El conflicto entre el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, sigue estirándose, y la fractura al interior del Frente de Todos se profundizó la semana pasada con la renuncia del “cristinista” Roberto Felleti a la Secretaría de Comercio Interior: el motivo de la dimisión fue que el cargo, antes bajo el mando del Ministerio de Producción, pasó a la órbita del Ministerio de Economía, dirigido por el “albertista” Martín Guzmán.

La crisis, que se sembró en septiembre con la derrota oficialista en las legislativas, estalló entre diciembre y enero debido al desacuerdo entre los dos máximos cargos del Ejecutivo, respecto a qué hacer con la deuda del Fondo Monetario Internacional, adquirida durante el gobierno de Mauricio Macri. De ahí en adelante, la última vez que Alberto Fernández y Cristina Fernández cruzaron palabras fue en marzo, y desde ese momento la segunda dejó claro que no participaría en eventos públicos con el mandatario.

“No hay que olvidarse que son dos temperamentales que se reencontraron en 2017, después de casi diez años sin hablarse”, apunta Diego Schurman, escritor de Alberto. La intimidad del hombre, el detrás de escena de un presidente. José Ángel Di Mauro, por su parte, escribió la biografía Cristina K: la dama rebelde, además del libro ¿Que se vayan todos?, donde relata el derrumbe político de Argentina en el año 2001.

Alberto Fernández y su gabinete, camino al Te Deum en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Foto: AP.

Luego de casi tres meses sin que Alberto y Cristina se hablen, aun no hay tregua en el horizonte. Di Mauro señala: “No hay ninguna posibilidad, al menos en lo inmediato, para que eso suceda. Según ha trascendido esta semana, tan molesta está la vicepresidenta con quien eligió para encabezar la fórmula del Frente de Todos, que no está dispuesta a acceder a una reunión que pueda pedirle Alberto, o quienes buscan reencauzar la relación”.

“Él sabe lo que tiene que hacer”, dicen los allegados que escucharon decir a Cristina: sacar por lo menos a dos de sus ministros, Martín Guzmán, de Economía, y Matías Kulfas, de Desarrollo Productivo. “El Presidente, por su parte, no piensa ceder al ministro de Economía, porque interpreta que eso sería prácticamente despojarse del poco poder que le resta. Y así estamos”, apunta Di Mauro.

Schurman pone énfasis en el nacimiento del Frente de Todos: “El gobierno presenta un problema de origen. No debe existir antecedente en el mundo donde una candidata a vicepresidenta decide quién va a ser el candidato a presidente. Lo normal es que suceda al revés. Si bien Cristina era la que ostentaba los votos, Alberto era el complemento necesario para que esa fórmula resultara exitosa, ya que le arrimaba aquellos otros votos que le faltaban a Cristina para vencer. Ahora bien, una vez en el poder, y en un sistema presidencialista como el argentino, Alberto necesitó demostrar que no era un títere de Cristina”.

Parte de esa demostración, señala el periodista, iba en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que Alberto Fernández terminó aprobando con los votos de la oposición, porque los congresistas cristinistas lo rechazaron en bloque. “Alberto manifestó en más de una oportunidad que su único jefe político fue Néstor Kirchner. Como muestra de esa autonomía, el Presidente decidió mantenerse firme en su histórica política de consenso, que ya incluyó el acuerdo con el FMI, antes que aceptar la postura confrontativa de Cristina, quien promueve un golpe de timón en la política económica. Esto viene generando una tensión interna que escaló al punto de negarse el diálogo”, explica Schurman.

El Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández, a la salida del Congreso Nacional, durante la sesión de apertura del año legislativo en marzo 2022. Foto: Reuters.

Los conflictos entre ambos Fernández, sin embargo, no son algo de solo este gobierno. “No hay que olvidarse que son dos temperamentales que se reencontraron en 2017, después de casi diez años sin hablarse. Habían discutido muy fuerte durante el conflicto con el campo, en 2008, cuando Cristina era presidenta. Por esa discusión, Alberto, entonces jefe de gabinete, dio un portazo y se fue del gobierno”, recuerda Schurman.

“El día del reencuentro, Alberto hizo catarsis. Le reprochó muchas cosas a Cristina. Pero ambos entendieron que así como estaba el peronismo, atomizado y sin conducción, no tendría futuro. Y con esa zanahoria de arrebatarle el gobierno a Mauricio Macri, acordaron un plan cuyo primer e indefectible paso era trabajar por la unidad del partido”, explica el escritor de Alberto. La intimidad del hombre.

