El ataque aéreo del miércoles por parte del Ejército birmano contra población civil en una zona rebelde en el norte del país ha dejado al menos 168 fallecidos, según un nuevo balance del Gobierno de Unidad Nacional de Myanmar, leal a la otrora “líder de facto”, Aung San Suu Kyi.

Entre los fallecidos hay al menos 40 niños, siendo el más pequeño un bebé de seis meses, confirmó también el representante permanente de esa nación asiática ante la ONU, que además hizo un llamado a la comunidad internacional y al Consejo de Seguridad de la ONU a “tomar acciones decisivas para salvar la vida de la gente de Myanmar y acabar con la impunidad militar”.

El organismo opositor aseguró que los voluntarios todavía trabajan tratando de contabilizar e identificar a los fallecidos, por lo que esperan que este balance aumente en los próximos días.

Las Fuerzas Aéreas de Myanmar lanzaron el miércoles dos bombas en la aldea de Pazigyi, en Sagaing. Un portavoz de la junta militar, Zaw Min tun, confirmó posteriormente que el ataque se dirigía contra terroristas de las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF) que participaban en una ceremonia, alegando que eran personas pertenecientes al grupo aunque vistieran de civiles.

El secretario general de la ONU, António Guterres, condenó el ataque, como también hizo la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), pidiendo a través de un comunicado el “fin inmediato a todas las formas de violencia, especialmente el uso de la fuerza contra civiles”.

La junta militar al frente del Gobierno de Myanmar ha endurecido la represión en este tiempo y acumula más de 21.300 detenidos, según la Asociación de Asistencia a Presos Políticos de Birmania (AAPP, por sus siglas en inglés). Desde el golpe, más de 3.200 personas han muerto a manos de las fuerzas leales a las actuales autoridades.