El rescate económico de Europa de 750 mil millones de euros fue asegurado gracias a una improbable campeona: la canciller alemana, Angela Merkel, quien después de años de oposición a tales entregas, fue la fuerza impulsora tras el acuerdo. Debido a su insistencia los líderes de la Unión Europea dieron un paso el martes que habían evitado por años: acordar emitir una deuda común a una gran escala para financiar un intento de sacar a los países miembros de la crisis económica provocada por el coronavirus.
La conversión de Merkel, que era impensable hace unos meses, aumenta las perspectivas de revertir el destino de la Unión Europea. Cuando el Covid-19 se propagó por Europa en marzo, los países cerraron sus fronteras, acumularon sus necesidades médicas y se culparon unos a otros de darse puñaladas. Los políticos preguntaron a viva voz si la Unión Europea podría sobrevivir tal acrimonia.
Las naciones de la UE crearon un pacto sin precedentes que va a amarrar sus economías aún más, al adoptar un paquete de gasto de 1,8 billones de euros (US$ 2,06 billones). Eso incluye el plan de recuperación de coronavirus de 750 mil millones, de los cuales 390 mil millones de subsidios serán deuda común. En el pasado, el bloque ofrecía solo préstamos para rescatar o apuntalar las financias de un miembro. Los líderes del bloque también autorizaron un presupuesto multianual de la UE de un billón de euros.
El logro se produjo alrededor de la madrugada del lunes, después de conversaciones durante toda la noche, cuando Merkel obtuvo el consentimiento del primer ministro holandés Mark Rutte, que era el más crítico al plan de recuperación. Temiendo que un impasse fuera catastrófico políticamente y económicamente, él y otros escépticos, que se habían opuesto inicialmente a las entregas accedieron a los subsidios de 390 mil millones de euros con pocas restricciones.
“El futuro de Europa está en riesgo”, advirtió Merkel a Rutte durante la tensa negociación, señaló alguien cercano a la discusión. “Si los países del sur se van a quiebra, todos nos vamos a la quiebra finalmente”.
El acuerdo fue posible debido a la propia conversión de Merkel tres meses antes, bajo la presión del Presidente francés, Emmanuel Macron, de su propio socio de coalición y de los efectos colaterales de la pandemia respecto de la cohesión política y económica de la UE, señalaron personas cercanas a la canciller.
Por años los alemanes habían elogiado a Merkel y decían que era “la canciller de hierro”, por ayudar a imponer condiciones draconianas a las economías en problemas de la UE. Esto, a cambio de un sustento financiero durante la crisis del euro hace una década. Aunque ella estuvo de acuerdo con los rescates a Grecia, Irlanda y otros, ella insistió en que la ayuda fueran préstamos a una tasa de interés baja, no subsidios. Ella también demandó que el financiamiento fuera como condición de políticas impopulares, como reducciones al bienestar y que los países ricos no cubrieran la deuda de sus vecinos más pobres.
Desesperación económica
Lo que impulsó la acción de Merkel fue la desesperación económica que produjo el confinamiento por el coronavirus en Europa y en los mayores mercados externos. La economía de la zona euro se contraerá hasta 9% este año, según las estimaciones de la UE. Millones de personas enfrentan el desempleo después de que el gobierno termine su apoyo en los próximos meses. La economía alemana impulsada por las exportaciones, el motor del crecimiento europeo, ya estaba estancada antes de que llegara el virus.
“Ella entendió la importancia histórica del momento”, dijo una persona cercana a la canciller. “Era claro que esto podría destruir a la UE”.
También lo que ha provocado la audacia de Merkel, la líder con más años en el servicio de la UE, es su recién descubierta libertad, ya que anunció que no volverá a postularse en las elecciones alemanas el próximo año.
Cuando el coronavirus golpeó Italia en febrero, su mala situación económica se hizo más evidente. Macron respaldó las propuestas de que todos los gobiernos de la eurozona emitieran bonos comunes para darle a Roma y a otros gobiernos afligidos considerando, dijo, que la pandemia no era culpa de los políticos. El fondo comunitario, señaló, salvaría a los gobiernos con problemas de aumentar su deuda para pagar su recuperación.
Habiendo fracasado en tratar de influir en Merkel directamente, Macron en febrero cambió y comenzó a presionar el clima político alrededor de ella. Él hizo lobby con el cada vez más popular Partido Verde, que respaldó su plan.
