Los ojos de la región girarán, inevitablemente, hacia tierras argentinas durante este martes, cuando el país trasandino inaugure la VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La cita estará marcada por el malabarismo que deberá realizar el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, quien ya logró convocar a los 33 miembros del foro regional, pero que ahora deberá hacer convivir a las delegaciones presidenciales o de enviados especiales. Una cumbre que ya cuenta con la baja del mandatario venezolano Nicolás Maduro, debido a, según acusa, “un plan de la derecha neofascista” en su contra.
La presencia de las dos máximas superpotencias del mundo, con Estados Unidos representado por una comitiva encabezada por el senador Chris Dodd, y China enviando un video con un discurso del Presidente Xi Jinping, así como la asistencia de una delegación de la Unión Europea, confirman esa búsqueda por atraer a la mayor cantidad de actores a la cumbre regional. “Los 33 miembros envían presidentes o ministros, es algo histórico”, dijeron desde la Cancillería y la Casa Rosada, según consigna La Nación.
La posible llegada de personajes divisorios, como Nicolás Maduro y el cubano Miguel Díaz-Canel -donde algunos los consideran dictadores y otros ven con buenos ojos su integración para superar las diferencias-, hicieron temblar el trabajado plan del mandatario argentino. Los esfuerzos, sin embargo, no fueron suficientes para lograr que Maduro asistiera al encuentro regional, pese a que ya había confirmado su participación.
A través de un comunicado, Caracas denunció “un plan elaborado en el seno de la derecha neofascista, cuyo objetivo es llevar a cabo una serie de agresiones en contra de nuestra delegación encabezada por el Presidente de la República”, acusando al “Imperio Norteamericano” de llevar adelante una campaña de “descrédito” contra Venezuela. Ante este escenario, la declaración confirma que Maduro no viajó a Argentina, y que el canciller Yván Gil Pinto asistiría en su reemplazo.
Invitados problemáticos
Cuando desde el gobierno de Alberto Fernández anunciaron que querían invitar a todos en el barrio, lo decía de forma seria. Y la noticia no cayó bien en la oposición argentina. En su cruzada por lograr reunir a todos los miembros de la Celac, incluyendo a Maduro, Díaz-Canel y Daniel Ortega, de Nicaragua, más de una crítica y amenaza fue deslizada desde Propuesta Republicana (PRO), uno de los principales partidos opositores.
Si bien Ortega confirmó que no viajaría a Argentina, enviando al canciller Denis Moncada en su reemplazo, la inicial confirmación de la presencia de Díaz-Canel -quien llegó el domingo a Argentina- y, especialmente, de Maduro, desataron la indignación opositora.
La presidenta de la colectividad ligada al exmandatario Mauricio Macri, Patricia Bullrich, pidió a través de su cuenta de Twitter la captura de Maduro apenas pusiera un pie en tierras argentinas, comparándolo con el arresto de Augusto Pinochet en Londres, a fines de los 90.
“Si Nicolás Maduro viene a la Argentina, debe ser detenido de manera inmediata por haber cometido crímenes de lesa humanidad. Tal como ocurrió con Pinochet en Londres, en 1998″, escribió la política, agregando que “la Justicia debe actuar en resguardo de la vigencia universal de los derechos humanos”.
En su defensa, según La Nación, desde la Cancillería trasandina recordaron que “en 2013 (el entonces Presidente) Sebastián Piñera le pasó la presidencia pro tempore de la Celac a Raúl Castro”, a modo de justificación por la invitación a los regímenes bolivarianos.
En conversación con el diario brasileño Folha de Sao Paulo, el Presidente Fernández defendió la llegada de Maduro a su país, argumentando que “Venezuela es parte de la Celac” y que, por lo tanto, “Maduro está más que invitado”.
Pero todo el plan para la llegada del líder chavista, que incluía reuniones bilaterales de Venezuela tanto con Argentina como Brasil, se desmoronó durante la tarde del lunes, cuando el régimen acusó un plan para atacar a su presidente y confirmó que el canciller sería el encargado de viajar en reemplazo.
“Ante el escenario de planes extravagantes diseñados por extremistas de la derecha alienados a intereses externos a nuestra región, y con el fin de aportar al buen desarrollo y culminación exitosa de la cumbre en cuestión, hemos tomado la decisión responsable de enviar al canciller de nuestro país”, aseguraron desde el gobierno venezolano, tras denunciar que se pretendía “montar un show deplorable, a fin de perturbar los efectos positivos de tan importante cita regional, y así contribuir a la campaña de descrédito -ya fracasada- que se ha emprendido contra nuestro país desde el Imperio Norteamericano”.
Con este cambio, es la segunda ocasión en que Maduro confirma un viaje internacional y se baja a última hora. Ya aconteció en el cambio de mando de Lula el 1 de enero pasado en Brasilia, acto al que también estaba invitado. En esa oportunidad, de hecho, el propio Lula se enteró minutos antes de la llegada del avión venezolano a suelo brasileño que allí iba el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, en representación del chavismo, y no Maduro.
