Era el 7 de enero de 1999 y, ante los ojos del mundo, el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, William Rehnquist, iniciaba un procedimiento que sólo se había ocupado una vez antes y 130 años atrás. El juez encabezaba las audiencias en el Senado del juicio político contra Bill Clinton, el entonces presidente estadounidense, en un caso que había acaparado la atención global con detalles íntimos: más allá de los dos cargos, que apuntaban a perjurio y a obstrucción de la justicia, el mandatario había tenido que hacer frente a revelaciones como la naturaleza de su relación con la becaria de la Casa Blanca Monica Lewinsky.

Eran motivos muy distintos a los que se habían esgrimido en 1868 contra Andrew Johnson, el primer presidente de EE.UU. que enfrentó el mecanismo. Aparte de ellos dos, solamente en un caso un juicio político -conocido como impeachment- ha avanzado de forma exitosa en alguna de sus etapas: el presentado contra Richard Nixon en los años 70, aunque nunca llegó a ser votado por ninguna de las cámaras del Congreso.

Y el nombre de Donald Trump podría sumarse a la lista. Este martes, la jefa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, anunció que iniciarán formalmente los procedimientos para el juicio político, algo que se dará además en pleno período electoral, dado que hay elecciones presidenciales dentro de 13 meses. Acá, lo que pasó en los casos anteriores, con un patrón en común: ningún mandatario estadounidense hasta el momento ha llegado a ser destituido por el mecanismo. Aunque, en algunos casos, estuvo al borde de aprobarse.

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Andrew Johnson: Abuso de poder y pugna con el Congreso

Faltó sólo un legislador. Bastaba que uno de los 19 senadores que votaron por declarar "no culpable" al presidente Andrew Johnson cambiara su parecer para que fuera destituido de su puesto. El estándar, al igual que en la actualidad, era altísimo: si bien se requiere mayoría de la Cámara de Representantes para que la acusación vaya al Senado, en dicho cuerpo se necesitan dos tercios de los votos para que prospere.

Sin embargo, 35 legisladores estuvieron a favor de castigar a Johnson, hasta hoy el porcentaje más alto en una acusación de este tipo en el Senado estadounidense. Era 1868 y lo que yacía detrás era una pugna entre el Congreso y el Poder Ejecutivo. Un año antes, el parlamento había aprobado una ley que impedía al mandatario remover a ministros sin el consentimiento del cuerpo legislativo. La medida buscaba proteger al influyente secretario de Guerra, Edwin Stanton, pero de todas formas el mandatario procedió a removerlo unos meses después y nombró de forma interina a un sustituto, Lorenzo Thomas.

Precisamente dos de los once cargos que se votaron contra Johnson apuntaban a la ilegalidad de este procedimiento. Fueron los primeros que se votaron, junto con uno adicional que culpaba al mandatario de haber traído "desgracia y ridículo" a la institución presidencial. Y estos tres artículos fueron los que se quedaron a un legislador de la aprobación: el resto consiguió mayoría, pero no el quórum necesario para ejecutar su destitución.

Richard Nixon: Watergate y renuncias

El caso Watergate fue el que provocó que los legisladores demócratas comenzaran a avanzar en 1974 con los procedimientos del juicio político contra Richard Nixon. Con el mandatario cada vez más desacreditado, y con dudas concretas sobre qué sabía y cuál había sido su rol en el espionaje de sus adversarios políticos, el proceso ganó fuerza.

En la primera etapa, la revisión por parte del Comité Judicial de la Cámara de Representantes -similar a una comisión investigadora-, pasaron tres de los cinco cargos planteados: obstrucción de justicia, abuso de poder y despreciar al Congreso.

Sin embargo, esto no llegaría a ser visto por la sala de dicho cuerpo, ni mucho menos por el Senado. ¿El motivo? Nixon renunció a la presidencia el 9 de agosto de ese año, el único mandatario en la historia estadounidense en hacerlo, con lo que los procedimientos no siguieron progresando.

Bill Clinton: El impacto del "caso Lewinsky"

El caso más famoso, con todo, es el de Bill Clinton, quien enfrentó una situación particular: un juicio político en medio de un escenario donde él contaba con altos índices de aprobación.

La situación quedó ligada de forma indeleble a su vínculo con Monica Lewinsky, por ese entonces una joven becaria de la Casa Blanca. Y no se escatimó en detalles, porque uno de los elementos centrales era si Clinton había mentido o no al afirmar que no había tenido relaciones sexuales con ella. El mandatario se defendió de quienes lo acusaban de perjurio reconociendo que Lewinksy le había practicado sexo oral, pero asegurando que eso no entraba dentro del concepto que él entendía como relaciones sexuales al contestar su pregunta.

Con todo, los cargos de obstrucción a la justicia y perjurio ni siquiera llegaron a obtener una mayoría simple. Muy lejos del quórum necesario, el procedimiento terminó sin generar la destitución del mandatario.