El pasado jueves, el tenista serbio Novak Djokovic recibió una mala noticia. Su visa de entrada a Australia había sido revocada y se encontraba detenido en Melbourne, a pesar de haber llevado una exención médica válida para el ingreso de visitantes internacionales a falta de la pauta completa de la vacuna contra el Covid-19 que exige el gobierno de la nación insular.
En Twitter, el primer ministro australiano, Scott Morrison, se refirió al tema señalando que la visa de Djokovic había sido cancelada. Además, menciona tajantemente que las reglas son las reglas y que nadie está por encima de ellas. Las políticas fronterizas han sido clave para el manejo de la pandemia en Australia.
En un comienzo, la cancelación de la visa a una persona importante que se opone a las vacunas marcaba una clara victoria política para Morrison. Los australianos respetan los mandatos, desde las vacunas hasta el voto obligatorio. Con elecciones federales en mayo, el premier realizó una táctica para despertar el apoyo de los votantes, apelando a una estricta vigilancia de las fronteras.
Sin embargo, el lunes el juez Anthony Kelly, del Tribunal del Circuito Federal de Melbourne, ordenó al gobierno australiano implementar la liberación de Djokovic, entregarle su pasaporte y sus efectos personales y pagar las costas legales. La decisión judicial permitiría al serbio participar en el Abierto de Australia.
En la vista judicial virtual, el gobierno de Morrison accedió a revertir su decisión de cancelar el visado, aunque el abogado Christopher Tran señaló que el ministro de Inmigración, Alex Hawke, considera la posibilidad de usar sus poderes especiales para deportar a Djokovic.
Este potencial gesto del Ejecutivo de Morrison, quien busca ser reelegido este año, sería “muy preocupante”, según dijo el juez Kelly al sopesar las potenciales consecuencias. Según el magistrado, Djokovic cumplió con todos los requisitos para entrar al país y los funcionarios del gobierno no actuaron de manera justa y razonable. Así, el retrato de violador a los ideales igualitarios de Australia que Morrison intentó hacer de Djokovic comenzó a parecer un error no forzado, según los analistas.
Así, un país preocupado por el aumento de casos de la variante ómicron que ha paralizado la economía local, ahora está debatiendo la imparcialidad y la competencia del gobierno. Además, cuestiona las prioridades que está teniendo el primer ministro. El cambio de los hechos sobre el caso Djokovic ha golpeado a los partidarios conservadores de Morrison y ha enojado a sus opositores, que ya lo ven como un oportunista. “Los detractores del primer ministro le llaman ‘Scotty de Marketing’, un primer ministro más preocupado por la superficie que por la sustancia”, apunta el diario The Independent.
Ahora Morrison enfrenta un complicado dilema, ir por todo o retirarse y dejar que Djokovic dispute el Open de Australia que comenzará el 17 de enero, donde intenta ganar su décimo título de ese torneo.
A Alex Hawke, la ley le permite deportar al tenista o a otra persona que tenga visa por la más mínima infracción como una leve infracción a la salud pública o una declaración incorrecta en los formularios de inmigración, entre otras causales. El ministro de Inmigración australiano mencionó que todavía estaba considerando rescindir la visa del deportista por segunda vez.
John Alexander, miembro del Partido Liberal de Morrison y extenista profesional, dice que “los ‘poderes personales del ministro para cancelar visados’ están pensados para evitar que los delincuentes anden por nuestras calles, o para evitar que una persona contagiosa ande por nuestras calles; no están pensados para ayudar a resolver un posible problema político del momento”.
Las autoridades de Inmigración están investigando si Djokovic podría ser acusado de un delito por supuestamente declarar falsamente en un formulario de entrada que no habría viajado en los últimos 14 días previos a su vuelo de España a Australia, a pesar de que en las redes sociales se ve al tenista celebrando Navidad en Belgrado antes de volar el 4 de enero a la competencia.
Dejar que el tenista serbio se quede en el país no solo significaría aceptar la derrota legal de Morrison, sino que también desafiaría su propio pasado como ministro de Inmigración y sus inclinaciones políticas.
El Partido Laborista de Australia huele a sangre mientras aumenta la ira por la pandemia. “¡Incompetencia total!”, tuiteó el exprimer ministro laborista Kevin Rudd. “Como en todo lo demás. Si de verdad no lo querían, ¿por qué le dieron un visado para volar hasta aquí? Esto fue concebido como una gigantesca estrategia de distracción cuando en el mundo real la gente no puede hacerse la prueba”.
Sean Kelly, exasesor del Partido Laborista, dijo que el primer ministro tenía la costumbre de sobredramatizar lo trivial y ser pasivo frente a desafíos más grandes. También aseguró que era difícil ver un beneficio político en alargar el drama mientras se avecina lo que parece ser una elección reñida.
Si los laboristas no pueden competir con Morrison, parece que el tenista serbio no vacunado puede hacerlo, destacó The Independent.