En Siria, los rebeldes se apresuraron a llegar a Damasco y pusieron fin a la dictadura de 24 años de Bashar al-Assad, que pocos en el mundo exterior pensaban que estaba en peligro de colapso. En agosto, las protestas estudiantiles hicieron que el reinado de 15 años de Sheikh Hasina en Bangladesh se derrumbara.

Otros líderes autoritarios y sus gobiernos se vieron sometidos a nuevas presiones en 2024, desde el régimen de mano dura de Nicolás Maduro en Venezuela hasta los mulás de Irán y la junta militar de Myanmar.

En un mundo que el presidente estadounidense Joe Biden ha descrito como dividido entre democracias alineadas contra una marea creciente de autocracias, los autoritarios sufrieron reveses inesperados en 2024 que expusieron sus debilidades, dijeron analistas geopolíticos e historiadores.

“Sucedieron algunas cosas positivas en términos de que las autocracias se tambalearon o, en un par de lugares, cayeron”, dijo Larry Diamond, un académico de la Universidad de Stanford que ha escrito libros sobre el autoritarismo y los desafíos que enfrentan las democracias. “Hay muchas autocracias débiles o algo aturdidas”.

Un grupo de personas celebra la dimisión de la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, en Dacca, Bangladesh, el 5 de agosto de 2024.

El cambio de régimen puede ser emocionante en la práctica, pero ahora presenta un desafío para los nuevos líderes de Bangladesh y Siria: crear gobiernos duraderos e inclusivos, algo que ha resultado difícil en otros lugares tras las agitaciones políticas.

Los rebeldes sirios –cuyas raíces se remontan al Estado Islámico y Al Qaeda– prometen respetar a las minorías, pero no está claro si realmente han abandonado sus simpatías de línea dura. Los manifestantes llenan las calles de la capital de Bangladesh, Dacca. Hay denuncias de linchamientos de personas relacionadas con el partido político de Hasina. Y el poderoso vecino de Bangladesh, India, está acusando al nuevo gobierno de no proteger a la minoría hindú, una acusación que los líderes bangladesíes rechazan.

“El nivel de expectativas es alto”, dijo Muhammad Yunus, un economista bangladesí ganador del Premio Nobel que ahora es el líder interino del país. “Igualarlo es muy difícil”.

Sin duda, la mayoría de los gobiernos despóticos siguen firmemente en sus puestos, desde Miguel Díaz-Canel en La Habana hasta Vladimir Putin en Moscú. Rusia, con la ayuda de las armas iraníes, las tropas norcoreanas y las ventas de petróleo a China, ha logrado avances en el campo de batalla contra Ucrania.

La alineación de China, Rusia, Irán y Corea del Norte -un grupo que algunos analistas llaman “Crink”- se ha vuelto más fuerte. China está superando a Occidente en algunas tecnologías clave y ha construido fuertes vínculos con los vecinos de Estados Unidos en América Latina.

La postura del presidente electo Donald Trump hacia los autócratas se hará más clara a medida que intente detener la lucha entre Rusia y Ucrania, impedir que Irán adquiera un arma nuclear y gestionar las consecuencias de la disputada victoria electoral del dictador venezolano Maduro.

Los problemas de este año para los autócratas han dado impulso a los grupos de oposición en todo el mundo. La oposición venezolana sostiene que la caída de Assad muestra cómo los regímenes dictatoriales que parecen invencibles pueden colapsar, si se aplica la presión adecuada.

El profesor Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz de Bangladesh, hace un gesto ante el tribunal tras ser condenado a seis meses de prisión, en Dacca, el 1 de enero de 2024. Foto: Reuters

Los analistas políticos que estudian las democracias y las autocracias advierten que es difícil predecir cuándo se derrumbará un régimen autoritario en un país determinado.

Marcel Dirsus, politólogo y autor de How Tyrants Fall, un libro sobre dictaduras publicado este año, dijo que los gobiernos autocráticos destinan recursos gubernamentales a un círculo estrecho de partidarios para permanecer en el poder. La práctica recompensa la lealtad, pero la población en general se enfurece ante el favoritismo y la corrupción.

“En las dictaduras hay una línea muy delgada entre la estabilidad y el caos”, señaló Dirsus. “Permanecer en el poder en estos regímenes requiere decisiones difíciles todos los días”.

La caída de Assad ha tenido eco en parte porque mostró la fragilidad de sus alianzas con otros regímenes autoritarios.

Durante casi una década, Assad se benefició de una alineación con Rusia, Irán y un grupo de milicias antagónicas hacia Israel, a menudo llamado el “Eje de la Resistencia”.

