lujo, pero sí amor y calidad en los plásticos e incluso en los detalles cromados que plagan la consola central y las salidas de aire.
El equipamiento es más que correcto para el segmento, con dos airbags de serie, y según la versión, frenos ABS con EBD, aire acondicionado, radio con lector de CD, MP3 y entrada auxiliar, compatibilidad para iPod, bluetooth, computador a bordo, alzavidrios y retrovisores eléctricos, neblineros y llantas de aleación.
Si bien el precio de nuestra versión de prueba se eleva por el equipamiento ($ 6.040.000), la opción de entrada cuesta $ 5.490.000, más que bien para competir en un segmento con modelos tan vendidos como el Chevrolet Spark GT y el Kia Morning.
A favor:
Diseño mejorado, motor optimizado, buen equipamiento de entrada, bajo consumo de combustible.
En contra:
Estrecho en plazas traseras, precio muy elevado por equipamiento, falta de motores.