Hace nueve días, Laura Tolosa dio positivo a Covid-19. Desde el diagnóstico cumple un aislamiento en solitario en su departamento de Lleida, Cataluña, que coincidió con su cumpleaños número 31, el 14 de julio, mismo día en que volvieron en parte las restricciones de movilidad a la zona. Los síntomas leves del virus se han mezclado con la soledad, la tristeza y la impotencia producto de la pandemia, que este viernes alcanzó un aumento récord en los casos mundiales, con 237.743 en 24 horas, y donde EE.UU., Brasil e India registraron sus mayores alzas.
“En el inicio de la pandemia, las primeras restricciones en España fueron una sorpresa para todos. Ni yo ni mis cercanos habíamos vivido antes ninguna situación similar y, a la vez, sentíamos miedo e incertidumbre”, sostiene Laura en conversación con La Tercera. “Desde el 16 de marzo comencé con teletrabajo, lo que era muy difícil porque yo hago grupos de terapia con las personas que recurren a la asociación; muchos de ellos no disponen de teléfono propio para el seguimiento. Me fui a vivir a la casa de mis padres, porque ellos son mayores y estaban solos. Desde que volví el 1 de julio de manera presencial todo fue muy rápido; sin darnos cuenta dos compañeras y yo estábamos infectadas”, comenta.
Después de tres meses de cuarentena obligatoria, España comenzó con un proceso de desconfinamiento que permitió el reinicio gradual de actividades laborales, cuando el 21 de junio todo el país entró en la denominada “nueva normalidad”. A pesar de las normativas implementadas que obligaron a adaptar las oficinas y la rutina diaria, la educadora social alcanzó a asistir solo dos días de forma presencial a la ONG donde trabaja con personas con adicciones antes de que una paciente y dos funcionarias dieran positivo al Covid-19.
Los rebrotes en Cataluña pusieron en jaque el plan de desescalada de la cuarentena que se dio a conocer a fines de abril. El aumento de casos en esta comunidad que tiene 67.217 contagiados -de un total a nivel nacional de 260.255- revela que todavía hay una “transmisión comunitaria”, lo que obligó al gobierno a dar marcha atrás en la reapertura.
La ciudad de Lleida, seis municipios del Segrià y tres barrios de L’Hospitalet volvieron a confinamiento esta semana. Al menos 160 mil personas deben permanecer en casa, solo pueden salir ciertos trabajadores por actividades esenciales, están prohibidas las reuniones de más de 10 personas y el comercio solo puede funcionar sin contacto físico por 15 días. Ayer, la Generalitat ordenó que los residentes de Barcelona y de 12 municipios de área metropolitana se sumen a las restricciones desde hoy.
“Lo más frustrante de todo es que parece que todos los días anteriores que pasé encerrada en casa no habían servido de mucho. La conclusión es que todos estamos expuestos al virus, poca gente cumple con las medidas de prevención. Antes de enfermarme estuve en varios bares y he visto a los camareros con la mascarilla en el cuello o fallas en la limpieza. Lo más difícil de sostener al dar positivo es pensar en todas esas personas con las que has estado en contacto, por si han podido estar contagiadas y el cargo de consciencia pesa, pero al final todos estamos expuestos al contagio ante la rápida propagación en Lleida”, enfatiza la ciudadana catalana.
Polémica por clases
A más de 9.000 kilómetros de distancia en Los Ángeles, California, la familia de Celestine y Ociel han debido tomar todas las medidas para adaptarse a la presencia del Covid-19. Inicialmente, la estrategia californiana fue aplaudida dada la temprana orden -el 19 de marzo- de mantenerse en casa. Pero desde que el gobernador Gavin Newson ordenó la reapertura el 8 de mayo, en el marco de la Fase 2, el estado vive un repunte drástico de casos (366.164 contagios), el doble de hospitalizaciones y el triple de muertes, con 7.475.
Ante este peligroso escenario, el 13 de julio todos los condados de California cerraron las operaciones en restaurantes, salas de cine, centros de entretención, zoológicos, museos y otros espacios. Los bares y cervecerías solo pueden funcionar si venden comida en las terrazas. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU., dependiendo de las cifras de monitoreo, algunos condados como Los Ángeles, Napa y San Diego también cerraron gimnasios, centros comerciales, lugares de culto y sus ceremonias.
“Es decepcionante, es como que no vamos progresando. En mi trabajo nos dijeron que lo más temprano que volveríamos a la oficina sería en septiembre, pero cada vez que pasa algo ese período se va demorando más. Nuestra hija Angelina, de 16 años, seguirá completamente con clases virtuales. Aunque Trump quiera que los niños vuelvan al colegio en California no vamos a dejar que eso pase y rechazamos la propuesta en unas encuestas que enviaron a los apoderados, porque no es un buen momento. Los niños que no tienen acceso reciben tablets en sus casas y claves para internet”, señala Celestine, que trabaja para el canal Fox.