“La historia argentina está llena de ejemplos de malas relaciones entre los presidentes y sus vices. Pero no creo que haya experiencia mundial alguna donde quien es vicepresidente tenga más poder que el Presidente. Si bien desde la oposición figuras como Miguel Pichetto advertían sobre lo que terminó sucediendo, nadie imaginaba que esto podría derivar en semejante entuerto. Paradójicamente, tal vez Cristina fuera quien menos confianza le tuviera a la relación, pues está claro que siempre pensó en un único mandato de Alberto Fernández, imaginando que a partir de 2023 ese cargo lo ocuparía Axel Kicillof, y su hijo Máximo en un futuro próximo. Todos pensaron siempre que Alberto Fernández se ocuparía de hacer parte del trabajo sucio que le despejara el camino al futuro elegido de Cristina para la sucesión”, señala Di Mauro.

El Presidente Alberto Fernández, durante una conferencia de prensa en Alemania. Foto: Reuters.

Debido a esta fractura dentro del oficialismo, hay quienes llegan a especular con una posible renuncia por parte de Alberto Fernández. “Tan grave es la situación que nada puede descartarse. Pero no es lo más probable, sobre todo porque Fernández no quiere ese destino para sí mismo. Las expectativas de Alberto están en alentar la mejora de las variables que en efecto se están dando en algunos rubros, y llegar a octubre con un nivel de inflación más moderado. Luego la Argentina entrará en ‘modo Mundial’ y este gobierno espera que semejante distracción le brinde un poco de aire para pasar el verano y una vez en marzo ya todos estarán atentos a los cierres de listas para las próximas elecciones, en las que el presidente no pierde las esperanzas de poder participar”, especula Di Mauro.

Schurman también descarta la posibilidad de una dimisión por parte del Presidente: “Alberto es un hombre que disfruta el poder, que lo entiende y que lo vive desde hace años. Una renuncia no está en su horizonte, aunque el distanciamiento de su vice pone permanentemente en cuestionamiento la gobernabilidad. La falta de diálogo es un mojón más de una tensión que asomó allá en 2020, cuando Cristina señaló públicamente que ‘hay funcionarios que no funcionan’, que continuó con una carta incendiaria donde responsabilizó a la política de ajuste fiscal del ministro de Economía, Martín Guzmán, por la derrota en las elecciones legislativas del 2021, y que probablemente tuvo su punto culminante con la renuncia, este año, de su hijo Máximo a la jefatura del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados en repudio al acuerdo firmado con el FMI”.

Lula da Silva, Cristina Fernández, Alberto Fernández y Pepe Mujica, en un evento del Día de los Derechos Humanos en la Casa Rosada, el 10 de diciembre de 2021. Foto: Reuters.

A fin de cuentas, señalan ambos autores, lo que busca la vicepresidenta es marcar distancia del gobierno actual, presentándose como una alternativa distinta para las próximas elecciones. “Cristina quiere preservarse a sí misma y a su espacio de las responsabilidades de este fracaso. Aunque en realidad, los números de las encuestas la muestran muy comprometida con la debacle. Dicen que se arrepintió de haber elegido a Alberto, convencida de que ella misma podría haber ganado en 2019, pero eso es contrafáctico. De ahí que muchos hayan activado el operativo clamor para que termine accediendo a presentarse el año que viene. Pero a priori, lo que ella buscaría es una senaduría por la provincia de Buenos Aires, y con eso fuero por 6 años. Nada le garantiza que pueda ganar las elecciones presidenciales: en ese caso se quedaría sin nada, y sobre todo sin resguardo judicial”, advierte Di Mauro.

“Se suele decir que los peronistas se parecen a los gatos, porque cuando todos creen que se están peleando, en verdad se están reproduciendo. Pero más allá de este parangón, con el que se busca minimizar las diferencias internas, hay una realidad bastante más compleja y, por lo tanto, el desenlace de esta crisis partidaria -y, por ende, de gobierno- es incierto. Si fuera todo blanco o negro, los funcionarios que responden a Cristina habrían abandonado la Casa Rosada en masa. Y eso no sucedió. Incluso dirigentes que acompañaron a Cristina en sus dos presidencias, como Aníbal Fernández, Daniel Filmus o Agustín Rossi, hoy defienden a capa y espada la gestión de Alberto”, indica Schurman.

Respecto a las posibilidades de una victoria de CFK en las presidenciales 2023, Di Mauro apunta: “El consultor Lucas Romero expresó hace unos días un razonamiento que suscribo: las elecciones presidenciales argentinas pasaron a ser de tres vueltas, PASO, presidenciales y balotaje. Y para ganarlas hay que tener más del 50% en la tercera instancia, cosa que le estaría vedado a Cristina Kirchner. Salvo, y solo tal vez, que enfrente estuviera Mauricio Macri, e igual el final estaría abierto”.