Oficialmente, H&M, Zara, Adidas y otras marcas son las mejores amigas de los trabajadores de Bangladesh. Dieciocho firmas, la mayoría estadounidenses, escribieron el mes pasado a la primera ministra, Sheikh Hasina, pidiendo “negociaciones pacíficas para fijar un salario mínimo que cubra las necesidades básicas de los trabajadores”. Sus deseos no tuvieron mucho eco en Dhaka.
El enfrentamiento se convirtió en un baño de sangre, con cuatro huelguistas muertos. Y una gran decepción entre los trabajadores. Exigían un salario mínimo de 210 dólares al mes. A partir del 1 de diciembre sólo recibirán la mitad. Aunque representa un aumento del 60% con respecto al salario mínimo, que no ha variado desde hace cinco años, dista mucho de ser suficiente para compensar la pérdida de poder adquisitivo provocada por el estancamiento salarial y, sobre todo, por la inflación.
Negociaciones
Más allá de la simpatía, ¿pagarán más las grandes marcas a sus proveedores para cubrir el aumento de los salarios? Nadie lo cree realmente. Los fabricantes de Bangladesh figuran entre los más escépticos. Saben por experiencia que, a la hora de negociar un contrato, sus mandantes son los primeros en exigir rebajas. Sobre todo, en el contexto actual de crisis galopante en el sector.
El mes pasado, las exportaciones textiles de Bangladesh cayeron un 14%. Esta subida de los salarios les pone especialmente nerviosos. Ya hablan de catástrofe para las 4.000 fábricas del país y sus cuatro millones de empleados.
¿Salarios decentes?
El modelo de negocio de la moda de bajo costo se basa en los bajos salarios de los países del Sur. Pero en esta parte del mundo, la escala de los bajos salarios es relativamente abierta. En Vietnam o Camboya, los salarios del sector textil son dos o tres veces superiores a los de Bangladesh.
Para convertirse en el segundo productor textil del mundo, por detrás de China, Bangladesh ha aplastado los salarios de sus trabajadoras textiles. Ahora están entre los más bajos del mundo, justo por encima de los de Pakistán y Birmania. Elevarlos no cuestionará el modelo de negocio de la moda rápida, pero supondrá menores beneficios tanto para los proveedores como para los comitentes.
La mano de obra de estos trabajadores de la moda representa el 10% de los costos de los fabricantes de Bangladesh y sólo el 1% del precio final en la tienda. Por tanto, las grandes marcas son las que están en mejor posición para contribuir a aumentar los salarios.
Es difícil ver quién puede obligar a estas marcas a hacer algo, salvo sus clientes. Si se unen a la causa de los trabajadores de Bangladesh, tendrán un fuerte incentivo para hacerlo. Pero, a diferencia del incendio del Rana Plaza hace diez años, los consumidores occidentales aún no se han conmovido por su causa.