"Vengo a despedir a mi gran amigo Alan García", dijo el cardenal José Luis Cipriani junto al ataúd del exmandatario en la Casa de Pueblo, en Lima. La sala, donde se velaban los restos del expresidentes, comenzó a silenciarse -no sin cierta dificultad- para permitir escuchar al exarzobispo de Lima, quien pese a las diferencias políticas, mantenía una larga amistad con el líder aprista.
"Un hombre que dedicó su vida al servicio del país", continuó el prelado, denunciando luego la campaña de odio y enfrentamiento que se vive, según él, en Perú. "Basta de persecución, no es momento de juzgar", sentenció, mientras la sala que solo minutos antes gritaba a voz en cuello: "¡El APRA nunca muere!", terminó rezando al unísono el Padre Nuestro.
El cardenal fue la figura más destacada que fue a despedir al expresidente a la sede del APRA en Lima, durante una jornada que vio pasar a sus hijos, nietos, yernos y hasta su exesposa Pilar Nores, saludada entre gritos de "¡Compañera Pilar Nores, presente!". Ellos, además de toda una dirigencia que espera que la muerte de García ayude a recuperar a un partido que está por los suelos y es una sombra del que fundó Víctor Raúl Haya de la Torre en 1924.
Con solo cuatro congresistas y poco más de 20 alcaldes -muy lejos de los más de 200 que tenía en 2005-, el APRA, según sus propios dirigentes, enfrenta riesgos de desaparecer. Y el grito "¡El APRA nunca muere!" parece hoy un mantra cada vez menos eficaz. Por eso, la muerte de Alan García, cuyos restos serán sepultados este viernes, surge como una oportunidad.
"Es el momento más grave del partido desde la muerte de Haya de la Torre y pone a prueba el futuro del partido", asegura a La Tercera el secretario general, Omar Quesada, pero agrega que "si nosotros mezclamos unidad y fraternidad con los principios del partido podemos seguir teniendo futuro". Quesada es crítico del momento actual del APRA. "Lo digo con franqueza", asegura, "si en el partido se van a privilegiar agendas personales, podemos ir a la extinción. Existe ese riesgo". Sin embargo, precisa que el miércoles en la noche, "ante el cuerpo yacente de Alan García los dirigentes hemos hecho un juramento de luchar por la unidad".
Cambio cultural
Como varios viejos militantes que avanzaban cansinamente rumbo al féretro del exmandatario, el actual vocero parlamentario del partido y expresidente de la colectividad, Jorge del Castillo, apuesta que la muerte de García ayudará a potenciar al partido. "El APRA se va a unir para recuperar espacio en la escena política", señaló en una entrevista a La República. Sin embargo, ese desafío aparece complejo, según sostienen académicos y políticos peruanos, que advierten un cambio cultural y generacional en la política local que ve poco espacio para una segunda vida del partido. Antes, comenta un exministro peruano, los aparatos de la justicia y el sistema público eran apristas, pero hoy eso cambió, lo que explica en parte el suicidio de García.
Para el politólogo y columnista del diario El Comercio Félix Puémape, el momento del partido es en parte responsabilidad de García, "que siempre se vio más preocupado de cultivar su propia imagen que la de su partido". Pero más que la disputa interna, para Puémape, el mayor problema para el APRA es el juicio de la calle, que a la luz de la limitada asistencia al velorio de su líder, revela un duro camino por delante.