Reconoce que las escenas de los talibanes entrando en Kabul y el caos que siguió en el aeropuerto de la capital de Afganistán han sido “muy difíciles de presenciar” para los soldados estadounidenses que sirvieron en ese país. Y que, en lo personal, la rapidez de la ofensiva de los fundamentalistas lo “sorprendió”, si bien era consciente de que “eventualmente” recuperarían el poder.
Lo dice Amin Tarzi, quien desde 2007 es director de estudios de Medio Oriente en la Universidad del Cuerpo de Marines en Quantico, Virginia, institución que forma parte del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Miembro de la histórica familia Tarzi de Afganistán, ha estado involucrado en los asuntos del país asiático como diplomático, investigador, negociador internacional y académico desde mediados de la década de 1980.
“Mi madre es sobrina del rey Amanullah, esposo de la reina Soraya. Soraya era hija de Mahmud Tarzi, tío de mi abuelo paterno”, comenta a este medio. Político e intelectual, Mahmud Tarzi se convirtió en una figura clave en la historia de Afganistán. Siguiendo el ejemplo de Mustafa Kemal Atatürk en Turquía, trabajó por la modernización y la secularización, y se opuso firmemente al extremismo religioso y al oscurantismo. Además de servir como embajador y canciller, es conocido como el padre del periodismo afgano. Soraya, por su parte, fue una de las primeras líderes que impulsó reformas a favor de las mujeres en el país.
Coeditor junto a Robert D. Crews, profesor de Historia en la Universidad de Stanford, del libro The Taliban and the Crisis of Afghanistan (2008), las áreas de investigación de Amin Tarzi incluyen la historia, la política y el proceso de construcción del Estado en Afganistán.
Aclarando de antemano que sus comentarios “son de naturaleza personal y no una perspectiva oficial de EE.UU.”, Tarzi califica como un “error” la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán, ya que, a su juicio, “Estados Unidos tiene intereses duraderos en esa región que requieren una presencia duradera”, según afirma en esta entrevista con La Tercera.
¿Le sorprendió la rápida ofensiva que devolvió al poder a los talibanes?
Sí. Si bien creía que los talibanes eventualmente recuperarían el poder, la velocidad de la acción me ha sorprendido.
La inteligencia estadounidense habló de un plazo de 90 días para la caída de Kabul. ¿Por qué fallaron las estimaciones?
Fracasaron porque el aspecto social de la guerra afgana siempre fue subestimado y poco estudiado. El número de fuerzas y la calidad de las armas son medidas cuantitativas que llevaron a una estimación de 90 días. Lo que no se calculó correctamente fue que las Fuerzas de Seguridad Nacional de Afganistán (ANSF) dependían en gran medida del apoyo aéreo, la inteligencia y el respaldo moral inconmensurable de Estados Unidos. Además del apoyo militar directo, la ANSF dependía de un gran número de contratistas extranjeros para los aspectos técnicos de su equipo.
¿Qué factores permitieron a los talibanes recuperar el control del territorio en tan poco tiempo?
Una respuesta completa a esta pregunta sería un libro. En resumen, desde el principio, ninguno de los países involucrados en el conflicto afgano tenía una gran estrategia a largo plazo, con la excepción de Pakistán. Mientras los talibanes ganaban legitimidad, el gobierno afgano, una solución políticamente conveniente en 2014, contradecía la propia Constitución que estableció el gobierno una década antes. Las dos partes nunca cooperaron, y sus patrocinadores occidentales buscaban las salidas, preocupándose muy poco por las cuestiones de legitimidad y potencial para la longevidad del Gobierno de Unidad Nacional, algo que he descrito continuamente, aprovechando a Voltaire, como no nacional, ni unido, ni un gobierno.
¿Cree que la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán fue un error? ¿Por qué?
Sí. Creo que Estados Unidos tiene intereses duraderos en esa región que requieren una presencia duradera, no una gran fuerza militar de ocupación, sino una pequeña presencia con acuerdos transaccionales con un gobierno afgano que funcione.
¿Qué sienten los soldados estadounidenses al ver la situación actual en Afganistán?
Para la mayoría de los que sirvieron en Afganistán, las escenas de los talibanes entrando en Kabul y el caos que siguió en el aeropuerto son muy difíciles de presenciar.
¿Qué debería hacer el gobierno de Joe Biden tras el retorno al gobierno de los talibanes? ¿Es posible una nueva misión militar?
Hablando como ciudadano privado de Estados Unidos, la primera orden del día es llevar a cabo una evacuación ordenada de los ciudadanos estadounidenses, así como de los ciudadanos de otros países y de los afganos que nos ayudaron a nosotros y a otros afganos vulnerables, que ahora está en marcha. Más allá de eso, creo que Estados Unidos tiene que evaluar la situación basándose en el comportamiento de los talibanes. No parecen ser los mismos talibanes de la década de 1990. Actualmente están negociando con otras facciones afganas. Por supuesto, una vez que tengan un control más completo, su comportamiento podría cambiar. Además, existen variaciones entre los líderes talibanes. Los futuros tratos de EE.UU. con ellos serán determinados por qué facción se imponga.
En su primera conferencia de prensa, el liderazgo talibán ha sido más moderado. ¿Confía en que este gobierno sea menos violento y fundamentalista que el de 1996-2001?
Como dije anteriormente, estos no son los mismos talibanes, pero cómo se desempeñan después de la retirada total de las fuerzas estadounidenses; cómo, o pueden, solidificar su dominio en todo el país; el surgimiento de oposiciones activas a su gobierno, y las fisuras dentro de sus propias filas son algunos de los factores y determinantes de cómo se comportarán en el futuro.
Algunos expertos temen que Afganistán se convierta en un refugio para Al Qaeda y el Estado Islámico bajo el gobierno de los talibanes. ¿Cuál es su opinión?
Esa es una ansiedad muy legítima. He escrito sobre el Estado Islámico Provincia de Khorasán (ISKP) y el potencial de su resurgimiento como fuerza en caso de que Afganistán vuelva a caer en un escenario de competencia regional. Cuando hay un vacío de gobernanza y la gente está necesitada, germinarán grupos terroristas y de poder estatales.