A medida que el cambio climático avanza, distintos países están evaluando la construcción de nuevos reactores nucleares, para así reemplazar sus centrales de electricidad a carbón, petróleo y gas natural, mucho más contaminantes, y que representan hoy dos tercios de la producción energética mundial.

La energía nuclear hoy representa el 10% de la electricidad mundial, aunque esta se concentra en el hemisferio norte. En Estados Unidos y Reino Unido se encarga del 20%, mientras que Francia depende fuertemente de sus 58 reactores, con un 70% de la electricidad proveniente de esta fuente. Por esto mismo, el gobierno galo se ha vuelto uno de los grandes promotores del rol nuclear en el combate contra el calentamiento global.

“La energía nuclear ya está haciendo una enorme contribución al combate contra el cambio climático. Cerca de 450 reactores alrededor del mundo entregan un décimo de la energía mundial, y en los últimos 50 años ha ayudado a evitar la emisión de cerca de 70.000 millones de toneladas de CO2 (dióxido de carbono)″, indica Jonathan Cobb, portavoz de la Asociación Nuclear Mundial, en entrevista a La Tercera.

Los expertos dicen que la energía nuclear es, entre las fuentes bajas en emisiones, una de las más confiables a la hora de producir electricidad. A pesar de eso, el miedo a los eventos de Fukushima en 2011, Chernobyl en 1986 y Three Mile Island en 1979 ha colaborado a detener la construcción de reactores. Precisamente después del accidente en Japón, Alemania decidió cerrar todas sus plantas nucleares operativas: este 31 de diciembre desconectó tres, y a finales de 2022 cerrará las tres restantes, quedando libre de energía atómica.

La planta nuclear de Gundremmingen, en Alemania, fue apagada totalmente el 31 de diciembre de 2021. Foto: Reuters

“Inversión verde”

Así puestos los bandos, París y Berlín son los capitanes de dos posturas opuestas que se enfrentan en Bruselas. La semana pasada se esperaba que la Unión Europea definiera su postura frente a la energía nuclear: a pesar de no tener poder sobre las construcciones de plantas en sus países miembros, el bloque establece una “taxonomía” de actividades económicas limpias.

Con esta clasificación se pretende reorientar a los privados a lo que se defina como “inversión verde”, bajo la sigla DNSH (Do not significant harm, no hace suficiente daño). Mientras el uso de energía solar o eólica ya cuenta como verde, las centrales de carbón no. Y el estatus de la energía nuclear está en fase de decisión.

La postura francesa, apoyada por países como Finlandia, Polonia y República Checa, es que esta fuente de energía no genera CO2, por lo que contribuye y debe ser clasificada como verde. Además, priorizar la energía nuclear podría otorgar independencia energética al bloque, cosa importante en un momento donde la volatilidad de los precios de la electricidad aqueja directamente al bolsillo de los europeos.

El bando contrario, liderado por Alemania, incluye a países como Austria, Luxemburgo, España y Dinamarca, y se opone a darle la etiqueta de limpia a la energía nuclear. Uno de sus principales argumentos está en los residuos radioactivos que genera, y para los cuales aún no se encuentra una solución definitiva. Otro argumento esgrimido por los alemanes es que esta energía es demasiado cara, por lo que sería mejor priorizar la inversión en otras.

Este domingo el gobierno español reforzó su compromiso con esta postura, indicando su opinión respecto a la energía nuclear y el gas natural. “Independientemente de que puedan seguir acometiéndose inversiones en una u otra, consideramos que no son energías verdes ni sostenibles (...) No tiene sentido y manda señales erróneas para la transición energética del conjunto de la UE”, señaló en un comunicado Teresa Ribera, vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

En un punto intermedio, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló: “Necesitamos más energías renovables. Son más baratas, libres de carbono y de cosecha propia. También necesitamos una fuente estable, la nuclear y, durante la transición, gas”. Debido a las acaloradas disputas entre una postura y la otra, finalmente se decidió aplazar la decisión europea para este año.

Un ciclista pasa junto a una planta de energía nuclear a orillas del río Weser en Grohnde, en el norte de Alemania, el 19 de agosto de 2010. Foto: AFP

El retraso se produjo después del acalorado debate en la cumbre de jefes de Estado y de gobierno de los 27 a mediados de diciembre en Bruselas. Allí, Polonia y los países del Este exigieron que la energía nuclear figurara en las conclusiones del Consejo Europeo como respuesta a la actual crisis de precios. Pero la coalición de países antinucleares -sobre todo Austria y Luxemburgo- montaron una feroz resistencia para impedirlo. Al final, los líderes europeos no lograron ponerse de acuerdo y no hubo conclusiones sobre energía.

