A un año de que comenzara en Sudán un devastador conflicto que ha puesto de manifiesto unas tensiones políticas y étnicas de larga data, la crisis humanitaria se acrecienta convirtiéndose en una de las “peores pesadillas humanitarias de la historia reciente”, según funcionarios de la ONU, que también han advertido que puede desencadenar la mayor crisis de hambre del mundo.
Los dos bandos en conflicto, las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) han continuado una larga lucha por el poder. Durante el año pasado, los enfrentamientos violentos mataron a casi 16.000 personas, y aproximadamente 8 millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, han sido desplazados internamente, según Naciones Unidas y organizaciones internacionales. A ello se suma que casi 2 millones de personas han huido a países vecinos para escapar de los combates, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre Chad y Sudán del Sur.
Miles de personas desesperadas siguen huyendo del país a diario “como si la emergencia hubiera comenzado ayer”, informó Naciones Unidas el martes de la semana pasada.
“Cuando los enfrentamientos armados y los bombardeos se acercaron a mi pueblo, no tuve más remedio que marcharme. Huimos con un grupo de personas, pero algunas no llegaron a la frontera. Con mis vecinos, huimos en auto y nos llevamos todo el equipaje posible. Pero por el camino ha habido ataques, han matado a gente. Hombres armados nos saquearon, pero nosotros tuvimos suerte, sólo se llevaron nuestras pertenencias y no nuestras vidas”, dijo a Médicos Sin Fronteras (MSF), Khartouma.
“La vida es muy dura aquí. Pero lo que más me preocupa son los niños. No puedo mantenerlos, ni siquiera encontrar zapatos. No hay escuela, así que no hacen nada en todo el día y dan vueltas en círculos. No quieren quedarse en el campo, quieren volver a Sudán”, agregó.
Los combates estallaron en Jartum, la capital de Sudán, el 15 de abril de 2023, debido a una creciente lucha por el poder entre las dos facciones principales del régimen militar. Por un lado están las Fuerzas Armadas de Sudán que siguen siendo ampliamente leales al general Abdel Fattah al-Burhan, el gobernante de facto del país. Contra él están los paramilitares de las FAR, un grupo de milicias que siguen al exseñor de la guerra general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti.
Después de que el gobernante de Sudán durante casi 30 años, el Presidente Omar al-Bashir, fuera derrocado por un levantamiento popular en 2019, una frágil transición hacia una democracia liderada por civiles quedó destrozada cuando al-Burhan y Hemedti dieron un golpe de Estado en 2021.
Entonces muchos analistas advirtieron que un eventual enfrentamiento entre Al-Burhan y Hemedti era inevitable. El Ejército y las FAR inicialmente compartieron el poder, pero la consiguiente lucha por este entre los dos se vio exacerbada por un Acuerdo Marco respaldado internacionalmente en diciembre de 2022. Este intentó integrar a las FAR en el Ejército como parte de una reforma más amplia del sector de seguridad y la transición. a la democracia.
“El Acuerdo Marco puso en primer plano cuestiones existenciales clave para ambas fuerzas y sus dirigentes, como la integración (de FAR) en un solo Ejército, la desinversión militar de sectores lucrativos de la economía y la perspectiva de que (los soldados) enfrenten justicia por abusos pasados“, dijo a la cadena Al Jazeera Jonas Horner, un investigador independiente sobre Sudán. “Sobre todo, las dos fuerzas temían quedar más débiles que la otra”, añadió.
Las tensiones entre las dos fuerzas militares alcanzaron un punto de ebullición en Jartum el 15 de abril del año pasado, cuando ambas fuerzas enviaron vehículos blindados a las calles y abrieron fuego entre sí.
La guerra se ha extendido por varias regiones del país y ha provocado el colapso de los sistemas de infraestructura, incluidos los servicios sanitarios y sanitarios, además de provocar miles de muertes y el desplazamiento de millones. El número exacto de personas asesinadas no está muy claro y los informes varían de una fuente a otra.
Hasta abril de 2024, casi 16.000 personas, incluido personal militar, habían muerto, según el Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED). Un informe de la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, afirmó en octubre que cerca de 4.000 civiles habían muerto y 8.400 habían resultado heridos sólo en Darfur, entre el 15 de abril y finales de agosto. Según un informe de la ONU visto por Reuters en enero, entre 10.000 y 15.000 personas habían sido asesinadas en una sola ciudad –El Geneina, en la región sudanesa de Darfur Occidental– el año pasado.
“Cuando empezaron los problemas entre las FAS y las FAR, yo vivía en las afueras del campo (de Hasahissa), que está cerca de una base militar. Los milicianos entraban en nuestras casas y saqueaban nuestras pertenencias. Durante los combates, en el campo no había acceso a atención sanitaria ni a alimentos. Vendí mis pertenencias para ganar algo de dinero para comer. Con el tiempo, la situación de seguridad se volvió demasiado difícil y me vi obligada a trasladarme al campo de Tululu, a una hora de distancia”, dijo Khadija Mohammad, de 25 años, originaria de Darfur, en conversación con MSF.
