Si terminan siendo las últimas Navidades con nuestros abuelos, habremos hecho algo mal.
Con ese emotivo mensaje, pronunciado el 9 de diciembre en el Parlamento, la canciller alemana, Angela Merkel, abogó por restricciones más duras ante las elevadas cifras de casos de Covid-19.
Sin embargo, este jueves, un día después de que entrara en vigencia el confinamiento parcial solicitado por Merkel, las cifras rompieron récords. Según el Instituto Robert Koch (RKI), la agencia gubernamental encargada del control de las enfermedades infecciosas, el número de nuevos casos llegó a 30.423 en solo 24 horas, un nivel nunca alcanzado hasta ahora. En tanto, los decesos en el mismo período fueron de 698, una cifra inferior a los 952 del miércoles, día en que se produjo el mayor número de muertes diarias desde el inicio de la pandemia.
Alemania se enfrenta a una segunda ola epidémica mucho menos controlada que la primera, en la pasada primavera boreal, destacó Deutsche Welle. En total, el virus ha causado 1,4 millones de contagios y 25.109 muertos, según Worldometers. Con 341 casos por 100.000 habitantes en 14 días, la incidencia en el país es mayor que la de Francia (236) y España (220), similar a la de Reino Unido (348) e inferior a la de Italia (428), según el Centro Europeo para el Control de Enfermedades.
Pero, ¿cómo Alemania pasó de ser el alumno ejemplar en el manejo de la pandemia a uno de los países más golpeados de Europa? Según El País, una mezcla de medidas demasiado suaves, tardanza en reaccionar y falsa sensación de seguridad lo explicarían. Por ejemplo, señala el diario español, abunda el consenso de que habría sido necesario un cierre de la vida pública como el actual hace más de un mes, cuando comenzó el crecimiento exponencial. Pero entonces, algunos Estados federados “arrastraron los pies” impidiendo el consenso.
“En general, ahora vemos más infecciones, el virus se propaga dentro de la población y no se limita localmente ni a brotes únicos, como sucedió en la primavera. Desafortunadamente, también vemos que el virus se propaga cada vez más y más en los ancianos. Por ejemplo, vemos cada vez más brotes en casas de retiro y cuidado”, dice a La Tercera Marieke Degen, portavoz adjunta del RKI.
Clemens Wendtner, jefe médico de la Clínica Schwabing de Munich, y quien a fines de enero trató a los primeros pacientes con Covid-19 en Alemania, comparte ese análisis. “La segunda ola que comenzó ya en septiembre afectó principalmente a personas más jóvenes (entre 30 y 59 años), pero Alemania perdió el control con respecto al seguimiento de casos. Cerca del 80% de todas las muertes ocurrió en el grupo de edad de más de 70 años. Por lo tanto, se considera que la mayoría de las personas más jóvenes propagaba la enfermedad en hogares privados, en hogares de ancianos, etc.”, comenta a este medio el infectólogo alemán.
Wendtner explica a La Tercera que “en una ciudad como Munich (de 1,5 millones de habitantes) con una incidencia de 250 casos por 100.000 habitantes en siete días, ahora es casi imposible controlar la propagación difusa de la enfermedad viral”. “El 96% de las camas de las UCI están ocupadas, estamos cerca de una situación de triaje”, grafica.
Así, a la espera del inicio de la vacunación -el 27 de diciembre-, la apuesta se centra en el confinamiento.
Si este bloqueo tiene un efecto, ciertamente pasarán varias semanas hasta que el efecto sea visible (...). Por tanto, es casi seguro que la situación empeore primero.
Marieke Degen, portavoz adjunta del RKI.
“Un lockdown -o mejor dicho un shutdown- es la única posibilidad de disminuir el número de contactos, tienen que reducirse al menos alrededor del 60%”, asegura Wendtner. “Cuando bajamos a una incidencia de 50 casos por 100.000 habitantes o menos, podemos rastrear los contactos nuevamente. Estoy seguro de que lograremos este objetivo con este cierre, la única pregunta es si esto sucederá el 10 de enero (cuando termina el confinamiento) o si tenemos que extenderlo”, plantea.