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[TestDrive] Audi Q7: Para pedírselo al genio de la lámpara

<p>Si el genio de Aladino existiese y alguien le pidiera como deseo un auto bello, grande, silencioso, muy cómodo, muy capaz, prolífico en alhajas y materiales de lujo, no sería raro que el personaje de cuento hiciera la tarea simple y pusiera en manos de su amo un Audi Q7. Se trata de la segunda [&hellip;]</p>

Si el genio de Aladino existiese y alguien le pidiera como deseo un auto bello, grande, silencioso, muy cómodo, muy capaz, prolífico en alhajas y materiales de lujo, no sería raro que el personaje de cuento hiciera la tarea simple y pusiera en manos de su amo un Audi Q7. Se trata de la segunda generación de este modelo que experimentó una evolución importante, tanto en equipamiento, novedades de motor, tecnología y drástica reducción de peso.

Claro, este familiar con tres corridas de asientos y motor diésel 3.0, que salimos a probar por autopista y trepadas de cerro serpenteante, hoy hace gala de nuevos materiales que le valen lucir la misma figura robusta de poco más de cinco metros, pero con 325 kilos menos.

Así, con esa exquisita liviandad, el trayecto por Costanera Norte hacia la Ruta 68 ve circular a este auto familiar que más bien se asemeja a algún sedán grande de la marca.

Pero es un SUV full size, dueño de una suspensión repensada y dispuesta sobre cinco brazos en vez de aquellas dos piezas en forma de horquilla superpuestas. Esto redunda en una agilidad notoria, sobre todo en maniobras en zigzag. Pongo énfasis sobre estos momentos, porque al ejecutarlos vamos a olvidar completamente que vamos en los mandos de una "nave" que, más allá de sus dietas evolutivas, de todos modos pesa dos toneladas.

Su aceleración de cero a 100 km/h en 6,5 segundos es de mucha elocuencia y su velocidad final de 234 km/h estampa un broche dorado a datos como el impecable manejo de los pesos, la fabricación o el centro de gravedad cinco centímetros más bajo.

Por los ascensos y descensos del polvoriento y accidentado sendero que baja desde la cuesta Lo Prado hacia los valles de Casablanca, el Q7 se muestra aplicado, sin fallas ni esfuerzos. Sigue siendo muy cómodo y absorbiendo todo. De todos modos, no lo veo, por traza, en un off-road duro. No creo que sea el propósito de la marca el meterlo en gymkhanas jeeperas: sus neumáticos 285/45 R20 deberían cambiarse por unos más especializados y no cuenta con reductora ni la opción de bloquear algún diferencial.

La fama del sistema de tracción integral quattro, sello del fabricante, responde impecable, en todo caso. Incluso, cuando uno selecciona el modo off-road, la pantalla abatible me va a atiborrar de datos muy aventureros, como inclinación longitudinal, transversal y el grado de giro del volante. Por lo demás, sus 235 mm de despeje al suelo me dan un amplio margen para meterlo en aprietos durante el tranco todoterreno.

Un alcance sobre la dirección: es tanta la asistencia de su condición eléctrica, que conductores más amantes de lo "puro" echarán de menos una más directa. Pero para el grueso de quienes se suben a este tipo de autos, es un regalo de la marca, ya que el confort, la suavidad y lo que ganamos en maniobras en estrecho es no menor.

La vida en el habitáculo es un placer. Desde su sistema de sonido, los materiales de revestimiento, terminaciones, detalles de acabado, todo revela mucho esmero. Ello se une a un apartado de características interiores, exteriores, de seguridad y confort que colocan al nuevo Q7 en una situación sólida ante sus competidores. Creo que su trabajada agilidad, respuesta, reserva de aceleración y reducción de peso lo hacen buscar duelos frontales con productos como el Cayenne o el X5 de BMW. Y tiene con qué dar esa batalla y, por qué no, salir airoso.

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