“Hemos ganado una batalla, pero todavía no la guerra sobre el uso de la energía nuclear en la Unión Europea”, dijo el nuevo canciller austriaco, Karl Nehammer, en su conferencia de prensa posterior a la cumbre.

En contraste, Olaf Scholz exhibió una posición mucho más conciliadora pese a que milita también en el bando antinuclear. “La gente está sobreestimando la importancia de esta cuestión (...) No debemos exagerar la importancia de este tema”, repitió el nuevo canciller alemán.

Cobb señala que no hay evidencia científica que se pueda oponer al ingreso de la energía nuclear en la taxonomía. “El Centro Común de Investigación, que tienen por misión ayudar a la Unión Europea con evidencia independiente, concluyó que la energía nuclear no causa más daño a la salud humana o medioambiental que otras tecnologías de producción de electricidad incluidas ya en la taxonomía”, indicó el experto, apuntando que en el informe del centro se había considerado el ciclo entero de la energía nuclear, incluyendo el manejo de los residuos radioactivos.

En el otro lado, Antony Froggatt, investigador en política energética del think tank británico Chatham House, reparó al respecto, al señalar que “aún cuando la energía nuclear no produce CO2 en el momento de la generación de electricidad, si emite gases de efecto invernadero asociados a su ciclo entero”, además de representar impactos medioambientales como la minería, el manejo de residuos y riesgos operacionales. “Considerando todo esto, no debería ser puesta en el mismo criterio que una energía renovable, si es que consideramos su sustentabilidad total”, concluye Froggat.

El doctor Nikolaus Müllner, de la Universidad de Recursos Naturales y Ciencias de la Vida de Viena, coincide en esto: “No creo que la energía nuclear pueda ser clasificada como ‘sostenible’, en cuanto necesita de un recurso limitado como lo es el uranio, y produce residuo nuclear, poniéndole un problema a las generaciones que vienen”.

Reactor nuclear Hinkley Point C, en Reino Unido, aún en construcción. Foto: AP

Los últimos informes de la ONU sobre cambio climático señalan que el mundo debe recortar a la mitad sus emisiones de CO2 para 2030, si se pretende limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius para cuando termine el siglo. Asimismo, es necesario llegar a “cero emisiones netas” antes de 2050, lo que obliga a reducir las emisiones lo máximo posible en el mediano plazo.

Según Climate Action Tracker, lamentablemente, los compromisos actuales, incluidos aquellos logrados en la COP26 en Glasgow el año pasado, solo ponen al mundo en el primer cuarto de la carrera a esa meta.

Por lo mismo, el tiempo es clave, y a pesar de ser una energía limpia, la construcción de reactores nucleares toma muchos años: tomando por ejemplo la central Hinkley Point C, hoy en construcción, esta planta debería estar lista a mediados de 2026, seis meses más tarde de lo esperado debido a la pandemia. Para peor, sus costos han aumentado: de US$ 23.400 millones, cuando fue anunciada en 2016, a US$ 30.000 millones el día de hoy.

“No creo que la energía nuclear pueda volverse un pilar a la hora de combatir el cambio climático (…) incluso si reactores de reproducción seguros y confiables fuesen desarrollados, estos no podrían estar listos lo suficientemente rápido como para ayudar a mitigar la crisis climática. En mi opinión, la verdadera pregunta es si mantendremos esta mixtura que hay hoy en cuanto a fuentes de energía, o si iremos lentamente dejando atrás la energía nuclear”, señala Müllner.

Según Cobb, una de las soluciones más económicas es la de extender la operación de la flota existente de reactores nucleares, lo que “ofrece gran potencial en el combate climático entre el corto y mediano plazo”.

Más enfática, Allison Macfarlane, expresidenta de la Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU. y actual directora de la Escuela de Políticas Públicas y Asuntos Globales de la Universidad de Columbia Británica, señala: “Necesitamos usar todas las fuentes bajas en carbón posibles, y ahora mismo. No podemos darnos el lujo de elegir, porque ya necesitábamos descarbonizar el sector energético ayer. Y los países están más protegidos cuando hay variedad de fuentes de energía, en caso de problemas”.