Volkswagen comenzó una ofensiva importante en el segmento de los sedanes en nuestro mercado. Al Voyage se sumó el Virtus y luego el Jetta, un sedán con historia y que antes, cuando fue Bora o Vento, fue muy querido entre quienes lo tuvieron entre sus manos.
La marca alemana lo lanzó con su nombre original, y a las cuatro versiones normales (todas equipadas con un bloque 1.4 de 150 Hp), decidió apostar por una versión un poco más radical, y no solo por look (como la R-Line), sino también por su dinámica. Así llega el GLI (Grand Luxury Injection) que nace para satisfacer las necesidades de los mercados norteamericanos que buscan mayor potencia en este tipo de modelos.
Por fuera, el Jetta GLi es casi exactamente igual en dimensiones que las variantes normales, solo crece 5 mm de longitud (4.702 mm de largo, 1.799 mm de ancho, 1.474 mm de alto y tiene 2.688 mm entre los ejes, +2 mm, y un maletero de 510 litros).
Estéticamente incluye algunos elementos para diferenciarlo, desde los parachoques más gruesos y entradas de aire más grandes, neblineros que salen de las esquinas y en el frontal la parrilla tipo panal de abeja es negra que la cruza un filete rojo. En la parte posterior luce una doble salida de escape cromada, un difusor y un spoiler, lo que se suma a las llantas, cálipers de freno rojos y carcasas de los espejos (de color negro), las que son exclusivos de esta versión.
En el interior tampoco hay muchos cambios. Mismos materiales y diseño, excepto por algunos elementos decorativos como las costuras rojas de los asientos, volante y palanca de cambios, insertos cromados, un volante de fondo plano con la placa GLI y pedalera de aluminio. Los asientos son más deportivos, con buen agarre lumbar. Y obviamente tiene el mismo gran espacio interior para los ocupantes que las otras versiones del Jetta, una de sus grandes cualidades.
Ahora, lo más interesante del Jetta GLI, y por lo que busca marcar diferencia no solo con sus versiones hermanas, sino con la competencia, es su motor, un 2.0 turbo con 230 caballos de potencia y un par máximo de 350 Nm, en línea con una transmisión automática de siete velocidades DSG.
Se trata de un motor rápido y pujante, que le permite tener una aceleración más progresiva que explosiva, pero que logra una buena respuesta cuando ya toma velocidad constante. Si bien la conocida caja DSG es quizás una de las mayores cualidades del resto de los modelos de la gama, en esta oportunidad siento que le falta ser más vivaz y dejar que uno juegue más cuando lleva al modelo a su límite en la parte alta del tacómetro… Por el contrario, incluso en modo Sport y con las levas al volante, la caja no acompaña como nos gustaría para sacarles partido a los 230 caballos que tiene, los que, sin duda, son entretenidos y se sienten, pero no le permiten despertar como quisiéramos.
Ahora, la plataforma sigue siendo el gran plus de este auto, como todo Volkswagen. Su chasis y su suspensión permiten ir bien aplomados en cada una de las curvas que se toman, siempre con mucha seguridad a de que el auto responderá, ya sea por los asistentes de seguridad o porque estamos frente a un modelo muy noble de comportamiento.
Si a eso sumamos una dirección muy directa, la ecuación es muy agradable para quienes buscan un poco más de diversión al volante sin transar la comodidad y seguridad.
Es cierto, no podemos hablar de un sedán deportivo, pero sí de uno rápido, con buena dinámica, gran potencia y con poca competencia en el segmento.