Fueron poco más 22 años de sangriento conflicto entre las fuerzas del Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) y las del Partido Comunista Chino. Pero la estocada final la dio Mao Zedong, el 1 de octubre de 1949, al proclamar la fundación de la República Popular China desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial de Beijing. Los nacionalistas comandados por Chiang Kai-shek y los restos de su gobierno se vieron obligados a huir a Taiwán en diciembre, después de que fracasara una última resistencia en el sur de China. La cruel guerra civil se saldó con millones de muertos. A 70 años del triunfo de la revolución, el régimen comunista liderado por el Presidente Xi Jinping se apresta a celebrar ese hito organizando el mayor desfile militar de su historia. Pero el aniversario llega en un mal año para el gigante asiático. La guerra comercial con Estados Unidos y las protestas prodemocracia en Hong Kong amenazan con eclipsar los festejos.
En 1949, con el país en ruinas, Mao se embarcó en un ambicioso proyecto de reconstrucción con la ayuda de la entonces Unión Soviética, ya que China estaba en gran medida aislada del mundo occidental y especialmente de EE.UU., que mantenía vínculos con Chiang en Taiwán y que reconocía en él al gobierno legítimo de China, recuerda Reuters. Desde que se iniciaron las históricas reformas a finales de la década de los 70, el país ha salido del aislamiento y se ha convertido (en 2010) en la segunda economía más grande del mundo.
Si bien el tiempo transcurrido desde el triunfo de la revolución comunista no ha sido un camino de rosas, Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China en Beijing, reconoce que el país "ha cambiado mucho en estos 70 años". "A pesar de fracasos como el Gran Salto Adelante o el enorme impacto de los años más intensos de la Revolución Cultural de Mao, la economía creció y se transformó la realidad de un país, hasta entonces eminentemente rural", comenta el autor del libro La China de Xi Jinping, de la amarga decadencia a la modernización soñada, publicado en 2018.
Para el sinólogo español, la proclamación del triunfo revolucionario abrió una nueva etapa en el desarrollo del país. "Si Mao representó un primer tiempo del proceso iniciado en 1949 y Deng Xiaoping, el segundo a partir de 1978, Xi Jinping ha trazado los ejes esenciales de una 'nueva era' marcada por un impulso en dos grandes zancadas (hasta 2035 y hasta 2050) que deben permitir a China convertirse en un país fuerte, estable y respetado en el mundo", dice Ríos a La Tercera.
Y las cifras son reveladoras. Según Ríos, en 1949 el PIB de China se correspondía con el de 1890. "Era un país muy poblado, atrasado y pobre", afirma. Tres años después del triunfo de la revolución comunista, el PIB ya ascendía a US$ 30.000 millones. Un índice que en 2018 se disparó a US$ 13,61 billones. Además, en 2020, debe culminarse plenamente la erradicación de la pobreza extrema, asegura.
Este avance económico ha tenido un claro impacto en el crecimiento mundial. Según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas de China, mientras en el período comprendido entre 1961 y 1978 la contribución del gigante asiático al crecimiento global era del 1,1%, entre 1979 y 2012 pasó al 15,9%, situándose en el segundo lugar. Y entre 2013 y 2018 llegó al tope del ranking, al representar el 28,1%.
A nivel político, sin embargo, la situación es distinta. En todo este tiempo, el Partido Comunista ha conservado sus modos autoritarios, como demostró con la violenta represión de las protestas de la plaza de Tiananmen, en 1989, recuerda France Presse. El ascenso al poder de Xi, en 2012, trajo esperanzas de liberalización pero, en lugar de eso, sus críticos estiman que el dirigente se aferró al poder, al eliminar los límites de los mandatos presidenciales, convirtiéndose en el líder más poderoso del país desde Mao.
Al respecto, Jean-Pierre Cabestan, experto en China de la Universidad Bautista de Hong Kong, comenta a La Tercera que Xi "no ha eclipsado a Mao, pero compite con él como el fundador de una nueva era". "El verdadero rival de Xi en realidad no es Mao sino Deng, el fundador de la era de la reforma y la apertura. Xi se está alejando de esta era para crear su propia era y necesita a Mao para deslegitimar a Deng", afirma.
"Xi ha trazado su propia hoja de ruta. El xiísmo es una realidad como lo fue el maoísmo", destaca Ríos. Y agrega: "Xi, por supuesto, no reniega de Mao y especialmente en lo ideológico, tanto en su primer mandato como en el actual, recurre a sus enseñanzas con relativa frecuencia. Xi nunca podrá compararse con Mao, aunque también en estos años el culto a la personalidad lo ha situado por encima de otros líderes chinos. Su posición final en la jerarquía histórica vendrá determinada por el éxito o fracaso de su gestión".
Con todo, a juicio del sinólogo español, "subsiste el objetivo principal del proceso que culminó con la proclamación de la República Popular China: recuperar la grandeza perdida". "Pese a las dificultades, predomina la convicción de que podrán salir adelante y que los grandes objetivos fijados hacia el centenario de la República Popular China serán alcanzados", comenta.
En esa línea, Eleanor Olcott, de la consultora TS Lombard, dijo a France Presse que Xi aprovechará el 70° aniversario para lanzar el mensaje de que "el Partido y la nación china pueden salir adelante en tiempos difíciles, para emerger como un país más fuerte".