“Sufrimos mucho. Durante tres días no pudimos dormir (en el campo de Hasahissa). Ahora, donde estamos también es malo, porque no tenemos suficiente comida. En el campo de Tululu, mi familia y yo no tenemos acceso a la atención sanitaria. Viajé más de una hora hasta el hospital Universitario de Zalingei para recibir tratamiento para mi hijo Malaki, que dio positivo en la prueba de la malaria que le hicieron en el hospital”, añadió.
Crisis humanitaria
La agencia de la ONU para la infancia, Unicef, dice que incluso algunas comunidades en Sudán han sido empujadas al borde de la hambruna.
La falta de fondos en Sudán del Sur significa que 3 millones de personas que padecen hambre aguda no reciben asistencia del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas. Dentro de Chad, una escasez similar de fondos significa que tendrá que poner fin al apoyo a los 1,2 millones de refugiados dentro del país en abril.
Los funcionarios del PMA advierten que en toda la región, casi 28 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria aguda: 18 millones en Sudán, 7 millones en Sudán del Sur y casi 3 millones en Chad.
“Sudán está sufriendo de una guerra hace un año. Es una guerra que está afectando a millones de personas y que está teniendo consecuencias atroces contra la población civil. La población está siendo víctima de la violencia directa, estamos hablando de bombardeos, de artillería pesada, de armas de fuego, de todo tipo, de violencias, agresiones. Las consecuencias son catastróficas”, dijo a La Tercera, Helena Cardellach, coordinadora de emergencia de MSF para Sudán.
“Según el PMA, 18 millones de personas están en una situación de inseguridad alimentaria. Médicos Sin Fronteras, hizo una encuesta nutricional y de mortalidad en el norte de Darfur, específicamente en un campo de desplazados Zamzam. Y el resultado de esa encuesta es que el 15% de los niños -entre seis meses y dos años- están sufriendo desnutrición aguda severa. Y esto es lo que estamos viendo en una de las zonas. Pero somos conscientes de que hay otras zonas que están en riesgo también. Entonces, una de nuestras actividades principales son programas de nutrición, en todos los estados que estamos trabajando con Médicos Sin Fronteras. A día de hoy trabaja en 10 estados del país de Sudán”, añadió.
“La población sudanesa está sufriendo enormemente debido a los intensos combates -incluidos bombardeos, fuego de artillería y operaciones terrestres en zonas residenciales urbanas y aldeas-, y a que el sistema de salud y los servicios básicos han colapsado en gran medida o han sido dañados por las partes enfrentadas. Sólo entre el 20% y el 30% de los centros de salud siguen funcionando en Sudán, lo que significa que la disponibilidad de atención sanitaria para la población es extremadamente limitada en todo el país”, afirmó Jean Stowell, coordinadora general de MSF en Sudán.
Por su parte, Ibrahim, un médico de la organización humanitaria que trabaja en Jartum, ciudad bloqueada desde hace seis meses, indicó que en la actualidad el mayor reto “es la escasez de suministros médicos”. “Nos hemos quedado sin material quirúrgico y estamos a punto de interrumpir todo el trabajo si no llegan suministros”, indicó.
En zonas cercanas a las hostilidades, los equipos de MSF han atendido a mujeres, hombres y niños heridos directamente en los combates, con heridas de metralla, de explosión y de bala, y por balas perdidas. Desde abril de 2023, las estructuras médicas apoyadas por MSF han recibido más de 22.800 casos de lesiones traumáticas y realizado más de 4.600 intervenciones quirúrgicas, muchas de ellas relacionadas con la violencia ocurrida en Jartum y Darfur. En Wad Madani, una ciudad rodeada por tres frentes activos, MSF atiende actualmente a 200 pacientes al mes con heridas relacionadas con la violencia.
“Están llegando pacientes en estado crítico. Nosotros estamos ofreciendo cirugías de urgencia, cirugías traumatológicas para la gente. Y estamos también llevando a cabo apoyo a maternidades, a pediatría. Mujeres y niños son los grupos más vulnerables. Lo que estamos viendo son pacientes que están llegando en estado crítico porque no tienen acceso a tratamiento y a medicamentos, pero son pacientes que sufren de enfermedades crónicas”, explicó Cardellach.
“Hace una semana hablaba con un compañero, un médico que está en el hospital, de donde somos la única organización en el estado y me comentaba que un paciente llegó a las urgencias y se cayó en frente suyo. Era un paciente de 45 años que sufría de una enfermedad cardíaca y cualquier esfuerzo podía empeorar su estado. Y tuvo que andar más de una hora para llegar al hospital porque no hay un sistema de referencia, no hay ambulancias, no hay transportes. Entonces mucha gente llega a pie o van en carros que son tirados por burros o llegan en bicicleta. O mamás que van a dar a luz a al hospital y porque no han podido acceder al seguimiento durante el embarazo, tienen complicaciones”, se lamenta la coordinadora de emergencia de MSF para Sudán.