Algunos están visiblemente cansados, pero esta mañana casi todos tenían una sonrisa: "es muy significativo para nosotros estar aquí", dijo a BBC Mundo esta mañana José Luis, uno de ellos.
La caravana está en su noveno día desde que partió de San Pedro Sula, en Honduras. Cruzaron Guatemala y ahora están en México.
Caminan en masa, en un bloque larguísimo, por la carretera entre Ciudad Hidalgo y Tapachula, en Chiapas, en el sureste de México.
Ahí un grupo de mexicanos se ha organizado para escoltarlos. Un grupo de policías va frente de ellos en una patrulla. Por ahora no está claro si las autoridades de México intentarán detenerlos.
Los migrantes dicen que escapan de la violencia y la pobreza de su país.
"Pedimos a los mexicanos que nos ayuden, que no nos regresen. No queremos molestar, sólo queremos llegar a Estados Unidos para poder trabajar", dice María, que camina con su marido y 2 hijos pequeños.
El cruce hacia este país este fin de semana, por el río Suchiate, la barrera natural entre Guatemala y México, fue el punto más dramático de la caravana hasta ahora.
Una parte de los migrantes están todavía en el puente que conecta estos dos países, pidiendo refugio a México.
Otros, miles, los que ahora caminan por Chiapas, son los que decidieron cruzar el río Suchiate, que no es tan profundo, pero es ancho y trae mucha corriente por las lluvias de la temporada.
Algunos cruzaron caminando, con la ayuda de una cuerda que pusieron a través del río, justo abajo del puente donde está el control migratorio.
Otros pasaron nadando y los demás, en balsa.
"Nos desesperamos y decidimos seguir para buscar un futuro en Estados Unidos. Además, esperar tampoco nos aseguraba que no nos iban a deportar", aseguró Juan Pablo, uno de los jóvenes que cruzó a nado.
Los que todavía están en el puente, esperando que las autoridades mexicanas los reciban, llevan muchas horas sufriendo el terrible calor. Han dormido dos noches sobre el asfalto, a la intemperie. No tienen acceso a agua corriente, ni a sanitarios y hay un constante olor a orines.
Comen y beben lo que la gente les regala. Algunos tienen dinero para comprarse algo.
La basura se ha acumulado en pequeñas montañas.
Se han visto escenas de desesperación: algunos niños y mujeres se han desmayado.
300 solicitudes de refugio al día
Por otra parte, las autoridades mexicanas comenzaron a dejar entrar a los migrantes, tramitándoles una solicitud de refugio. Aunque a un ritmo que a ellos les parece demasiado lento.
"Esta es una crisis. Los niños están sufriendo mucho y si pasan mucho tiempo aquí, puede haber muertos", dice Eva Fernández, de la ONG Yo Amo Guatemala, que se ha desplazado desde California para ayudar con la organización de la caravana.
El Comisionado Nacional de Seguridad, Renato Sales Heredia, comentó a BBC Mundo que están recibiendo a los migrantes y tramitando solicitudes de refugio. "Se dará si comprueban que en su país de origen sufren violencia o un problema humanitario que lo amerite".
Sales dijo que cada caso se analizará en particular, lo que en promedio tarda 40 días.
Aseguró que cada día procesarán en promedio las solicitudes de unos 300 inmigrantes.
El puente, que un punto este fin de semana estuvo completamente lleno de migrantes, se liberó por los que se cruzaron por el río, pero luego volvió a ocuparse por nuevos migrantes.
Según la ONG World Vision, por las condiciones sanitarias del puente, "existe un grave riesgo de emergencia humanitaria", en voz de Tonatiuh Magos, su director de Incidencia Política y Movilización.
Dice que la falta de sanitarios y las altas temperaturas pueden causar deshidratación y brotes epidémicos, principalmente entre los menores.
"Sabemos que este camino es especialmente difícil para nuestros hijos, pero ¿qué podemos hacer? En nuestro país no tenemos futuro. Llegar a Estados Unidos es una cuestión de vida o muerte. O vivimos todos o morimos todos", dice Dania que salió desde San Pedro Sula con su marido y 4 hijos.
Ellos han decidido esperar en el puente. Pero, saben que la espera todavía puede ser muy larga: han puesto un plástico atado a la valla que les sirva para proteger a sus hijos del sol.
"No serviría mucho para la lluvia, pero hasta ahora hemos tenido suerte. Ayer solo cayeron unas gotas", dice.
"Nos salimos de Honduras porque es difícil conseguir un trabajo digno para poder comer y mantener a nuestras familias y porque las maras nos tienen fritos: yo les debía que pagar una extorsión para que me dejaran trabajar en mi pequeño taller mecánico, pero no se las pude pagar y tuve que cerrar ", dice Pedro, otro de los migrantes.
La mayoría cree que en Estados Unidos tendrá una mejor vida.
Amenaza de las maras
Jessica, de 15 años, viaja sola. Ahora está con los que caminan por México.
Quiere llegar a Nueva York porque ahí tiene unos familiares. "Me salí porque unos mareros me dijeron que me iban a matar", dice. Le pidió a unos desconocidos el teléfono para llamar a su madre. "Entre llanto me dijo que me cuidara mucho y que, si me voy ahogar, que suelte la mochila", dice.
Pero en Estados Unidos los migrantes no serán bienvenidos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le ha pedido a México que frene la caravana. En declaraciones recientes aseguró que los migrantes centroamericanos no eran precisamente "angelitos", sino "curtidos criminales".
En una conversación telefónica, los presidentes de Honduras, Guatemala y México aseguraron que respetarán el Pacto Global por la Migración, que promueve la migración segura, regular y ordenada, según un comunicación de la presidencia de México.
Los presidentes de Guatemala y Honduras dijeron que han dispuesto medidas para el retorno seguro y ordenado a los migrantes que decidan volver. Aseguran que 2.000 personas ya han regresado.
"Nuestra situación es desesperada"
Pero, para la mayoría de los migrantes en la caravana volver a Honduras no parece una opción.
"Llegamos hasta aquí, no hay marcha atrás. Ahora queremos cruzar México", dice David López, uno de los coordinadores, que cruzó por el río.
El siguiente punto al que quieren llegar en su intento de llegar a Estados Unidos es la ciudad de Tapachula, en Chiapas. En el sur de México, un país donde además de los problemas políticos, también enfrentan el riesgo de la inseguridad.