El Hospital Clínic de Barcelona hace unas semanas estaba al borde del colapso. Es uno de los hospitales más premiados de España, elegido por el gobierno de Cataluña para lidiar con la pandemia tras su éxito en la gestión del ébola hace unos años. Su equipo, dirigido por Antoni Castells, se tuvo que adecuar a medida que llegaban nuevos casos de coronavirus, sin mascarillas ni material de protección suficiente, llegado a atender a más de 2.500 personas. El número de casos ha descendido significativamente en España y, desde mayo, se está llevando a cabo una desescalada gradual hacia la “nueva normalidad”, que culminará el 1 de julio con la reapertura de fronteras. Aunque todavía existen temores de una nueva ola de contagios después del verano. España registra 292.655 casos y 27.136 muertos (580 por millón de habitantes).

¿Cómo se han vivido en el hospital estos meses tan difíciles?

Han sido muy duros y hemos tenido un poco de todo. El principio de la epidemia fue verdaderamente dramático porque recibimos una gran avalancha de pacientes. Nuestra capacidad para poder reaccionar era escasa, había mucha incertidumbre porque no conocíamos la enfermedad. Esta situación nos obligó a adaptarnos muy rápido. La sociedad respondió muy bien, con solidaridad y generosidad. Esto nos ayudó a salir adelante.

¿Cómo está siendo esta segunda etapa?

En estos momentos se está buscando recuperar la sensación de normalidad cuanto antes, pero aún no siendo normal, con lo cual hay una dificultad técnica importante, porque conviven en el hospital pacientes ingresados que aún están infectados de coronavirus, con otros pacientes, como siempre hemos tenido. Desde un punto de vista logístico y de reparto de la actividad, es complejo de manejar porque todo el mundo quiere volver a la etapa previa de la infección.

¿Cuál el escenario que se observa ahora en España?

Estamos viendo un descenso de la incidencia de la infección y esto ocurre a nivel poblacional, pero repercute directamente en el hospital. Al haber menos infecciones, hay menos casos que requieren ingreso hospitalario. Las medidas de confinamiento decretadas por el gobierno han contribuido positivamente en este sentido. Por otra parte, los casos que atendemos ahora en el hospital son menos graves que los que veíamos al principio y aquí sí que no tengo una explicación clara. Esto podría ser porque el virus es menos agresivo que antes, o porque los pacientes llegan antes y podemos actuar a tiempo.

¿Por qué el virus ha sido más agresivo en unos países que otros? En Europa, por ejemplo, la mortalidad en Italia y España ha sido muy elevada.

No lo sabemos. Conocemos por ahora que el virus no es exactamente el mismo en todo el mundo porque hay varias cepas. Puede ser que haya pequeñas diferencias entre el virus en un área y otra, o que la genética de una población pueda condicionar la respuesta, ya que el virus se une a las células y algunos receptores concretos de nuestro organismo.

¿Existe una relación entre el virus y las bajas temperaturas?

Como el coronavirus no es diferente a otros virus estacionales como el resfriado o la gripe, uno piensa que puede tener un comportamiento parecido: que en épocas frías se reproduce más y con el calor pierde actividad o incluso pueda desaparecer. Pero en este periodo hemos visto que el virus ha tenido una incidencia muy alta en países tropicales.

¿Cómo ve el proceso de reapertura en España? ¿Tiene miedo de una segunda ola de contagios?

Esta duda la tenemos, pero a medida que vamos avanzando en las diferentes fases del desconfinamiento, no se está produciendo. Este brote que temíamos no se ha producido, por lo que ahora estamos más tranquilos. De vuelta al otoño e invierno, las infecciones pueden repuntar. No podemos descartar este escenario.

¿Estamos mejor preparados ante la posibilidad de que un rebrote?

Creo que lo estamos. Conocemos más el comportamiento de la enfermedad, sabemos cómo hemos hecho frente a las dificultades y hemos comprobado que el hospital puede crecer hasta un número concreto de camas. En esta primera etapa, el factor humano ayudaba con todo lo que no alcanzamos con medios y equipos (por ejemplo, quedándose en casa para frenar la cadena de infecciones). Si se produce un segundo brote, es posible que la gente esté más cansada o ya no sea tan optimista viendo que la historia se reproduce.

¿Cuándo podemos hablar del fin de la pandemia?

La pandemia es un criterio muy epidemiológico, por lo tanto cuando llegue a un número de casos, inferior a una determinada cifra, la OMS dirá que la pandemia ya no existe. Sin embargo, el miedo a esta infección va a desaparecer en el momento en que tengamos una vacuna efectiva.

¿Es seguro que llegaremos a tener una vacuna? ¿Y cuándo?

No sabemos cuándo va a ser, no creo que lo sepa nadie. En estos momentos hay más de 100 grupos en todo el mundo llevando a cabo investigaciones con aproximaciones tecnológicas muy diferentes.

¿Qué errores estamos cometiendo a la hora de protegernos? Ha habido mucho debate sobre las mascarillas. ¿Debemos llevarlas?

Creo que sí, siendo médico y por sentido común. Son unas medidas que contribuyen a disminuir la epidemia. Una es la distancia social entre una persona y otra, otra es la limpieza de las manos con soluciones hidroalcohólicas. La mascarilla contribuye al efecto beneficioso de mantener distancias. Para mí es una obviedad y tiene sentido.

El asunto de la posibilidad de reinfectarse es una gran preocupación. ¿Hay motivos de alarma?

Hay alguna información muy puntual de personas que han pasado la enfermedad y generado anticuerpos que no han sido protectores, pero estos datos provienen de estudios realizados en Corea del sur que no se han reproducido en otras partes del mundo y con series muy pequeñas.

¿Qué hubiera hecho distinto si en el hospital hubiese tenido la misma información y experiencia que ahora tienen los países sudamericanos como Chile?

Conocer cómo los hospitales de otros países han hecho frente a la pandemia posiblemente hubiera ayudado a hacer las cosas un poco diferentes. También es cierto que, a parte de la experiencia que podamos transmitir los médicos de una a otra parte del mundo, también hay que tener en cuenta la dificultad de disponer de los recursos. Cuando el virus llegó a España, tratamos de comprar material de protección, como fármacos, respiradores y monitores. Pero la gran fábrica del mundo es China y en aquel momento no había recuperado su capacidad productiva. En otras partes del mundo también puede ocurrir.