En Brasil, algunos columnistas ya hablan de una triple crisis, en alusión a los efectos que enfrenta el gobierno del Presidente Jair Bolsonaro producto de la recesión económica, el Covid-19 y la inestabilidad política. En una jornada en que el país quedó al borde de romper la marca de un millón de contagios por coronavirus, la detención de un exasesor del hijo mayor del mandatario por presunta corrupción y la dimisión de su ministro de Educación, no hicieron más que caldear aún más la crisis que golpea al Palacio de Planalto.

Este martes, Brasil registró su cifra máxima de infectados por el coronavirus en un solo día desde que comenzó la pandemia, hace casi tres meses. Ese día se confirmaron 37.278 casos en 24 horas, mientras que este jueves los contagios totales sumaron 983.359 y los fallecidos 47.869.

“Si se mantiene el ritmo actual de contagio, Brasil podría llegar al millón de casos este fin de semana”, advirtió el diario Folha de S. Paulo. Así, Brasil se afianza en el segundo lugar mundial, solo superado por EE.UU., que suma más de 2,2 millones de contagios.

La tasa de contagios en Brasil se ha ralentizado durante tres semanas seguidas, según los cálculos del Imperial College de Londres, una de las principales instituciones mundiales de investigación de epidemias. Esta semana el índice es de 1,05, es decir, cada 100 personas infectadas transmiten el coronavirus a otras 105, y así sucesivamente. La semana pasada, la tasa fue de 1,08. A finales de abril, llegó a 2,8. Pese a este avance, Brasil completó ocho semanas consecutivas por encima de 1, lo que indica que la transmisión aún está fuera de control, destacó Folha.

Un fenómeno similar se ha observado respecto de los decesos por Covid-19. Según el diario O Globo, pareciera que la curva de muertes finalmente ha entrado en un período de estabilización. Desde el 26 de mayo, el país se ha mantenido en un nivel promedio de 985 víctimas por día, sin oscilar más del 6% de este valor.

Los gráficos epidemiológicos de casos y muertes están tomando la forma de una meseta, apunta el periódico carioca. Sin embargo, O Globo advierte que las cifras nacionales esconden las diferencias locales. Los estados donde el coronavirus llegó antes, como Río de Janeiro y Sao Paulo, empujan la tendencia de estabilización hacia abajo. En otros, como Paraná y Paraíba, la epidemia está comenzando a cobrar impulso.

Por ello, el director de Emergencias Sanitarias de la OMS, Mike Ryan, alertó que es pronto para concluir que se haya llegado al peak de la enfermedad, por lo que pidió cautela. “Hemos visto en otros países que, tras cierta estabilización, los casos pueden aumentar otra vez”, insistió.

“Tormenta perfecta”

Pero a la par de la crisis sanitaria, la inestabilidad política no da pausa. La administración de Bolsonaro sumó dos nuevos golpes. El primero lo protagonizó Fabrício Queiroz, de 54 años, quien fue detenido en la localidad de Atibaia (interior de Sao Paulo) en la residencia de un abogado que actúa como defensor del senador Flávio Bolsonaro, indicó el Ministerio Público de Sao Paulo (MPSP).

Queiroz es investigado por su presunta participación “en un esquema de desvío de salarios de funcionarios del gabinete del entonces diputado regional (de Río de Janeiro) Flávio Bolsonaro”, precisó el MPSP. “La verdad prevalecerá”, dijo el hijo de Bolsonaro, que aseguró que se trata de una jugada para atacar a su padre.

A juicio de Miriam Leitão, columnista de O Globo, la prisión de Queiroz “deja al Presidente más vulnerable”. Para Igor Gielow, columnista de Folha, este hecho “completa la tormenta perfecta para Bolsonaro”.

A la detención de Queiroz se sumó este jueves la renuncia del ministro Abraham Weintraub, del ala más radical de seguidores del Presidente, en el marco de una serie de investigaciones en su contra por la presunta difusión de noticias falsas y la realización de comentarios despectivos contra jueces de la Corte Suprema, a quienes llamó “vagabundos”. “Weintraub es sacrificado en el altar de la política, pero es demasiado tarde para Bolsonaro”, sentenció Gielow, para quien la dimisión del ministro de Educación constituye “la mayor derrota del bolsonarismo ideológico desde su ascenso al poder en 2019”.