Justamente ayer, el gobernador Newson informó que las condición para reanudar las clases presenciales es que los condados estén fuera de la Lista de Vigilancia Covid-19 por 14 días consecutivos, pero hasta ayer 33 de los 58 condados californianos estaban en la lista, o sea, más del 80% de la población de California.
Ante el retroceso de la apertura, esta familia ver transcurrir sus días en casa donde recientemente adoptaron a un gatito llamado Bowie, desarrollando labores de jardinería en la huerta y tratando de adaptar sus actividades físicas, ya que con el cierre “no podemos ni ir al parque”. Para ellos, una serie de factores ha influido en el aumento de casos. Uno de ellos fueron las multitudinarias protestas del movimiento Black Lives Matter que se iniciaron tras el asesinato por parte de la policía del afroamericano George Floyd, el 25 de mayo. “Estábamos viendo la luz al final del túnel con la reapertura, pero los reclamos para reabrir son por temas económicos, donde muchas personas invirtieron para cumplir con las medidas sanitarias y ahora deben volver a cerrar, y por temas políticos, porque ven que ni el Presidente sigue las medidas anunciadas. A pesar que somos una familia saludable, es un miedo constante enfermarse y no saber qué va a pasar”, apunta Ociel, funcionario de la iglesia de Bel Air.
Según la agencia France Presse, Florida parece ser el nuevo epicentro de la pandemia en EE.UU., ya que en las últimas 24 horas ese estado registró 156 muertes y 14.000 contagios, superando así las cifras de California y Texas. A pesar de esto, el gobernador Ron DeSantis ha rechazado nuevos confinamientos, se niega a decretar obligatorio el uso de mascarillas en lugares cerrados y se prepara para abrir los colegios en agosto.
Ante la ausencia de una vacuna o medicamento para controlar el virus, los gobiernos que hace unas semanas afirmaban haber controlado la pandemia e iniciaban la reapertura se han visto contra las cuerdas debido a la magnitud de los rebrotes.
El temor traspasa fronteras
Uno de estos epicentros se encuentra en Melbourne, Australia, donde cerca de cinco millones de personas viven desde la semana pasada la segunda orden de encierro, que durará hasta el 20 de agosto. La policía local reveló a inicios de semana que han cursado más de 500 infracciones por incumplimiento de la cuarentena. Por esto, las autoridades amenazaron con imponer medidas más estrictas si no bajan las cifras.
“Las restricciones fueron levantadas muy pronto. Salí un fin de semana y era agradable ver los restaurantes funcionando con una capacidad de hasta 20 personas. Estaba de acuerdo porque parecía estar todo bajo control, pero este segundo lockdown ha sido distinto. Vemos mucho relajo, como que las personas perdieron el miedo a contagiarse. No es obligatorio el uso de mascarilla y, desde donde yo lo veo, la mayoría no las utiliza. No tenemos límites de permiso, entonces puedes salir a comprar todos los días. Si seguimos así seremos como EE.UU.”, señala a La Tercera la chilena Karen Troncoso, de 29 años, desde Melbourne, donde trabaja en una clínica veterinaria.
Para Mildred Salazar, de 28 años, la situación ha sido similar. “Estaba muy esperanzada con la flexibilización de medidas en Melbourne. Volví rápido a mis labores de bartender en un restaurant y se sentía que la gente tenía ganas de salir. Pero me pasa que ahora sí tengo miedo a contagiarme porque veo a mucha gente en las calles sin respetar las medidas”, afirma.
A nivel latinoamericano, Bogotá y Medellín volvieron esta semana a cuarentena estricta debido al temor a un colapso sanitario ante la alta demanda de hospitalizaciones. De esta manera, los cierres localizados, que durarían inicialmente hasta el 23 de agosto, buscan contener la propagación del virus, pero algunas autoridades han pedido al Presidente Iván Duque un cierre total.
“Una reapertura como tal no fue, pero reabrieron algunos locales. Siempre nos dicen que si no es algo necesario es mejor no salir, pero ahora con los confinamientos estrictos por localidades todo se pone más difícil para reanudar la vida”, señala la bogotana Nicolle Díaz, de 25 años.
En Medellín, en tanto, el actor de teatro David Suárez vio suspendida la temporada. “Después de tres meses sin poder trabajar y sin ayuda del gobierno los días han sido difíciles. Nos habían dado fechas de apertura en agosto para arte y cultura, pero debido al aumento de casos volvemos atrás”, sostiene.
La interrogante sigue siendo cuál es el control de los nuevos confinamientos, ya que para muchos las personas han perdido el miedo inicial en la desescalada. Así, por ejemplo, Leicester, en Reino Unido, confirmó el jueves que extenderá el cierre local hasta el 24 de julio, pero que durante este período volverán las escuelas y algunas tiendas. “La vida no ha cambiado mucho más que mantenerse a dos metros de distancia y tener algunos locales cerrados. Conozco a muchas personas que han salido de Leicester por comida, pubs o para ir a la playa y la policía nunca los ha detenido”, admite una residente de 26 años.