Los tanques Leopard 2 se han vuelto el último dolor de cabeza del canciller alemán Olaf Scholz, que ve que ya no es solo Ucrania, sino sus países vecinos, quienes les exigen liberar el envío de estos reputados carros de combate al país en guerra. Uno de los principales momentos de presión ocurrió precisamente el viernes pasado, en la base militar de Ramstein, en Alemania, en el seno de una cumbre de países que apoyan los esfuerzos bélicos de Kiev contra Rusia.
Como ocurre con este tipo de equipos de combate, a pesar de que Alemania se los vendió a Polonia y otros países del este, es necesario que el Estado “fabricante” autorice la transferencia de estos tanques, que el Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky lleva meses solicitando a Occidente.
Incluso al interior de la coalición “semáforo”, los tres partidos que gobiernan Alemania, tienen opiniones distintas al respecto. La ministra de Relaciones Exteriores alemana, Annalena Baerbock, declaró el domingo en una entrevista a LCI que si Polonia llegase a pedir la autorización para usar los Leopard 2, “no se opondría”. “Es cierto que hay reglas de control, pero, de momento, no nos han preguntado, pero si ocurriese, nosotros no nos opondríamos”, señaló la diplomática, contradiciendo por poco al jefe del Ejecutivo alemán.
Polonia lleva tiempo presionando a Alemania para recibir la luz verde y enviar los Leopard 2 a Ucrania, ya que cuenta con 250 de esos tanques en servicio. En esa misma dirección, Baerbock, que pertenece al partido ecologista Los Verdes, señaló: “Nos hemos dado cuenta hasta qué punto esos tanques son importantes, por eso estamos en fase de consultas con nuestros aliados y socios”.
Sin embargo, aún es necesaria la aprobación de Scholz, que no da su brazo a torcer. El domingo, en una cumbre en París junto con Emmanuel Macron, ambos líderes se comprometieron a seguir apoyando a Ucrania, pero sin ir más allá ni confirmar el envío de tanques.
Scholz, aseguran los expertos, percibe que “liberar los Leopard” sería una escalada mayor en la guerra, pues ya no se trataría de armamento defensivo, como lo eran por ejemplo los misiles antitanques Javelin, sino tanques para atacar. Esto comprometería de manera más seria a Alemania y OTAN en la guerra.
Las presiones llevan semanas y el pasado viernes, en Ramstein, se mantuvieron, cuando el recientemente nombrado ministro de Defensa germano, Boris Pistorius, aseguró que entre los aliados “todavía no existe una opinión unánime a favor del despliegue de tanques pesados de fabricación occidental”. De todos modos, la negativa no es total: abre una puerta a que los socios de la coalición internacional den sus propios pasos.
Ahí está otro tema: los tanques Abrams de Estados Unidos, como los Challenger británicos y los Leclerc franceses son también armas ofensivas, y tampoco han cruzado la frontera ucraniana. Y de momento, Reino Unido ya prometió 12 Challenger a Kiev. De todos modos, Pistorius señaló que se están inventariando los Leopard 2. “Nos estamos preparando por si acaso”, señaló el ministro de Defensa.
Horas antes de la reunión en Ramstein, nueve países miembros de la OTAN se comprometieron a hacer un envío de armas “sin precedentes”: Estonia, Reino Unido, Polonia, Letonia, Lituania, Dinamarca, República Checa, Países Bajos y Eslovaquia. Entre lo sostenido por los Estados firmantes de la declaración, se adelanta el proveer a Kiev de “carros de combate”. A pesar de la presión, aún ningún país da el paso de enviar sus Leopard sin la autorización alemana.
El ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Zbigniew Rau, se quejó de la posición de Berlín respecto a los tanques. “Armar a Ucrania para repeler la agresión rusa no es un ejercicio de toma de decisiones. La sangre ucraniana se derrama de verdad. Este es el precio de la indecisión sobre las entregas de Leopard. Necesitamos acción, ahora”, señaló.
Este lunes, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, anunció que su país pronto solicitará formalmente permiso a Berlín para reexportar los tanques, reaccionando así a las declaraciones de Annalena Baerbock para la televisión francesa.
Hasta el momento, los ucranianos han peleado con tanques de la época soviética, y los expertos señalan que el ingreso de los Leopard al campo de batalla podría significar un cambio importante en la relación de fuerzas entre Ucrania y Rusia. En una guerra cuyo teatro de operaciones es tan amplio, las armas terrestres son particularmente importantes para asegurar el control de amplias zonas del país.
John Chipman, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, señaló al respecto en entrevista con El País: “La artillería ha tenido un papel muy importante, pero también se producen considerables batallas de tanques. Hay límites en la capacidad de Ucrania de proteger la tierra que controla y sin duda límites en la capacidad de reconquistar más si no reciben tanques modernos.”
Según el mismo diario, los tanques ucranianos están en su mayoría en mal estado, no solo después de 11 meses de guerra, sino que también durante años de uso, desde que empezó la guerra del Donbás, en 2014.
Mykhailo Podolyak, asesor de la presidencia ucraniana, afirmó en una entrevista con The Telegraph que con tanques como los Leopard 2 y misiles de largo alcance, las Fuerzas Armadas ucranianas podrían ganar la guerra, incluso en 2023. Zelensky también ha pedido en variadas ocasiones la entrada de esos tanques en el frente.
La decisión está en Berlín, y particularmente en el canciller Olaf Scholz. De momento, el tiempo corre a favor de Rusia: este momento del invierno es ideal para una ofensiva en Ucrania, ya que el suelo está frío y los blindados pueden rodar mejor. En primavera, en cambio, las lluvias convierten los campos en lodazales, cosa que ya sufrieron las tropas rusas el año pasado.