El grupo representó un contrapeso estratégico para Estados Unidos e Israel en Medio Oriente y pareció fortalecerse el año pasado cuando el mundo árabe comenzó a reconocer diplomáticamente a Siria e Irán después de años de aislarlos.

Esta alianza se puso a prueba después de que Hamas, el grupo militante palestino en la Franja de Gaza, lanzara el ataque del 7 de octubre de 2023 contra Israel. Y en poco más de un año, se desmoronó. Rusia e Irán no tenían la fuerza para evitar la caída de Assad.

Entre las potencias extranjeras, el mayor perdedor de la caída de Assad fue el gobierno teocrático de Irán. Había otorgado miles de millones de dólares de ventas de petróleo a Siria a crédito, tenía esperanzas de construir un nuevo imperio comercial en el país y lo utilizó como una posición desde la que amenazar a Israel.

Una mujer sostiene una fotografía del jefe de Hezbolá de Líbano, Hassan Nasrallah, quien fue asesinado por un ataque aéreo israelí en Beirut, durante un funeral simbólico en Basora, Irak, el 29 de septiembre de 2024. Foto: Reuters

Este año, además de perder a Assad, los aliados de Irán perdieron en Gaza y Líbano. Israel también atacó por primera vez en suelo iraní, bombardeando los sistemas antiaéreos del país y llevando a cabo asesinatos dentro de sus fronteras. Mientras tanto, los ataques con misiles de Irán contra Israel causaron pocos daños.

“Irán es el símbolo del fracaso de las autocracias”, dijo Moisés Naím, un distinguido miembro del Carnegie Endowment for International Peace que ha escrito extensamente sobre el retroceso democrático.

Quienes más sufren cuando los autoritarios pasan por tiempos difíciles suelen ser la gente común.

La moneda iraní ha caído con fuerza y el descontento es generalizado. El gobierno también enfrenta una grave escasez de energía que ha causado cortes de electricidad, a pesar de tener algunas de las mayores reservas de gas natural y petróleo crudo del mundo. Los problemas podrían empeorar, ya que Trump ha dicho que reanudará lo que él llama políticas de máxima presión sobre Irán.

Un militar ucraniano lleva un dron con vista en primera persona antes de que vuele, cerca de una frontera rusa en una región de Kharkiv, Ucrania, el 15 de mayo de 2024. Foto: Reuters

En Rusia, el rublo se está desplomando y la inflación se está disparando. La decisión de la administración Biden de aumentar las sanciones al Gazprombank de Rusia podría obstaculizar el comercio ya limitado de Moscú con sus socios comerciales. El país ha sufrido 750.000 bajas en la guerra en Ucrania, según estimaciones de Reino Unido.

“La mano (de Putin) es más débil ahora”, dijo Thomas A. Shannon Jr., quien como subsecretario de Estado para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, negoció con diplomáticos rusos de 2016 a 2018.

Los problemas se extienden a Asia, donde el Partido Comunista chino está luchando contra la desaceleración del crecimiento y el hundimiento del mercado inmobiliario. Los líderes chinos se están preparando para los duros aranceles de Trump, que podrían exacerbar la desaceleración económica del país y sembrar dudas sobre la promesa del partido de generar una prosperidad generalizada.

La junta militar de Myanmar, que depende en gran medida del apoyo comercial y diplomático de Beijing, ha perdido bases y vastas extensiones de territorio a manos de varios grupos rebeldes. Algunos analistas ahora se preguntan si el Ejército, que ha sido una fuerza dominante desde la independencia del país en 1948 y tomó el poder en un golpe de Estado en 2021, está en sus últimas.

Vista de militares en Yangon, Myanmar, el 15 de febrero de 2021.

“La trayectoria general es de grave declive”, aseguró Morgan Michaels, un experto en Myanmar del think tank Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, aunque señaló que los soldados del régimen han demostrado espíritu de lucha en coyunturas clave.

Diamond, de Stanford, dijo que este año una serie de partidos semiautoritarios -algunos de ellos atrincherados durante muchos años- perdieron el poder o sufrieron reveses que redujeron su autoridad. En Botswana, el Partido Democrático, en el poder desde 1966, perdió una elección presidencial. La oposición de Turquía ganó varias ciudades importantes en las elecciones locales de marzo, lo que asestó un golpe al partido gobernante del presidente Recep Tayyip Erdogan.

“En muchos lugares”, comentó Diamond, “las elecciones hicieron lo que se supone que deben hacer”.