Andrés Manuel López Obrador juró el sábado como el primer presidente de izquierda en la historia reciente de México, con la promesa de lograr cambios profundos en una sociedad que en los últimos años ha padecido una violencia y corrupción creciente.

La llegada de López Obrador al Ejecutivo marca un punto de inflexión en uno de los experimentos de apertura de mercado y privatización más radicales del mundo.

"Hoy no sólo inicia un nuevo gobierno, hoy inicia un cambio de régimen polí­tico", dijo el izquierdista de 65 años desde la tribuna de la Cámara de Diputados. "A partir de ahora se iniciará una transformación pací­fica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México".

Sin embargo, y tal como lo dijo tras ganar las elecciones de julio, el nuevo mandatario señaló que no piensa perseguir a los funcionarios de gobiernos anteriores porque no lo anima la "venganza" y que es "partidario del perdón y la indulgencia". Esta posición le ha valido desde hace semanas diversas crí­ticas de quienes piensan que eso abre paso a la impunidad que también ha dicho que combatirá.

López Obrador dijo, sin embargo, que si algún funcionario o familiar comete algún delito o incurre en prácticas de corrupción se les investigará y castigará.

Durante años, México tuvo una economí­a cerrada controlada por el Estado, pero desde la entrada en vigor del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio en 1986, la nación firmó más acuerdos de libre comercio que casi cualquier otro paí­s y privatizó casi todos los sectores de su economí­a, a excepción del petróleo y la electricidad.

Ahora, sin embargo, López Obrador ofrece un discurso inaudito en el paí­s desde la década de 1960: quiere construir más refinerí­as de petróleo estatales y anima a los mexicanos a "no comprar en el extranjero (...) vamos a producir en México lo que consumimos".

Junto a un profundo sentido del nacionalismo y de su lugar en la historia, la toma de posesión de AMLO, como se le conoce popularmente, podrí­a ser el traspaso de poder más local y populista en décadas.

Después de prestar juramento ante la Cámara de Diputados, López Obrador planea celebrar otra ceremonia el sábado más tarde en la principal plaza de la Ciudad de México, el Zócalo, donde un lí­der de las comunidades indí­genas le entregará un sí­mbolo tradicional de autoridad: un bastón ceremonial de madera. El acto será una gran celebración que incluirá música tradicional.

La ceremonia formal se realiza ante la presencia de varios lí­deres y presidentes de distintos paí­ses. Antes de la llegada de López Obrador, legisladores conservadores colocaron una pancarta con la leyenda "Maduro no eres bienvenido" para protestar contra el presidente venezolano, uno de los invitados, y cuya llegada aún no estaba confirmada.

El nuevo mandatario trasladará su oficina al Palacio Nacional, ubicado en uno de los costados del Zócalo, y seguirá viviendo en su casa en lugar de mudarse a la lujosa y custodiada residencia presidencial de Los Pinos, ubicada a nueve kilómetros al oeste.

Cerrada al público desde que se construyó en la década de 1935, la residencia ahora será utilizada para eventos públicos. Y el sábado, de hecho, fue por primera vez abierta al público.

El traspaso del poder comenzó a medianoche, cuando los nuevos secretarios del gabinete prestaron juramento para ocupar puestos clave de seguridad, una tradición destinada a garantizar que siempre haya alguien al frente del Ejército, la Armada y de la Secretarí­a de Gobernación, la principal agencia de seguridad interna del paí­s.

La nueva secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo en una ceremonia posterior a la medianoche que el nuevo gobierno escuchará a todos, "a la mayorí­a y a las minorí­as, pues en democracia todas las opiniones pueden expresarse".

AMLO ganó relevancia como polí­tico de izquierda al liderar protestas contra la contaminación por hidrocarburos en su estado natal, Tabasco, pero no ha dado ningún indicio de si cancelará los contratos privados de prospección petrolera o si retirará al paí­s de sus acuerdos de libre comercio con 44 naciones.

López Obrador logró una aplastante victoria en las elecciones del 1 de julio tras dos fracasadas candidaturas a la presidencia, y es el primer lí­der desde la Revolución Mexicana que se hizo un nombre como lí­der activista. Considera su llegada al poder como la "cuarta transformación" del paí­s, luego de la independencia mexicana de España, las reformas liberales que acabaron con el dominio de la Iglesia en 1850 y la revolución (1910-1917).

Su predecesor, Enrique Peña Nieto, deja el cargo con un í­ndice de aprobación en mí­nimos históricos, que algunas encuestas sitúan entre el 20 y el 24%. Peña Nieto no logró frenar el aumento de la delincuencia ni gestionar la llegada de miles de migrantes centroamericanos a la frontera con Estados Unidos, donde están acampados, lo que hace que esos dos asuntos sean los retos más inmediatos para la nueva presidencia.