No sé si acaso haya o hubo poetas motociclistas a la altura de un Miguel Hernández o un Neruda, pero lo que tengo claro es que acá el poema lo escribe la apasionada fábrica de Hinckley, cerca de Birmigham, orgullo neurálgico de la casa inglesa que declama con su Speedmaster una clásica y muy propia nota de rimas hermosas.
La moto es una miembro legítima de la familia Bonneville, pero sus rasgos de estilo propio la vuelven única, linda, gallarda y preparada para vivir entre lozanías por más que pase el tiempo, por más que todo o nada cambie.
Hay trovadores que dicen tener pruebas de la existencia de Dios cuando son atrapados por unos ojos increíbles o una sonrisa que devora todo lo demás. Es lo que comenzó a pasar cuando la Speedmaster asomó en las tarimas del Salón de la Moto de Milán en noviembre de 2017. De ahí en más, las cartas de amor se sucedieron por montones. El brazo más clásico de Triumph daba a luz una nueva Speedmaster emergida desde los más puristas amoríos de diseñadores, ingenieros y operarios que le fueron dando forma y vida. Fue, por lo mismo, la misión encomendada a su faro delantero de estilo góndola o aquel manillar inclinado hacia atrás. Y ni hablar de las estriberas adelantadas o de sus llantas de 16''.
La disfruté como el mandato imaginable determina gozarla. Sin pensar que luego de algunas semanas volvería a mí para esta vez encausarla, junto a otras mil motos, en la caravana de los motociclistas elegantes de este 2018 en Santiago. Y con mi hija María José cerrando un concepto indisoluble de belleza y comunión.
Porque a diferencia de sus hermanas Bobber, acá tenemos espacio para dos con excelente acolchado por igual. Enhorabuena. La columna vertebral, en tanto, sigue la receta del clan: motor bicilíndrico de 1200 cc. enfriado por líquido, con "apenas" 77 Hp que por su entrega distinguida pero contundente parecen siempre más. Y un torque que la saca y mueve con decisión desde muy bajas revoluciones en el motor y cuyo guarismo de 106 Nm es la gran gracia de la conocida ingeniería labrada a poco más de 100 kilómetros de Birmingham.
Así es como esta moto sabe ser cómoda, versátil y si se necesita, rápida. La dama de atavíos retro sabe impulsarse con más que alegre tranco, llegando a sorprender lo ágil que puede ser tomando una curva o una sucesión de ellas. En ediciones anteriores muchos le cuestionaron la capacidad del estanque, pero Triumph se hizo cargo, en parte, porque tampoco instaló un bidón sin fondo, pero sí uno que puede acoger 12 litros que permitirán andar tranquilamente sus 300 kilómetros.
Otros momentos que inscriben a la Speedmaster en el tiempo más presente son, por ejemplo, la iluminación full led y luz de conducción diurna, el embrague antirrebote o el control de velocidad. Los moteros más catedráticos echarán de menos el amortiguador trasero doble que en esta edición reemplazado por una sola pieza, bien oculta que posee la característica para regular la precarga.
Los frenos responden con la eficacia esperable de un tándem compuesto por un doble disco delantero de 310 milímetros con pinzas Brembo de doble pistón y otro trasero de 255 mm monopistón y pinza Nissin, dotados de ABS.
El resto es dejarse llevar y avanzar con el pecho henchido de gozo y la certeza de que la moto está tan bien concebida y labrada que el viento sólo se hará notar con reclamo sobre los 130 km/hora.