Oliver Stuenkel, columnista y profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas de Sao Paulo, aseguró en Americas Quarterly que las críticas a este espacio de integración latinoamericano se basan precisamente en haber “ayudado a proporcionar a líderes autoritarios, como Daniel Ortega y Nicolás Maduro, un escudo diplomático y ha contribuido a la erosión de las normas democráticas en la región”.
Esta división ideológica ha quedado patente a lo largo de los años, especialmente cuando gobiernos de ideologías opositoras se encontraban en cumbres internacionales. Pero incluso ahora, donde, en el papel, la mayoría del continente está gobernada por presidentes ligados a la izquierda, esas desavenencias continúan presentes.
El problema, escribió Stuenkel, es que dichas diferencias podrían ser piedras de tope para la integración que muchos mandatarios actuales han dicho buscar. “Lo que se desprende claramente de estos desacuerdos es una marcada diferencia entre las visiones del mundo de las figuras de la izquierda moderada de Chile y Brasil, por un lado, y las figuras más extremistas de países como México, Venezuela y Nicaragua, por otro. Estas discrepancias podrían suponer un impedimento insalvable para una cooperación más amplia”.
No solo la oposición trasandina criticaba el posible viaje de Maduro. Tanto en su tierra natal como en Argentina, dos manifestaciones agitaron las horas previas a la supuesta llegada del sucesor de Hugo Chávez. En Caracas, se realizó durante el lunes una marcha para protestar contra los bajos salarios, mientras que en Buenos Aires se dio por su anunciada presencia en la Celac. Sobre la cabeza del presidente venezolano pesa una recompensa de 15 millones de dólares ofrecida por EE.UU. por su captura, así como numerosas denuncias por violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad por parte de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Corte Penal Internacional.
“Para resolver el problema de Venezuela se necesita diálogo, no bloqueos. Se va a resolver con diálogo y no con amenazas de ocupación”, dijo Lula este lunes sobre la crisis venezolana, según O Globo. Asimismo, calificó de “abominable” el reconocimiento que unos 50 países -entre ellos el Brasil de Jair Bolsonaro- le hicieron a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela en 2019. “Veo mucha gente pidiéndole comprensión a Maduro, y esta gente se olvida que hicieron cosas abominables contra la democracia, que fue reconocer a un tipo que no había sido elegido presidente de la República, como fue Guaidó”, dijo el mandatario brasileño, quien volvió a criticar el embargo económico impuesto por Estados Unidos a Cuba.
Una mirada geopolítica
El espacio, creado como una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA) hace casi 13 años, también se configura como un lugar clave para los ejes de influencia entre las dos grandes potencias del mundo. Y de alguna manera, tanto Estados Unidos como China harán acto de presencia.
El primero envió una delegación encabezada por el congresista Chris Dodd y, según dijeron fuentes del gobierno de Fernández a La Nación, su viaje responde a la necesidad de la Casa Blanca de “mirar con mayor sensibilidad lo que pasa en Sudamérica” tras el considerable aumento de la influencia de Beijing en la región, especialmente en el plano económico.
El gigante asiático, en la vereda contraria, también ha ganado terreno en el área política, lo que quedó en evidencia cuando desde el gobierno argentino dijeron al mismo medio que “Estados Unidos nos elogia, pero no nos da crédito, China sí”.
El mandatario argentino entró en el debate sobre la relación entre ambas potencias, consignó Mercopress, cuando dijo que “Estados Unidos, desde la administración Trump, ha auspiciado y alentado la idea del ‘demonio’ de China, pero nunca participé de aquello. Argentina es un país soberano y tiene derecho a sostener todos los vínculos y relaciones con quienes considere amigos, y con quienes le ofrezcan las mejores oportunidades para desarrollarse”.
“Sería muy ingrato si dijera que China no ha actuado con ese espíritu con Argentina. Creo que Estados Unidos puede tener un vínculo maduro con Argentina, similar al que tenemos con China”, agregó, en línea con la visión armonizadora que aspira lograr.
Un tercer, pero no menos importante actor, también es catalogado como clave por analistas y medios: Luiz Inácio Lula da Silva, el Presidente de Brasil.
“El resultado de la reunión no será trivial. Si bien Brasil por sí solo no puede liderar iniciativas regionales en América Latina, prácticamente ninguna iniciativa significativa en toda América Latina puede prosperar sin el apoyo activo de Brasil. La decisión de Lula de saltarse el Foro Económico Mundial de Davos y viajar a Buenos Aires refleja el compromiso genuino de Brasil de reconstruir los lazos con el vecindario”, aseguró Stuenkel en su columna.
Esto, acompañado de la reactivación en la discusión de una posible moneda conjunta entre Brasil y Argentina, avalan la teoría ampliamente anticipada de que Lula busca recuperar el sitial del gigante sudamericano en, al menos, el plano regional.