A 50 años de la renuncia de Nixon: protagonistas reconstruyen el hito que marcó la historia de EE.UU.
Elizabeth Holtzman, miembro del comité de la Cámara de Representantes que revisó los artículos del juicio político, y Kenneth L. Khachigian, un asistente de Richard Nixon, rememoran la dimisión del presidente estadounidense.
Hace cinco décadas, la noche del 8 de agosto de 1974, el entonces Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, anunció su intención de renunciar al cargo: era el primer mandatario en la historia de ese país en hacerlo y la actual polarización que vive el país puede sacar lecciones de ese crítico momento.
“Al tomar esta acción, espero haber acelerado el inicio del proceso de curación que se necesita tan desesperadamente en Estados Unidos”, dijo en un solemne discurso televisado desde la Oficina Oval.
“Creo que fue la primera vez que la gente realmente vio a Richard Nixon, el hombre”, dijo a The Washington Post, Stephen Bull, quien se desempeñó como asistente del personal del mandatario republicano en ese momento.
“Después de ese discurso, no podía dormir y, cuando miró su reloj, marcaba las 4 de la mañana. Así que fue a la cocina a buscar un vaso de leche y se sorprendió al ver a un empleado de la Casa Blanca preparando café”, según recordó Nixon en su libro In the Arena: A Memoir of Victory, Defeat and Renewal (En la arena: memorias de victoria, derrota y renovación).
Al día siguiente, Nixon finalizó oficialmente su mandato como el 37º presidente de Estados Unidos y, minutos después, el vicepresidente Gerald R. Ford prestó juramento como el 38º presidente. “Mis queridos compatriotas, nuestra larga pesadilla nacional ha terminado”, dijo Ford. Unos meses después, indultó a Nixon por todos los delitos que pudiera haber cometido durante su mandato, explicando que quería poner fin a las divisiones nacionales creadas por el caso Watergate.
La noticia se produjo en medio de un proceso de impeachment contra el presidente por su participación en el escándalo conocido como Watergate, el cual se había desatado dos años antes cuando el 17 de junio de 1972, cinco hombres fueron arrestados por irrumpir y realizar escuchas telefónicas ilegales en la sede del Comité Nacional Demócrata en el complejo Watergate de Washington.
Más tarde ese año, los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, del diario The Washington Post, descubrieron una conspiración en torno al incidente, lo que condujo al escándalo político. En julio de 1973, un testimonio ante el Comité del Senado encargado del caso Watergate reveló que todas las conversaciones de Nixon en la Casa Blanca habían sido grabadas. La Corte Suprema dictaminó que el mandatario tendría que proporcionar las cintas y los documentos solicitados por el fiscal especial encargado del caso Watergate, Archibald Cox.
Más tarde ese año, el 20 de octubre de 1973, Cox se negó a llegar a un acuerdo sobre las cintas y Nixon ordenó al fiscal general Elliot Richardson que despidiera a Cox. Richardson se negó y dimitió en señal de protesta. Entonces, el fiscal general en funciones Robert Bork sacó del cargo a Cox. Esto se conoció como la “Masacre del sábado por la noche”.
El 5 de agosto de 1974, se hizo pública la cinta “de la pistola humeante”, en la que se podía escuchar a Nixon aprobando una propuesta de su jefe de gabinete para presionar al FBI para que abandonara su investigación del robo de Watergate seis días antes. Ante esto, los republicano, que tenían la intención de apoyar a Nixon en un juicio político, lo abandonaron.
Para Elizabeth Holtzman, que en ese momento era la mujer más joven elegida para el Congreso, la renuncia de Nixon significó una confirmación de que el sistema de pesos y contrapesos de Estados Unidos funcionaba y obligaba al presidente a rendir cuentas por su papel en el escándalo de Watergate. Sin embargo, se vio desilusionada cuando Ford lo indultó.
“El indulto creó un doble rasero de justicia: uno para los poderosos de este país y otro para todos los demás”, dijo Holtzman en entrevista con el diario The Guardian.
A Holtzman le preocupa que los motivos de Ford eran menos nobles de lo que se suele decir y que con su decisión haya sentado un precedente peligroso para personas como el mandatario republicano, Donald Trump.
La exlegisladora demócrata de 82 años fue una de las integrantes del comité judicial de la Cámara de Representantes que recomendó la presentación de artículos de juicio político contra Nixon. Ella recuerda: “Las pruebas eran abrumadoras. En algún momento recuerdo que me sentí como si estuviera en arenas movedizas sin fondo, como si no hiciéramos más que escuchar un hecho de criminalidad, mala conducta, abuso de poder tras otro, y nos hundiéramos cada vez más en ese lodazal”.
“Nadie, ni del lado demócrata ni del lado republicano, estaba contento de votar por el impeachment de Richard Nixon”, indicó Holtzman al diario británico.
“Es bien sabido que el presidente del comité, Peter Rodino, un demócrata muy liberal, regresó a su oficina y lloró después de esa primera votación a favor del impeachment. Nadie quería verlo y yo también me sentí muy incómoda. Fue un voto muy difícil de emitir”, recordó.
“No es que tuviera dudas sobre la culpabilidad de Nixon o sobre si debía ser sometido a un proceso de destitución. Era obvio que la cláusula de destitución fue redactada casi teniendo en mente a Nixon por los redactores de la Constitución. Pero ese no era el punto. El punto es que él era mi presidente y yo no quería ver a ningún presidente estadounidense involucrado en este tipo de mala conducta, este grado y nivel de horror de abuso de poder y criminalidad”, indicó.
“No quería verlo y fue horrible, fue un momento muy aleccionador. Nadie se lo tomó con alegría. No fue un momento de sorpresa para los demócratas. Esa es la diferencia entre entonces y ahora. La gente se tomó el impeachment en serio”, añadió Holtzman.
A juicio del asistente de Richard Nixon, Kenneth Khachigian, “aunque estamos muy lejos del verano de 1974, las devociones por el Watergate no han cambiado, y las retrospectivas de los medios de comunicación de esta semana probablemente repetirán todos los clichés sobre la salvación de Estados Unidos: ‘El sistema funcionó’, ‘Ningún hombre está por encima de la ley’. Pero una auténtica retrospectiva de Nixon y el Watergate debe estar despojada de hipocresías y caricaturas, libre de los clichés mecánicos de ‘delincuente’ o ‘dimitió en desgracia’”.
“También he llegado a la conclusión de que hay un motivo no reconocido para la incesante demonización de Nixon y Watergate. Si la cultura de Washington de los medios de comunicación de élite y la izquierda política pueden definir con éxito a Nixon como el pináculo del engaño y la deshonestidad, entonces su propia inmoralidad, corrupción y abuso de poder parecerán triviales en comparación. Al retratar a Nixon como el pecador supremo, podrían hacer que su propia maldad gubernamental e institucional parezca menos repugnante, un bálsamo conveniente para las voces santurronas que se escucharon esta semana”, escribió Khachigian en el diario The Wall Street Journal.
“Sigo creyendo que (Nixon) no debería haber dimitido. Si hubiéramos sabido entonces lo que sabemos ahora y hubiéramos tenido más recursos, acceso a las redes sociales y una mejor defensa, el presidente podría haber cumplido su segundo mandato. Sin embargo, le ahorró a Estados Unidos la agonía causada por la histeria de la época. Richard Nixon no dimitió en desgracia, dimitió con dignidad”, concluyó.
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