“Creo que Chile es un país que tiene una influencia que es más grande que su tamaño, por eso fue un gran placer hablar, estoy muy honrado”, comenta el diplomático brasileño Celso Amorim, a propósito de la conferencia por Zoom que ofreció en el marco de la Asamblea Anual del Foro Permanente de Política Exterior de Chile, realizada el sábado. Tras este evento, el excanciller del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva entre 2003 y 2011 y exministro de Defensa de Dilma Rousseff, de 2011 a 2015, conversó con La Tercera sobre los efectos sanitarios y políticos que el Covid-19 está dejando en Brasil, el rol que ha jugado el Presidente Jair Bolsonaro y el panorama que vislumbra para la región tras la pandemia.
-La OMS acaba de situar a Sudamérica como “nuevo epicentro” de la pandemia, alertando sobre la situación de Brasil, que ya es el segundo país en contagios, solo superado por Estados Unidos. ¿Esto era inevitable?
-Es una situación lamentable, pero era previsible. Hace ya dos meses, cuando empezó a agravarse la pandemia en Brasil y con la falta de una política definida, incluso una política contraria en el gobierno federal, yo preví que íbamos en el mismo camino de EE.UU. y eso es lo que está pasando. Entonces es triste, lamentable que se mueran más de 1.000 personas por día en Brasil. Son, sobre todo hoy día, personas pobres, personas que viven en las favelas, en los barrios pobres. No puedo decir que hubiera sido evitable del todo, pero sí podríamos haberlo limitado muchísimo. Podemos decir que el virus es un desastre natural, aunque con participación humana, pero por encima de eso tenemos un desastre humano, uno político en la conducción de esa pandemia, muy grave. Estar en el segundo lugar de contagios es un título que no estábamos envidiando.
-En el último mes Brasil ha visto la salida de dos ministros de Salud por desavenencias con el Palacio de Planalto por sobre cómo enfrentar la pandemia y al propio Presidente burlando las medidas de distanciamiento social. ¿Cuánto responsabiliza a Bolsonaro de la actual crisis sanitaria del país?
-No quiero adjudicar responsabilidades personales, pero no hay duda de que el gobierno brasileño adoptó una política errada y errática también, porque realmente, como usted dice, es una situación impensable que en el medio de una pandemia como esta ya estemos en el tercer ministro de Salud en menos de dos meses. Lo demás, de las actitudes personales, para mí son lamentables también desde el punto de vista humano, desde el punto de vista ético.
-En Brasil el manejo sanitario depende en gran medida de los gobernadores y, en ese sentido, el gobierno ha entrado en conflicto con varios de ellos por el efecto de las cuarentenas en la economía. ¿Cómo ve ese debate?
-Esa es una falsa dicotomía. Es claro que para salvar la economía es necesario inicialmente salvar la vida, porque si no hay vida no hay economía, no hay trabajo. Es una cosa totalmente falsa que se creó, que no ha sido una invención de Bolsonaro. A nivel mundial, por lo menos, ha sido una invención inicialmente de Trump. Y aquí se adoptó también de esa manera. La gran mayoría, si no la totalidad, de los gobernadores ha actuado de una manera firme. Pero es claro que el gobierno federal tiene no solo influencia directa en la política, sino también lo que el Presidente dice es una fuente de inspiración y la gente, que está presionada a ganar su pan, dice: “Mire el propio Presidente está diciendo eso”. Entonces eso ha sido muy malo y con eso tuvimos esos números impresionantes que solo EE.UU. tiene.
-En el Ministerio de Salud asumió interinamente un general y él mismo nombró a nueve militares en cargos estratégicos de esa cartera. ¿Existe preocupación por el protagonismo de las FF.AA. en materia política?
-Claro que hay, porque me preocupa incluso por el futuro de las propias FF.AA. Pueden tener un rol en la logística, en la planificación, pero no pueden tener un rol en la formulación de la política de salud, no están preparados para eso. Va a quedar un reflejo negativo sobre las FF.AA. Y están también muy mezcladas en la política, es una lástima, es muy lamentable
-La renuncia del ministro de Justicia Sérgio Moro, quien acusó de “interferencia política” a Bolsonaro, dejó al Presidente al borde de un eventual impeachment. ¿En qué pie se encuentra ese proceso?
-Yo no tengo ninguna simpatía por Sérgio Moro. Si hay una persona que ha jugado un papel central, permitiendo que se llegara a eso, incluso a la elección de Bolsonaro, ha sido Moro. Pero es verdad que mucha gente que apoyaba a Bolsonaro también vio de forma crítica la salida de Moro con acusaciones muy serias contra el Presidente y eso reforzó el pedido de impeachment. Yo no voy a hacer un juicio sobre lo que va a pasar, porque eso depende de muchos factores. Bolsonaro sigue teniendo entre 25% a 30% de apoyo, y cuando se le pregunta a la población si quiere que él salga, aunque la mayoría piensa que su gobierno es malo o pésimo, no le pide que renuncie. Entonces no sé lo que va a pasar.
-¿Cómo visualiza el escenario post Covid-19 en la región?
-Lo visualizo con grandes problemas sociales. El problema del empleo viene a sumarse a todos los problemas que ya existían. Ustedes mismos lo vivieron en Chile, todo ese cansancio con las políticas no neoliberales, sino ultraneoliberales que se tomaron recién en Chile y en Argentina, antes de Alberto (Fernández), con el gobierno de Macri. En Argentina afortunadamente tuvieron una elección que permitió corregir el camino. Creo que la pandemia va a profundizar eso. Pero el riesgo es que cuando las crisis son muy extremas también otras fuerzas más oportunistas, incluso de extrema derecha, pueden intentar (llegar al poder), porque la desesperación puede llevar a la gente a querer algún tipo de orden. Entonces veo un período futuro con grandes convulsiones sociales, pero no veo que necesariamente estas convulsiones lleven a gobiernos progresistas.
-¿Y cómo ve al Brasil post pandemia?
-Tenemos dos pandemias, una política y otra sanitaria. ¿A cuál de ellas se refiere?
-A la política…
-(Se ríe) Bueno, tenemos que tener esperanza. Pero creo que vamos a seguir teniendo por un tiempo algunos momentos muy difíciles, muy tenebrosos.