Una semana antes de que Donald Trump deje la Presidencia de Estados Unidos y siete días después de que partidarios del mandatario republicano irrumpieran en el Capitolio durante la votación para certificar la victoria electoral del demócrata Joe Biden, la Cámara de Representantes acusó al mandatario de incitar una insurrección que amenaza a la democracia estadounidense. Todo esto, en medio de una fuerte presencia militar en el corazón político del país.
Algunos expertos lo ven como el “final perfecto” para cuatro años de una Presidencia que presionó todos los límites y fracturó la política estadounidense. A menos de una semana del término del mandato del gobernante republicano, el país está profundamente fracturado y atraviesa un clímax de violencia. La mayoría de los estadounidenses ya no confían en el sistema y lo único que tienen en común en este minuto es la ira, en uno y otro lado.
Trump se convirtió el miércoles en el único Presidente en la historia con dos impeachment abiertos en su contra. Pero el juicio político en el Congreso a días del término de su mandato no es la única polémica que enfrenta. Un representante demócrata acusó a colegas republicanos de ayudar a quienes invadieron el Capitolio a explorar el edificio previamente.
Además, todo esto tuvo lugar en medio de una pandemia. Aunque la atención no ha estado puesta en el virus, el número de casos y muertes ha aumentado rápidamente en las últimas semanas de la Presidencia de Trump. De hecho, más de 4.400 personas murieron a causa del virus en Estados Unidos el martes, una cifra diaria más alta que el total de personas que murieron en Pearl Harbor o en los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Los historiadores estadounidenses aún debaten sobre cómo definir este momento histórico. Lo han comparado con períodos desafiantes, como la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil o el escándalo Watergate. También han citado el año 1968, cuando Martin Luther King y Robert Kennedy fueron asesinados mientras el país estallaba por la guerra de Vietnam y los derechos civiles.
Incluso han mencionado los días después de los ataques del 11/S, cuando los estadounidenses esperaban con incertidumbre más muertes violentas a gran escala. Sin embargo, ninguna de estas épocas se parece a lo que se está viviendo ahora en el país.
“Este es un momento extraordinario, virtualmente sin paralelo en la historia. Es difícil encontrar otro momento en el que el pegamento que nos mantiene unidos se estaba deshaciendo como ahora”, dijo el cronista Jay Winick a The New York Times.
“El momento histórico en el que éramos un modelo, básicamente ha terminado. Ahora tenemos que ganarnos nuestra credibilidad nuevamente, lo que podría no ser tan malo”, señaló el historiador Timothy Snyder al mismo periódico.
El miércoles, mientras los demócratas exigían rendición de cuentas por parte del mandatario, muchos republicanos rechazaron las acusaciones y criticaron que sus colegas se apresuraran a emitir juicios sin audiencias ni pruebas, incluso sin mucho debate.
“Donald Trump es el hombre más peligroso que jamás haya ocupado la Oficina Oval”, acusó Joaquín Castro, representante demócrata por Texas.
“La izquierda en Estados Unidos ha incitado mucha más violencia política que la derecha”, dijo el representante republicano Matt Gaetz, de Florida.
Trump, por su parte, no se defendió directamente de las acusaciones. Sin embargo, luego de la votación, el mandatario republicano publicó un video de cinco minutos en el que denunció la violencia de la semana pasada y criticó a quienes la llevaron a cabo. “Si haces alguna de estas cosas, no estás apoyando nuestro movimiento, lo estás atacando”, dijo Trump. Aunque ha sido la crítica más dura del mandatario sobre los acontecimientos de la semana pasada, no expresó arrepentimiento ni se hizo responsable.
“Quiero ser muy claro: condeno inequívocamente la violencia que vimos la semana pasada. La violencia y el vandalismo no tienen cabida en nuestro país”, advirtió el mandatario republicano.
Aunque no se refirió al juicio político, Trump habló de un “asalto sin precedentes a la libertad de expresión”, días después de que suspendieran indefinidamente su cuenta de Twitter.
El abandono de Trump
A diferencia del primer juicio político de Trump, donde el mandatario tuvo el apoyo incondicional de su partido, esta vez 10 republicanos lo abandonaron, encabezados por la representante Liz Cheney de Wyoming, que ocupa el tercer liderazgo del Partido Republicano.
Otros republicanos están de acuerdo en que el mandatario es responsable de haber incitado a la turba a entrar al Capitolio, pero advirtieron que no se trataba de un delito impugnable o que era innecesario y divisivo juzgarlo unos días antes de que termine su mandato. Uno de ellos fue el representante Kevin McCarthy de California, líder de la minoría republicana y uno de los aliados más incondicionales de Trump.
Pase lo que pase con el juicio, el fragmentado ambiente en Estados Unidos no va a cambiar tan fácilmente. Las personas que ven la derrota de Trump en noviembre como un llamado a las armas siguen siendo una fuerza importante. De hecho, los funcionarios de seguridad están preparándose para reforzar la protección en Washington para la toma de posesión de Biden el miércoles, preocupados ante una repetición del asalto al Capitolio.
Trump, por su parte, está enfocado en rehabilitar su marca a días de dejar el cargo. Aunque no se ha extendido ninguna invitación formal al Presidente electo para una reunión en la Casa Blanca, los asesores de Trump se lo han sugerido, teniendo en mente el futuro de su fortuna personal.
En la misma línea, Trump podría dar el tradicional discurso de salida para resaltar lo que él considera como los principales logros de su gestión. Sus asesores le han dicho que cualquier gesto que pueda hacer que contribuya a una transición sin problemas “será mejor para su marca a largo plazo”, según habría comentado uno de sus aliados a NBC News.
Aunque Trump señaló que no asistirá a la toma de posesión de Biden, se espera que sí lo haga el vicepresidente Mike Pence.