Hasta hace un tiempo, el nombre de Alex Saab no decía mucho en Venezuela. El empresario nacido en Barranquilla había comenzado a colaborar con el gobierno de Hugo Chávez, participando en el programa Misión Vivienda como contratista para las casas sociales. De ahí, a lo largo de la última década, llegó a aparecer en los Panama Papers, manejar una serie de empresas fantasmas y ponerse de lleno en la mira de las cortes estadounidenses.

Hoy por hoy, carteles con su cara decoran Caracas, con mensajes como “Libertad para el diplomático Alex Saab” o “Free Alex Saab, no lo han podido doblegar”. Sin embargo, este fin de semana, después de más de un año capturado por la policía de Cabo Verde, en el oeste de África, fue llevado a California, donde enfrentará cargos por lavado de dinero y corrupción.

En 2017 se acusó a Saab de ser el testaferro de Nicolás Maduro y, según los expertos, ha sido uno de los hombres más poderosos dentro del régimen en Venezuela, a pesar de no ocupar un cargo público. Y tanta sería su importancia a ojos del Presidente, que este decidió suspender su presencia en las negociaciones con la oposición, a causa del caso en su contra.

Un hombre camina frente a un mural en apoyo a Alex Saab. Foto: AFP.

El empresario, de 49 años, nació en Barranquilla, Colombia, y su carrera en el mundo de los negocios se realizó en ese ámbito. De ascendencia libanesa, expandió el negocio de toallas de su padre, y ya en los 2000 incursionó en el mundo de los objetos de publicidad y uniformes de trabajo. Por esto, algunos lo señalan como “el vendedor de llaveros” que se ganó la confianza de Maduro. Fue en 2009 donde, en medio de una mala época que lo tuvo al límite de la bancarrota, conoce a un tal Álvaro Pulido.

Junto con este nuevo socio, del mundo de la construcción, empezaría a relacionarse con el régimen chavista: en 2011, firma una alianza estratégica para la “constitución e instalación de kits para la construcción de viviendas fabricadas”. En este, el primer evento en el que Saab aparece a la luz pública, asistió también el entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos.

De las viviendas pasaría a los gimnasios, y con la muerte de Chávez su posición mejoraría. En 2013, junto con Pulido, el colombiano participaría en el proyecto de construcción de “gimnasios verticales”, prometidos por el régimen con miras a bajar la criminalidad. Muchos de estos gimnasios siguen en abandono o sin terminar hasta hoy, sin eso evitar que la dupla Saab-Pulido haya recibido 100 millones de dólares para su ejecución.

No contento con las obras públicas, Saab comenzó a vender también leche en polvo al régimen, a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción: los CLAP, vendiéndole miles de toneladas de cajas de alimentos a Maduro. El empresario habría amasado una fortuna de más de 1.500 millones de dólares entre 2016 y 2018. Una investigación del medio armando.info encontró que las ocho marcas mexicanas de leche que Saab habría importado eran de pésima calidad: “El fraude lesiona, a la vez, las arcas y la salud pública, ofreciendo como alimento un amasijo pobre en calcio y proteínas, pero repleto de carbohidratos y sodio”, señalaba el medio en 2018.

Mujer camina frente a un cartel en apoyo a la liberación de Alex Saab, en Caracas, Venezuela. Foto: REUTERS.

Para 2016 la DEA ya lo estaba vigilando, ya que era sospechoso de lavado de dinero y otras actividades ilícitas. Muchas de sus empresas, como Asasi Food, Mulberry Proje Yatirim y Group Grand Limited, estaban inscritas en lugares como los Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Hong Kong.

Con estas empresas, y usando un régimen de cambio especial, Saab habría sacado millones y millones de dólares de Venezuela. De hecho, a través de él, distintos países pudieron negociar intercambios con la nación petrolera, a pesar de las sanciones económicas que Estados Unidos ha aplicado sobre ella.

Según The Wall Street Journal, “Saab ha sido central al organizar tratos en los que Venezuela cambió oro por comida y combustible, proveniente de países como Irán y Turquía, que han ayudado a Maduro a sobrellevar las condiciones económicas en continuo deterioro de su país”.

Por estos favores y la relación con Maduro, hay quienes dicen que Saab fungía como un “súper ministro” tras bambalinas. El biógrafo Gerardo Reyes explicó al diario El País: “Si faltaba leche en Venezuela, le marcaban al celular a Saab. Si faltaba combustible, lo llamaban para que resolviera la situación. Y ante la escasez de divisas le propusieron a él que se ingeniara un modelo muy directo de venta de oro en lingotes, y entonces él se iba con su avión, o contrataba otros aviones, y vendía oro en Turquía. Era el hombre que resolvía todo y tenía más funciones que cualquier otro ministro venezolano, o por lo menos estaba más ocupado”.

En uno de estos viajes, sin embargo, empezó su fin. En junio de 2020, mientras iba en jet privado a Irán, se quedó sin combustible, por lo que decidió parar y abastecerse en una de las islas de Cabo Verde. Ahí fue detenido, y su figura empezó a ser señalada en Caracas como “mártir” de la revolución bolivariana.

En recientes declaraciones, Nicolás Maduro afirmó que a Saab lo había secuestrado “el gobierno de Estados Unidos en complicidad con las autoridades de Cabo Verde, quienes lo torturaron y mantuvieron prisionero arbitrariamente durante 491 días, sin orden de captura ni debido proceso”. Durante su tiempo en Cabo Verde, desde el gobierno de Venezuela habían dicho que Saab estaba en una misión diplomática, alegando a la inmunidad que tendría un representante en esos contextos.

La exfiscal general de Venezuela Luisa Ortega lo llamó en 2017 como el “principal testaferro de la autocracia” de Maduro y su familia, y aseguró que su extradición “es un logro para quienes buscamos justicia contra los responsables de la tragedia y el caos que viven los venezolanos”.