El Suzuki Swift tiene una relación especial con el mercado nacional. Es que desde su llegada se convirtió en sinónimo de juventud y diversión, renovándose constantemente para mantenerse fiel a su público, incorporando variantes con carrocerías bicolor

Por eso la importancia de la última renovación de este modelo, una que hace evolucionar el diseño a uno más radical, donde las formas crecen para darle más protagonismo al ADN, destacando los pasos de rueda más anchos y los parachoques más definidos y envolventes.

Eso sí, más allá de la estética, lo mejor del nuevo Swift es lo que no se ve, ya que está construido sobre una nueva plataforma, una que le da mayor rigidez y que ayuda a reducir su peso en 87 kilos, quedando en unos ligeros 1.380 kg de peso bruto.

Esta nueva ligereza le permite al Suzuki Swift ser mucho más dinámico, sobre todo cuando nos subimos a su versión tope de línea, equipada con un divertido motor 1.0 Boosterjet turbo, que invita a pisar cada vez más el acelerador en la carretera, para sentir en plenitud sus 110 caballos de fuerza.

Este bloque entrega 170 Nm de torque máximo, los que se sienten, sobre todo en las recuperaciones en autopista, y cuando se necesita un poquito más de fuerza para, por ejemplo, subir el sinuoso camino a la Hacienda Santa Martina.

La transmisión manual de cinco marchas de nuestra versión de test jugó un punto a favor en esta prueba, ya que nos permitió probar las revoluciones y sacar a relucir su lado más juguetón, sin afectar gravemente el consumo. Incluso, con un breve paseo a Codegua logramos promediar un rendimiento cercano a los 19 km/l, nada de mal tomando en cuenta la potencia del bloque.

Como buen hatchback japonés, nos encontramos con reacciones rápidas, movimientos precisos y una dirección que si bien transmite bien, a veces se puede sentir un poco artificial en la asistencia. Todo depende del gusto del conductor.

El puesto de manejo de este Suzuki Swift puede acomodarse tanto para conductores altos como para personas más pequeñas, siendo bastante fácil de encontrar el ajuste ideal para una conducción segura.

Si bien tiene un interior cómodo para cuatro personas, hasta cinco si se le pone empeño, tiene el detalle de que el maletero sigue siendo pequeño. Si bien creció de 210 a 242 litros, todavía no es tan relevante y se llena con facilidad. Olvídese de ir a dejar a alguien al aeropuerto.

Aunque el habitáculo es mucho más cómodo y está mejor estilizado que en la generación anterior, con espacios más limpios y sin tanto botón, a mi parecer es donde hay más fallas. Primero está la materialidad, cuya calidad no termina de convencer para un auto que se ofrece por $ 10.390.000. La combinación de los plásticos no fue muy afortunada y en general da la sensación de que se podría mejorar.

La misma historia sucede con la pantalla táctil, instalada en territorio nacional. Aunque es generosa en dimensiones y fácil de emparejar con teléfonos vía bluetooth, no termina de encajar bien en un Suzuki Swift que llega con tantas credenciales. Cuesta acceder a los comandos de las partes más bajas e incluso a modificar el volumen con la perilla.

Fuera de eso, el Swift sigue teniendo la fuerza necesaria para seguir siendo uno de los emblemas de Suzuki, uno que después de esta renovación tiene una larga y exitosa vida por delante.