Cuando se declaró “presidente encargado” de Venezuela en enero de 2019, Juan Guaidó logró aglutinar a la heterogénea oposición venezolana. Sin embargo, con el transcurso de los meses y dado que su estrategia para sacar a Nicolás Maduro del poder no ha dado resultado, creció el malestar entre quienes lo apoyaban.
De esta manera, en los últimos meses se han multiplicado las voces que han puesto en duda la estrategia de las sanciones estadounidenses y reclaman que el enfoque electoral debería ir más allá de la negativa a participar en las elecciones parlamentarias de diciembre. De hecho, hace pocos días, la dirigenta opositora María Corina Machado le retiró su apoyo a Guaidó, y esto no ha hecho más que confirmar el resquebrajamiento de la unidad con la que alguna vez enfrentaron al chavismo las fuerzas opositoras venezolanas.
¿Participación o abstención?
El nuevo cisma que enfrenta la oposición es sobre si boicotear las elecciones -que ha sido la medida propuesta por Guaidó- o participar en ellas, opción a la que hizo un llamado el miércoles el excandidato presidencial Henrique Capriles, desafiando abiertamente la estrategia del presidente de la Asamblea Nacional.
Para Luis Vicente León, presidente de la encuestadora venezolana Datanálisis, la falta de unidad es problema de ambos líderes, y no solo de uno de ellos. “Insisto en que votar o no votar en esta elección sesgada, sin unidad ni estrategia para defender los derechos ciudadanos, es un dilema falso que conduce al mismo vacío. Por su parte, plantear que la única solución al problema es una intervención extranjera, además de menospreciar la responsabilidad de trabajo y lucha interna, concluye que el problema es irresoluble”, dice.
Las tensiones entre ambos quedaron expuestas también el martes, tras la liberación de decenas de disidentes, lo que Guaidó consideró que obedecía a “maniobras políticas”, ratificando su posición “de no ir al fraude electoral del 6 de diciembre”.
El titular del Parlamento considera que los comicios no contarán con las garantías mínimas para asegurar elecciones sin fraude, y que el gobierno de Maduro intentará darles la mayor apariencia de legitimidad posible para convencer a la oposición de participar.
Aunque la abstención había sido acordada con las principales partes de la oposición, incluida la facción liderada por Capriles, el excandidato presidencial -que está inhabilitado para ejercer cargos públicos- anunció su intención de hacer lo contrario. “Nosotros estamos peleando para que las elecciones sean libres y democráticas, esa es nuestra pelea, para que el pueblo venezolano pueda expresarse y que su voto sea respetado y contado”, agregó.
“Capriles considera que la opción que está planteando Guaidó no tiene futuro, que va de frente contra una pared, y está viendo la oportunidad de replantear su mismo liderazgo, proponiendo algo que él considera que puede ser más exitoso. Lo que está haciendo es mover las aguas”, plantea Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos.
Debido a que aún no se conocen las propuestas en detalle, los analistas coinciden que es difícil determinar qué estrategia podría ser más exitosa. “Qué tan efectiva va a ser su jugada va a depender mucho del apoyo que tenga de la población y también de si esa estrategia está inscrita dentro de un planteamiento a más largo plazo o mediano plazo. Lo que podría ocurrir es que se estrellen los dos o se estrelle solamente uno de ellos. Que salga bien para ambos pareciera difícil, porque no se han planteado hasta el momento como estrategias complementarias entre las que puede haber sinergia, que sería lo óptimo”, señala Seijas a La Tercera.
“Eso de que si vas al proceso, no legitimas a Maduro, es una falsedad. Si la dictadura deja una rendijita, tenemos que meter la mano para después meter el pie”, argumentó Capriles, para agregar que que “nadie sabe lo que puede pasar, pero sí estoy seguro que nada va a pasar convocando a no hacer nada o convocando a seguir en la actual situación”.
Para León, no es sorpresivo que la oposición se fracture tras meses sin lograr su objetivo de cambio. “Es absurdo llevar el debate a un plano simplista de buenos y malos en la oposición. Simplemente hay posiciones divergentes en un país que no logra producir el cambio deseado por 80% de la población. Su pecado es no tener reglas comunes para decidir juntos. Pero es un pecado compartido”, concluye.