Por Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación sobre Chile en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington y autor del libro “Pinochet desclasificado: Los archivos secretos de Estados Unidos sobre Chile”.
Nueve días después del Golpe de Estado apoyado por Estados Unidos en Chile el 11 de septiembre de 1973, funcionarios de la CIA y el Departamento de Estado se reunieron para discutir cómo manejar las crecientes preguntas del Congreso y la prensa sobre la participación de Washington en el derrocamiento violento del presidente democráticamente electo de Chile, Salvador Allende. El oficial de la CIA -su nombre sigue clasificado medio siglo después- “autorizó plenamente” al subsecretario de Estado para América Latina, Jack Kubisch, a “decir que ningún elemento de la CIA había estado involucrado en el Golpe” en sí mismo, para evitar llamar la atención sobre operaciones encubiertas que habían ayudado a fomentar las condiciones para el Golpe militar. Pero, según un resumen parcialmente desclasificado de su conversación del 20 de septiembre de 1973, Kubisch luego preguntó: “¿Qué debería decir si la pregunta no se centrara en la CIA y estuviera formulada en términos de lo que el USG (el gobierno de Estados Unidos) había hecho?”.
Las actas de la reunión registran que el grupo dedicó “algo de reflexión” sobre cómo evitar abordar esta cuestión ultrasensible.
Cincuenta años después del sangriento golpe que llevó al poder al régimen de Pinochet, la respuesta a esa importante pregunta histórica sigue incompleta: oculta en documentos estadounidenses todavía clasificados o densamente redactados. Además de la CIA, ¿hubo otra agencia del gobierno estadounidense -muy probablemente el Pentágono- involucrada significativamente en los preparativos del Golpe? ¿Colaboró el gobierno de Estados Unidos con otras agencias militares y de inteligencia extranjeras para socavar la democracia y apoyar la consolidación de la dictadura militar? ¿Qué verdades sobre el papel más amplio del “USG” intentaban encubrir los funcionarios de la CIA y el Departamento de Estado?
Mientras los chilenos conmemoran el 50° aniversario en medio de enconadas divisiones políticas y debates sobre las causas, justificaciones y criminalidad del Golpe, una explicación completa del papel de Estados Unidos sigue siendo relevante tanto en Chile como en Estados Unidos. A principios de este mes, el Congreso chileno votó abrumadoramente a favor de solicitar que el Ministerio de Relaciones Exteriores solicite registros aún secretos sobre la “intervención de Estados Unidos en la soberanía de Chile antes, durante y después del Golpe de 1973″. Y el gobierno chileno de Gabriel Boric ya ha pedido a la administración de Joe Biden un gesto especial de diplomacia de desclasificación por el 50° aniversario. “Todavía no sabemos qué vio el Presidente Nixon en su escritorio la mañana del Golpe militar”, como afirmó en una entrevista reciente el embajador de Chile en Washington, Juan Gabriel Valdés. “Hay detalles que siguen siendo de interés para (los chilenos), que son importantes para que podamos reconstruir nuestra propia historia”.
Historia censurada
El documento que estaba sobre el escritorio del Presidente Nixon en la mañana del 11 de septiembre de 1973 era el “Presidential Daily Brief” (PDB), un resumen de inteligencia de la CIA sobre la instigación del Golpe militar en Chile. Cincuenta años después, todavía no sabemos qué información proporcionaron los informantes de Nixon sobre el inicio del Golpe militar; excepto el subtítulo “Chile”, toda la página del PDB está tachada. Es probable que el Presidente fuera informado de una solicitud urgente que la CIA había transmitido a la Casa Blanca la noche anterior de parte de “un oficial clave del grupo militar que planeaba derrocar al Presidente Allende”. Ese oficial, según un memorando de la CIA parcialmente desclasificado, preguntó “si el gobierno de Estados Unidos ayudaría al Ejército chileno si la situación se volviera difícil”. Junto con el contenido aún secreto del PDB del 11 de septiembre de 1973, cómo respondió el presidente de Estados Unidos a esa solicitud es uno de los detalles de la historia del Golpe que aún se desconoce.
Sin duda, Chile ya es uno de los casos más documentados de intervención encubierta de Estados Unidos para un cambio de régimen. Después del arresto de Pinochet en Londres en 1998 por crímenes contra los derechos humanos, cientos de registros operativos de la CIA finalmente fueron liberados bajo un “Proyecto de Desclasificación de Chile” especial ordenado por el Presidente Bill Clinton, junto con aproximadamente otros 24.000 registros de la Casa Blanca, el NSC (Consejo de Seguridad Nacional), el FBI y el Departamento de Estado sobre el papel de Estados Unidos en Chile entre 1970 y 1990. En un gesto de lo que se ha dado en llamar “diplomacia de desclasificación”, en 2016 el Presidente Barack Obama ordenó una publicación especial de documentos ultrasecretos relacionados con el papel del general Pinochet como autor intelectual del acto de terrorismo que mató al exembajador chileno Orlando Letelier y a su joven colega Ronni Karpen Moffitt, en Washington D.C. en septiembre de 1976.
