"Uno de los días más oscuros de Nueva Zelandia", así describió la primera ministra Jacinda Ardern al ataque terrorista perpetrado el viernes en el país insular cuando, al menos, un hombre ingresó a dos mezquitas en Christchurch y disparó contra los fieles dejando al menos 49 fallecidos y 48 heridos, incluido niños, en el ataque masivo más letal en la historia del país que dejó al descubierto las fallas en las leyes de control de armas.
A diferencia de otros países golpeados por ataques "islamofóbicos", Nueva Zelandia mantenía el nivel de amenaza en bajo, ya que el último tiroteo masivo fue hace 30 años en que un hombre asesinó a 13 personas. Pero tras el atentado de este viernes el nivel de alerta fue elevado a alto. El supuesto autor del tiroteo fue identificado como Brenton Tarrant, un australiano de 28 años, tenía explosivos y armas en su auto. Tanto Tarrant -que fue acusado de asesinato- como otras dos personas -que tampoco estaban en listas de sospechosos de terrorismo- fueron arrestadas. La policía investiga la hipótesis de una "presunta célula de supremacistas blancos".
El atacante transmitió en vivo la matanza mediante un Facebook Live de 17 minutos, pero antes publicó un manifiesto de 74 páginas en las redes sociales en el que se define como "un hombre blanco normal" que odia a los inmigrantes. Además, el tirador señaló que se radicalizó durante un viaje a "Francia, España, Portugal y otros países" -según las autoridades también fue a Bulgaria y en 2016 a Serbia, Croacia, Montenegro- en el que vio a "los invasores" en todos lados que "quieren ocupar las tierras y reemplazar étnicamente". También, recalcó que eligió Nueva Zelandia porque es un país remoto en el que demostraría que "ningún lugar en el mundo está a salvo de las migraciones masivas", las que califica de "genocidio blanco".
El archipiélago, de 4,6 millones de habitantes, es uno de los más abiertos a la inmigración, donde la comunidad musulmana representa sólo el 1% de la población, con 46.000 personas, según el censo de 2013. A diferencia de la tendencia europea, en Nueva Zelandia la extrema derecha no ha tenido influencia. Además, un sondeo de 2009 muestra que el 81% de los encuestados valora la contribución de los inmigrantes.
"El racismo es contrario a todo aquello por lo que luchamos, así que este Consejo de DD.HH. aboga por su final", dijo la comisionada de las Naciones Unidas para los DD.HH., Michelle Bachelet en Ginebra.
Es que, según el Global Peace Index 2018, Nueva Zelandia es el segundo país más seguro del mundo después de Islandia y posee uno de los niveles más bajos de criminalidad. De hecho, un informe de la policía neozelandesa señala que en 2014 el país registró 43 homicidios, los que en 2017 cayeron a sólo 35. Sin embargo, de acuerdo con el portal Small Arms Survey, los ciudadanos del archipiélago tienen un estimado de 1,2 millón de armas, una tasa per cápita de una cada tres personas. Esta es más alta que la de Australia, que tiene 3,1 millones de armas, pero con una proporción de una por cada ocho personas. Con todo, la tasa de Nueva Zelandia es más baja que la de EE.UU., donde se estima que existe un arma por persona.
Ante esto, la crítica se ha dirigido a las fallas en las leyes de control de armas en Nueva Zelandia que no prohibe las armas de fuego semiautomáticas, como la utilizada en el ataque. Además, cualquier persona de 16 años o más con una licencia de armas puede adquirir rifles y escopetas sin la obligación de registrarlos. De hecho, el sospechoso de los ataques poseía licencia y cinco armas. "Nuestras leyes de armas", cambiarán prometió Ardern.
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