El conflicto en Sudán, que se arrastra por más de un año, amenaza con convertirse con una de las mayores crisis humanitarias del mundo y ya ha dejado miles de muertos. El martes, Estados Unidos instó a entidades externas a dejar de alimentar y prolongar el conflicto sudanés mediante el suministro de armas a la región.
Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante la ONU, también pidió al Consejo de Seguridad que dé prioridad a Sudán y pidió la reanudación de las negociaciones de alto el fuego que incluyan un retorno a la gobernanza civil.
“No hay solución militar para esta guerra sin sentido... ninguna en absoluto”, dijo Thomas-Greenfield ante el Consejo de Seguridad de 15 miembros.
Los dos bandos en conflicto, las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) han continuado una larga lucha por el poder. Según la ONU, ya se ha cobrado unas 150.000 vidas y aproximadamente ocho millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, han sido desplazados internamente, según Naciones Unidas y organizaciones internacionales. A ello se suma que casi dos millones de personas han huido a países vecinos para escapar de los combates, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre Chad y Sudán del Sur.
La guerra también ha empujado a gran parte del país a la inseguridad alimentaria y al hambre aguda.
Los combates han sido especialmente duros en El Fasher, la capital de Darfur del Norte y la única capital de la región de Darfur que no está bajo el control de las FAR. Si la ciudad cae podría derivar en una masacre étnica como la violencia que sufrió Darfur a principios de los años 2000, cuando los Janjaweed, un grupo de milicias nómadas árabes, atacaron a los africanos étnicos. Naciones Unidas estima que 300.000 personas murieron en el genocidio.
“La situación actual presenta todas las características de un riesgo de genocidio”, afirmó Alice Wairimu Nderitu, la principal funcionaria de las Naciones Unidas para la prevención del genocidio.
Los combatientes, que libran una guerra civil campal con los soldados del gobierno sudanés, han tomado el control de la carretera principal. Esto ha cortado en gran medida los alimentos, y no sólo para El Fasher, un centro de suministro para una región que ya lucha contra la hambruna. Recientemente, en un campo de desplazados, un niño moría de desnutrición cada dos horas, dijeron los médicos al diario The New York Times.
La atención médica también es escasa y los hospitales se ven obligados a cerrar ante los merodeadores de los combatientes.
La Corte Penal Internacional, que presentó cargos contra funcionarios sudaneses tras el genocidio de hace dos décadas, dice que está estudiando de cerca lo que está sucediendo ahora. El tribunal con sede en La Haya ha emitido un llamado para que se presenten pruebas de las atrocidades.
Algunos de los combatientes de las Fuerzas de Apoyo Rápido están facilitando ese trabajo. En lugar de intentar ocultar la destrucción de viviendas y el maltrato a civiles, lo registran.
El alto comisionado de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, dijo el martes ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, que Sudán “está siendo destruido ante nuestros ojos por dos partes en conflicto y grupos afiliados... (que han) dejado de lado flagrantemente los derechos de su propio pueblo”. Türk pidió que ambas partes rindan cuentas por haber cometido crímenes de guerra.
Los combates estallaron en Jartum, la capital de Sudán, el 15 de abril de 2023, debido a una creciente lucha por el poder entre las dos facciones principales del régimen militar. Por un lado están las Fuerzas Armadas de Sudán que siguen siendo ampliamente leales al general Abdel Fattah al-Burhan, el gobernante de facto del país. Contra él están los paramilitares de las FAR, un grupo de milicias que siguen al exseñor de la guerra general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti.
Después de que el gobernante de Sudán durante casi 30 años, el presidente Omar al-Bashir, fuera derrocado por un levantamiento popular en 2019, una frágil transición hacia una democracia liderada por civiles quedó destrozada cuando Al-Burhan y Hemedti dieron un golpe de Estado en 2021.
Entonces, muchos analistas advirtieron que un eventual enfrentamiento entre Al-Burhan y Hemedti era inevitable. El Ejército y las FAR inicialmente compartieron el poder, pero la consiguiente lucha por este entre ambos bandos se vio exacerbada por un Acuerdo Marco respaldado internacionalmente en diciembre de 2022. Este intentó integrar a las FAR en el Ejército como parte de una reforma más amplia del sector de seguridad y la transición a la democracia.
“El Acuerdo Marco puso en primer plano cuestiones existenciales clave para ambas fuerzas y sus dirigentes, como la integración (de FAR) en un solo Ejército, la desinversión militar de sectores lucrativos de la economía y la perspectiva de que (los soldados) enfrenten la justicia por abusos pasados”, dijo a la cadena Al Jazeera Jonas Horner, un investigador independiente sobre Sudán. “Sobre todo, las dos fuerzas temían quedar más débiles que la otra”, añadió.
La guerra se ha extendido por varias regiones del país y ha provocado el colapso de los sistemas de infraestructura, incluidos los servicios sanitarios.
El 14 de junio, el Consejo de Seguridad adoptó una resolución redactada por Reino Unido exigiendo el fin del asedio de El Fasher.
La medida, que obtuvo 14 votos a favor y una abstención de Rusia, expresa una “grave preocupación” por la propagación de la violencia e informa que las FAR están llevando a cabo “violencia por motivos étnicos “.
Durante la reunión del Consejo de Seguridad del martes, el embajador sudanés ante la ONU, Ammar Al Harith Idriss, repitió las acusaciones de que los Emiratos Árabes Unidos están apoyando a las FAR.
El embajador de los Emiratos Árabes Unidos ante la ONU, Mohamed Abushahab, dijo que las “acusaciones ridículas” vinieron del representante de Sudán “que representa a las Fuerzas Armadas sudanesas, una de las partes en guerra en Sudán”.
“Creemos que el pueblo sudanés merece justicia y paz. Necesitan un alto el fuego, un proceso político creíble y un flujo sin obstáculos de ayuda humanitaria”, afirmó Abushahab.
El embajador expresó la profunda preocupación de Emiratos Árabes Unidos por las consecuencias de la intensificación del conflicto para el “hermano pueblo sudanés”.
“Las excusas y las acusaciones sólo prolongan el sufrimiento de los civiles”, dijo Abushahab en respuesta a las acusaciones formuladas por el representante de Sudán.