Y, sin embargo, esta historia sigue estando incompleta. Medio siglo después, todavía hay registros altamente clasificados que el gobierno de Estados Unidos continúa salvaguardando y que revelarían detalles críticos sobre lo que hizo y lo que sabía en Chile.
Colaboración encubierta de terceros países
Entre los más sagrados de esos secretos está cómo la CIA se acercó al servicio de inteligencia australiano, ASIS, a finales de 1970, y pidió apoyo encubierto en Santiago para ayudar a gestionar a sus agentes chilenos. La CIA no ha desclasificado ni un solo documento sobre esta singular colaboración clandestina. Sólo lo sabemos gracias a los esfuerzos de un tenaz profesor australiano llamado Clinton Fernandes que, hace varios años, presentó una demanda de transparencia contra ASIS en Canberra. Su petición legal resultó en la divulgación de registros administrativos -documentos del lado más mundano del establecimiento de una “estación” de espionaje en Santiago-, como contratos de arriendo y compra de equipos de oficina y vehículos para dos agentes. Tanto la CIA como ASIS continúan ocultando registros operativos que incluyen numerosos informes de inteligencia de los agentes encubiertos australianos a sus contrapartes de la CIA sobre reuniones con activos chilenos integrados en las Fuerzas Armadas, El Mercurio y el Partido Demócrata Cristiano, entre otras organizaciones clave en Chile.
De manera similar, el gobierno de Estados Unidos continúa ocultando registros sobre el papel fundamental de Brasil en socavar al gobierno de Allende e incitar a la instalación del régimen de Pinochet, tema de un nuevo libro, El Brasil de Pinochet, del periodista brasileño Roberto Simon. Después de la toma de posesión de Allende, el Presidente Nixon ordenó específicamente un acercamiento secreto al régimen militar brasileño para que apoyara los esfuerzos de Estados Unidos por socavar al gobierno de Unidad Popular. No se han publicado documentos estadounidenses sobre esas primeras comunicaciones; pero un revelador memorando de conversación de una reunión en la Oficina Oval celebrada en diciembre de 1971 entre Nixon y el líder militar brasileño, general Emílio Garrastazu Médici, indica que puede haberse desarrollado cierto grado de colaboración.
Durante la reunión, Médici le dijo a Nixon que Allende sería derrocado “por las mismas razones por las que João Goulart había sido derrocado en Brasil” y “dejó en claro que Brasil estaba trabajando con ese fin”, según un resumen desclasificado de la reunión. Nixon respondió “que era muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajaran estrechamente en este campo” y ofreció “ayuda discreta” y dinero para las operaciones brasileñas contra el gobierno de Allende. Los dos líderes acordaron establecer un canal secreto para las comunicaciones sobre las operaciones contra Allende, pero si ese canal alguna vez fue utilizado, ni los gobiernos de Estados Unidos ni de Brasil han divulgado los mensajes que pasaron a través de él.
Brasil se convirtió en la primera nación en reconocer oficialmente a la Junta Militar en Chile, una orquestación diplomática coordinada con la administración de Nixon que quería evitar abrazar inmediatamente al nuevo régimen al que había ayudado en secreto a llegar al poder. Pero Washington pronto abrió el grifo de la asistencia económica, militar y política estadounidense, parte de la cual era encubierta, para ayudar a Pinochet a consolidar su violento gobierno. La CIA, por ejemplo, financió en secreto una delegación especial de democratacristianos para que viajara por Europa para justificar públicamente el Golpe ante la comunidad internacional. Los documentos estadounidenses sobre esta pequeña, pero importante operación de propaganda posterior al Golpe, siguen siendo altamente clasificados.
CIA y DINA
Tampoco se han hecho públicos una multitud de archivos secretos sobre la asistencia encubierta de la CIA al desarrollo de la DINA hasta convertirla en el aparato represivo en el que se convirtió. En febrero de 1974, Nixon y Kissinger enviaron a un emisario especial, el subdirector de la CIA, Vernon Walters, para reunirse secretamente con Pinochet en Santiago y transmitirle “nuestra amistad y apoyo”, así como “nuestro deseo de ayudar de manera discreta”. Según un informe secreto enviado a Kissinger sobre su conversación, Pinochet pidió directamente a Walters y a la CIA que ayudaran en el “período de formación” de la DINA e identificó al coronel Manuel Contreras como “su hombre clave”. “Le dije que nos encantaría que Contreras o cualquier otra persona viniera a vernos”, informó Walters a Kissinger, “para ver qué podíamos hacer para ayudarlos”.