Merkel se volvió más receptiva en marzo, dijeron personas familiarizadas con la canciller, a medida que el equipamiento médico se iba reduciendo y que los gobiernos de la UE se retraían hacia el nacionalismo.
A medida que la crisis se profundizó, a comienzos de abril Macron rompió el protocolo y personalmente llamó al ministro de Finanzas alemán y vicecanciller, Olaf Scholz, dijeron funcionarios de gobierno que conocieron el episodio.
La llamada, que no había sido previamente reportada, fue notable porque Scholz forma parte de los socialdemócratas, socios de coalición de Merkel. Los líderes europeos raramente se acercan a otros miembros directamente, pero los dos hombres se conocían de cuando Macron era ministro de Economía francés. Macron sabía que Scholz, a diferencia de Merkel y muchos otros de sus cautelosos asesores, favorecía la integración fiscal de la eurozona para preservar la UE, entre lo que estaba el poder para emitir deuda común.
En la llamada, Macron le dijo a Scholz que la situación era grave, sostuvieron los funcionarios. Macron apoyó la idea de Bruselas de recolectar capital de los mercados de deuda como un blindaje fiscal. El mecanismo no requería cambios legales y podría ser anunciado como una respuesta única a la pandemia, dijo Macron.
Scholz estuvo de acuerdo de inmediato, dijeron estos funcionarios. Luego discutió los detalles con los líderes de España y Portugal, que son socialdemócratas. Después de vender el plan a su propio partido, Scholz se lo presentó a Merkel, dijo uno de los funcionarios de gobierno. Sus asesores dudaron, pero Merkel había decidido de forma privada que solo medidas dramáticas podrían evitar una catástrofe.
Con Merkel de acuerdo, los funcionarios alemanes y franceses prepararon una propuesta conjunta. Merkel enfrentó el desafío de convencer a su propio partido, que por mucho tiempo se había opuesto a ideas similares provenientes de París.
Cuando los líderes de la UE se reunieron el viernes en Bruselas para su primera cumbre en persona desde febrero, se trazaron líneas de batalla. A diferencia de otras ocasiones, Macron y Merkel trabajaron juntos. Condujeron reuniones juntos y se quedaron en el mismo hotel. Merkel, que alguna vez fue la abanderada de las naciones frugales de la UE, ahora lideraba el ataque diplomático del sur contra sus antiguos aliados, y tenía a Macron respaldándola. El viernes, al comienzo de la cumbre, coincidió con el cumpleaños 66 de Merkel y Macron le dio de regalo varias botellas de un fino vino francés de Borgoña, uno de los favoritos de la canciller.
La resistencia
Liderando la resistencia estaba la Holanda de Rutte, previamente un aliado confiable en la frugalidad contra las propuestas francesas. Tras una década de estar en el mismo lado, ahora se confrontaban. Rutte, que enfrenta una elección el próximo año, debe equilibrar una fraccionada coalición, la oposición euroescéptica y los votantes que se oponen a entregar dinero fiscal a los países más débiles de la UE.
El sábado por la noche, luego de 36 horas de estancadas negociaciones, Macron y Merkel se reunieron con la alianza frugal. La reunión rápidamente se volvió amarga, dijeron los participantes. Merkel y Macron se levantaron y abandonaron la reunión. Rutte luego dijo a los reporteros que los dos líderes habían “huido en una rabieta”.
De hecho, Macron y Merkel se habían retirado al bar del hotel, donde, de buen humor, discutieron el plan de batalla con una botella fría de borgoña. Durante la cena del domingo, los líderes se enfrentaron nuevamente. Merkel perdió la calma y criticó a los líderes opositores por presuntamente filtrar un recuento desfavorable de las conversaciones con los medios alemanes.
Macron también se puso irritable. Golpeando el puño sobre la mesa, acusó al canciller austríaco, Sebastian Kurz, uno de los líderes frugales, de abandonar la sala para recibir llamadas de la prensa.
El nuevo acuerdo debe ser ahora aprobado por los Parlamentos nacionales de la UE, lo que podría presentar nuevos desafíos. Merkel dijo que el bloque había demostrado que en tiempos difíciles podría actuar en conjunto para el bien de Europa. “Cuando Alemania y Francia se unen, tal vez no puedan hacer todo”, dijo Macron el martes por la mañana, hablando junto a la líder alemana. “Pero si no se unen, nada es posible”.