A 16 días de la entrada a Ucrania, el Ejército ruso avanza más lento de lo esperado. Con sus 900 mil soldados contra 196 mil de su adversario, la ventaja numérica era evidente desde el inicio, pero una serie de errores estratégicos, de inteligencia y logísticos parecen estar llevando a un estancamiento de las fuerzas invasoras, según expertos.
A pesar de tener tanques a 15 kilómetros de Kiev, los rusos han encontrado una resistencia fuerte por parte de los ucranianos, que han contenido el avance de los vehículos invasores. De paso, la “raspútitsa” o temporada de lodazales durante el deshielo que antecede la primavera está inutilizando los carro como lo hiciera en 1941 y 1943.
El plan inicial proyectado por el Kremlin era el de la “guerra relámpago”: bombardeos contra estructuras militares ucranianas, con el objetivo de dañar la defensa, y una invasión rápida de Kiev que permitiese poner un gobernante títere en la capital. Lo que no se esperaba desde Moscú era la resistencia en las mayores ciudades: solo Kherson, al sur, cayó bajo el control ruso. Las líneas de frente que se dibujaron los primeros cinco días no se han movido hasta el momento, y los invasores cambiaron su estrategia a la del encercamiento y sitio de las ciudades estratégicas.
David French, periodista de The Atlantic, explica el estancamiento ruso: “El plan inicial de Rusia fue un fracaso costoso, en parte porque, increíblemente, minimizó las fortalezas rusas y maximizó las debilidades rusas (...), basándose en una pésima inteligencia que subestimó al Ejército ucraniano y sobreestimó el apoyo de los locales a Rusia”.
Según French, la principal fortaleza de Rusia tiene que ver con su capacidad de fuego: artillería de alto alcance, cohetes y misiles que permiten llegar a oponentes lejanos. Este elemento, protagonista de las guerras chechenas y sirias, no tuvo tal impacto en esta ocasión. “Los primeros bombardeos no fueron lo suficientemente serios como para dañar la capacidad de resistencia ucraniana. El Ejército ruso parece haber llevado a cabo arriesgadas operaciones aéreas muy por detrás de las líneas enemigas, arrojando a sus tropas directamente contra los dientes de las defensas ucranianas, sin intentar romperlas primero”, apunta el experto.
En el plano logístico, las cosas no son mejores: hoy el Ejército ruso se encuentra activo en seis sectores distintos que no estarían interconectados, lo que dificulta el aprovisionamiento de las tropas y su seguridad. Lo que tenía mucho sentido en una invasión rápida, atacar muchas partes a la vez, a la larga se vuelve una vulnerabilidad para Rusia.
Ya a los días de la invasión, columnas de vehículos se encontraban sin combustible, y se vio soldados buscando provisiones en las tiendas que encontraban en el camino. “La logística rusa no está adaptada para una ofensiva a larga escala lejos de los rieles de los trenes. No tienen suficientes camiones como para responder a necesidades más allá de 150 kilómetros de sus depósitos”, prevenía ya en 2021 el teniente coronel Alex Vershinin, en el sitio especializado War on the Rocks.
Conscientes de esta flaqueza, los ucranianos ya comenzaron a tomar por objetivo los convoys de aprovisionamiento. Al este de Kiev, las emboscadas contra las tropas logísticas se han multiplicado en los últimos días.
En el plano aéreo, el encargado de la Fundación para la Investigación Estratégica, Vincent Tourret, comentó al diario francés Libération que los rusos estaban teniendo problemas para neutralizar los medios aéreos ucranianos: “Sus satélites, aunque numerosos, son viejos. Sus aviones de detección también. Los rusos son competentes para golpear objetivos estáticos, sí, pero tienen bastantes problemas con inteligencia y los objetivos dinámicos”.
Como consecuencia, a dos semanas desde el inicio de los combates, Moscú aún no controla el cielo ucraniano, lo que constituye una seria desventaja para proteger sus columnas de infantería. Para peor, solo este fin de semana decenas de aeronaves rusas fueron derribadas por los cañones locales, según Ucrania.
Otro factor a considerar es la llamada “raspútitsa”. Según el general Dominique Trinquand, que conversó con France 24, Putin habría lanzado el ataque a finales de febrero con la esperanza de tumbar el gobierno ucraniano en unos días, y así evitar el deshielo. Durante esta época del año, como se ha podido ver en distintas fotos de tanques atascados por el barro, los caminos no pavimentados se transforman en lodazales.
“La guerra relámpago no funcionó (...) y la ‘raspútitsa’ obstaculiza considerablemente las maniobras de las tropas rusas. Además, como esto no les permite abandonar los ejes ruteros, los rusos no consiguen cercar las ciudades: no disponen sino de unos cuantos puntos de ataque. Esto favorece a los defensores, en particular cuando estos últimos usan medios ligeros y tienen un mayor conocimiento del terreno”, analiza el general Trinquand.
El “tiempo de las malas rutas” está lejos de ser algo nuevo: tanto los franceses en 1812, como los alemanes en 1941, tuvieron dificultades con estos terrenos en sus respectivas invasiones a Rusia. Ahora, a medida que las temperaturas aumentan en el hemisferio norte, se esperan al menos tres semanas en que este fenómeno empeore las condiciones de transporte en Ucrania.
Hasta el momento, los balances de bajas en cada parte del conflicto muestran números dispares. Mientras desde el Ejército ucraniano afirman haber dado muerte a cerca de 12 mil rusos, Moscú reduce el número a 500. En tanto, fuentes de inteligencia norteamericana citadas por CNN cifran entre 2.000 y 4.000 estas mismas bajas.
Según esta misma fuente, para esta semana el Ejército ruso había perdido entre un 8% y 10% de activos militares (armas, vehículos o medios para producir armas) en la guerra ucraniana, lo que más que duplica la estimación de la semana pasada. En ese entonces, CNN había reportado que entre un 3% y 5% de los activos militares rusos estaban destruidos o inoperables.