Sin embargo, los archivos de la CIA sobre la primera visita de Contreras a la sede de Langley en 1974, y lo que la CIA acordó hacer para ayudar a la formación organizacional y las operaciones de la DINA permanecen enterrados en bóvedas seguras de la agencia. La CIA tampoco ha desclasificado nunca una sola página del archivo de personal que abrió sobre Contreras a mediados de 1975, cuando funcionarios de alto rango de la CIA decidieron poner al jefe de la DINA en la nómina encubierta como informante/colaborador. La información de inteligencia y la colaboración que Contreras proporcionó a la CIA siguen siendo “ultrasecreto”. Lo mismo ocurre con los memorandos sobre la reacción interna dentro de la agencia para poner al violador de derechos humanos más notorio de América Latina en la nómina secreta de Estados Unidos. Esos argumentos todavía clasificados prevalecieron. Después de sólo un par de meses, el jefe de la estación de la CIA en Santiago informó a Contreras que, básicamente, ¡había sido despedido! Los registros clasificados sobre este dramático episodio serían extraordinariamente reveladores, tanto para los chilenos como para los ciudadanos estadounidenses.
Contreras y la DINA fueron la fuerza impulsora detrás de la creación de la Operación Cóndor, un esfuerzo transnacional de los regímenes militares del Cono Sur para coordinar esfuerzos para rastrear y eliminar a los civiles y militantes opositores a sus regímenes. Debido a que los servicios de inteligencia extranjeros estuvieron involucrados, la CIA ha retenido registros históricos clave, en su totalidad o en parte, sobre cómo se enteró de Cóndor y qué acciones tomó en respuesta a las misiones de los escuadrones de la muerte emprendidas por las agencias de policía secreta de Cóndor. Las medidas que tomó la CIA después de la operación terrorista más infame de Cóndor -el atentado con autobomba del 21 de septiembre de 1976 en Washington DC, que se cobró la vida del exembajador chileno Orlando Letelier y su joven colega Ronni Karpen Moffitt- también permanecen envueltos en el secreto.
Hay que reconocer que, con motivo del 40° aniversario del asesinato de Letelier-Moffitt en septiembre de 2016, la CIA finalmente desclasificó una revisión exhaustiva, realizada en 1987, de sus primeros datos de inteligencia sobre el caso que citaba “evidencias convincentes de que el Presidente Pinochet ordenó personalmente a su jefe de inteligencia llevar a cabo el asesinato”. Pero la mayoría de los registros de inteligencia en bruto en los que se basa la evaluación siguen siendo secretos 47 años después. Quizás lo más importante es que los expedientes probatorios de una importante investigación del Departamento de Justicia, realizada durante el último año de la administración de Bill Clinton, que señala a Pinochet como el autor intelectual de un acto de terrorismo internacional en Washington DC también permanecen secretos. Esos archivos incluyen más de 40 declaraciones tomadas en Chile de secuaces de Pinochet, así como un borrador de acusación que resume la evidencia de su papel como cerebro del terrorismo internacional.
El veredicto de la historia
La representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, quien la semana pasada visitó el país junto a una delegación del Congreso de Estados Unidos, se comprometió a impulsar la desclasificación de estos archivos, de manera de poder conocer cómo la injerencia de Washington impactó en la ruptura de la democracia en Chile.
En un momento en que chilenos prominentes y poderosos continúan insistiendo en que Pinochet era “un estadista” y negando las realidades de su régimen bárbaro, estos documentos tienen un papel inmediato que desempeñar en el divisivo debate actual sobre el legado del Golpe y su significado para la sociedad moderna de Chile. Mientras Chile evalúa su pasado en este poderoso 50° aniversario, sus ciudadanos tienen derecho a una rendición de cuentas completa, y a la responsabilidad que puede traer consigo la publicación de esta oscura historia. Estados Unidos no sólo debería comprometerse a publicar los registros restantes; sino también deberían hacerlo los brasileños, los australianos y los demás países que desempeñaron un papel en el pasado violento de Chile.
Pero los chilenos no son el único electorado en esta historia. En un momento en que numerosas naciones, incluido Estados Unidos, enfrentan la terrible amenaza del autoritarismo sobre la inviolabilidad de las instituciones democráticas, el acceso a la documentación de lo que sucedió en Chile sigue siendo fundamental para todos nosotros. El registro histórico desaparecido ha sido rehén de los dictados del secreto durante medio siglo. El veredicto de la historia espera su liberación.