Carolina, la hija del entonces Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez (1989-1993), hablaba por teléfono cuando escuchó las primeras ráfagas sobre la residencia oficial. El 3 de febrero de 1992, entrada la noche, estallaba un golpe de Estado encabezado por Hugo Chávez, un militar desconocido hace 30 años.
“Nos atacaron de una forma cruel y terrible por más de cuatro horas”, recuerda Carolina Pérez, hija menor del exmandatario, que había salido minutos antes al palacio de gobierno, tras los primeros reportes de alzamiento, según relató a France Presse.
Hacia la madrugada del 4 de febrero, el Palacio Presidencial de Miraflores en Caracas era atacado con vehículos blindados y armas largas. Unos 10 batallones del Ejército en cinco ciudades se habían alzado, pero el golpe fracasó al no controlar la sede del gobierno, cuyo ataque tenía que ser reforzado por la tropa al mando de Chávez, que nunca llegó, destaca la agencia de noticias.
Pero fue a este teniente coronel de 37 años y atrincherado en un museo militar, convertido hoy en lugar de culto chavista, a quien se le permitió rendirse en televisión. “Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, dijo, uniformado con traje de camuflaje y boina roja. “En Caracas no logramos controlar el poder”.
Chávez estuvo preso hasta 1994, cuando recibió un indulto que lo lanzó a la política, catapultado por ese “por ahora”. Cuatro años después ganó la presidencia y gobernó hasta su muerte, en 2013.
“El ‘por ahora’ se convirtió en la esperanza, en el para siempre”, dijo esta semana su sucesor, Nicolás Maduro, quien como Chávez es tildado de dictador por sus adversarios. “Chávez se rebeló contra el sistema dominante, la oligarquía y el imperialismo”, añadió Maduro, reafirmando el discurso oficial de la llamada Revolución Bolivariana, que celebra el 4 de febrero como el “día de la dignidad” con homenajes a los golpistas, muchos en el gobierno.
El gobernador del céntrico estado Miranda, el chavista Héctor Rodríguez Castro, señaló que esta movilización en Caracas es también para recordar el porqué de esa fecha y que la juventud venezolana recuerda la rebelión como una lucha social. “Se trató de una rebelión de la juventud militar contra el pacto de Punto Fijo, contra el capitalismo y el imperialismo”, destacó.
En la misma línea, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, expresó su orgullo por los militares que participaron en el 4-F. “Esa llama encendida del 4 de febrero será inextinguible en nosotros, en el alma, en el corazón y en la razón”, expresó durante su participación en un foro en la sede de la Academia Militar en Los Próceres, Fuerte Tiuna, Caracas.
En esa misma actividad, el ministro de Cultura, Ernesto Villegas, aseguró que la “rebelión” del 4-F tomó valores históricos que justificaron ese paso dado en ese momento. “Cuando el comandante Chávez irrumpió como actor de la política venezolana lo hizo invocando la figura del Libertador Simón Bolívar”, expresó Villegas.
Pero el historiador venezolano Agustín Blanco Muñoz, en declaraciones a France Presse, destaca que “cada caudillaje dice ser portador de la auténtica y verdadera liberación”. “En el caso del 4-F se pretende que su acción corresponde a una supuesta ‘transición hacia el socialismo’, pero ¿de cuál socialismo, cuál comunismo? ¿Dónde existe o existió eso?”, se preguntó.
“La democracia fue subestimada en aquellos años, en los que buena parte de los venezolanos ansiaba un cambio sin pensar en las consecuencias”, escribió el periodista Grant Torres en una columna de opinión publicada en el diario El Nacional, titulada “Los hijos bastardos del 4 de febrero”. Allí, también asegura que “la situación de la Venezuela actual es totalmente peor que la de 1992. No sólo la economía está destruida en su totalidad, también la moralidad de miles de compatriotas. El chavismo ha desmantelado a nuestra sociedad. Una gran cantidad de jóvenes nacidos durante el gobierno de Chávez y Maduro sólo tienen una referencia: un Estado fallido”.
En ese sentido, Luis Vicente León, el analista político venezolano y presidente de la encuestadora Datanálisis, explica a La Tercera que “el intento de golpe de Estado de Chávez es un hito fundamental para explicar el inicio de un periodo completamente nuevo para el país, desde las perspectivas políticas, económicas y sociales”. “En la política, ese proceso marcó el inicio del debilitamiento y prácticamente destrucción de la democracia liberal en Venezuela y el inicio de un modelo que el chavismo llama revolucionario y que, en la práctica, es un sistema de control autoritario del poder, donde los principales baluartes de la democracia están limitados o pulverizados, como es el caso de la alternancia, la división de poderes y las condiciones competitivas en los procesos electorales”, detalla.
“En lo económico fue también el momento de la profundización del modelo de control del Estado sobre la economía, el debilitamiento de los derechos económicos y la ruptura de la relación entre el gobierno y el sector empresarial. Sin embargo, en este campo sí vale la pena señalar que la economía y sus leyes han sido mucho más fuertes que la política y la presión de la realidad ha hecho que el modelo primitivo económico de control haya dado de nuevo oportunidad a procesos de apertura que, probablemente sin querer, obligaron al gobierno a reabrirse, liberar muchos mercados y tratar de restablecer relaciones con el sector privado”, apunta León.
“En lo social, los efectos son mixtos”, asegura el analista venezolano. “Obviamente se marca el inicio de una crisis que, con vaivenes en el tiempo, termina en un empobrecimiento severo de la sociedad, una fractura polarizante y un proceso masivo de emigración”, destaca. “Pero, por otra parte, también hubo un proceso de politización de la sociedad que obligó al sistema político, de todas las tendencias, a buscar alternativas que siempre incluyan a la gente como centro de su acción. Por cierto que esa demanda, hiperestimulada por el chavismo, ha generado al final y paradójicamente la despolitización de la población que hoy presenta un país que no se conecta con los liderazgos existentes ni con las instituciones políticas”, concluye.