En su última edición, el influyente semanario británico The Economist aborda las consecuencias geopolíticas de la pandemia de coronavirus con una pregunta provocadora: ¿China está ganando? Y en la introducción del artículo central de esta cobertura, detalla el escenario por el cual Beijing ya proclama esto como un “triunfo”.

“Este año comenzó horriblemente para China. Cuando un virus respiratorio se propagó en Wuhan, el instinto de los funcionarios del Partido Comunista fue callarlo. Algunos predijeron que este podría ser el ‘Chernobyl’ de China, una referencia a cómo las mentiras del Kremlin sobre un accidente nuclear aceleraron el colapso de la Unión Soviética. Ellos estaban equivocados. Después de su discusión inicial, el partido gobernante de China impuso rápidamente una cuarentena de alcance y severidad impresionantes. El bloqueo parece haber funcionado. El número de casos recientemente reportados de Covid-19 se ha reducido a un goteo. Las fábricas están reabriendo. Los investigadores están apresurando las vacunas candidatas a los ensayos. Mientras tanto, la cifra oficial de muertos ha sido superada por Reino Unido, Francia, España, Italia y EE.UU.”, señala la publicación.

Una pregunta similar a la de The Economist se hizo Bonnie Glaser, consejera senior para Asia y directora del Proyecto el Poder Chino del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), en una columna para el diario The Strait Times. “¿El Covid-19 brindará a China la oportunidad de instalarse como líder global?”, plantea.

“Así como la crisis financiera mundial de 2008 provocó un debate sobre si EE.UU. estaba en declive, la crisis del coronavirus ha estimulado una discusión sobre las futuras relaciones de poder entre China y EE.UU.”.

Bonnie Glaser, directora del Proyecto el Poder Chino del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS)

Para Xulio Ríos, sinólogo español y director del Observatorio Política China en Beijing, “indudablemente el hecho de haber sido de los primeros países en controlar la pandemia y reanudar buena parte de la producción, le granjea a China alguna ventaja”, dice a La Tercera. “Por otra parte, su diplomacia sanitaria a través del envío de suministros médicos y misiones de expertos a numerosos países contrasta con la ausencia de los principales países desarrollados, que aún pelean por controlar la situación. Lo moderado de las cifras (82.788 infectados y 4.632 fallecidos) en comparación con otros países avala en cierta medida su gestión de la crisis, lo cual le confiere un valor de referencia para terceros. En Europa del Este o del Sur, solo China estaba en los primeros momentos, los de mayor urgencia. Lo mismo podríamos decir de África, América Latina o buena parte de Asia. Es claro que China se está reposicionando con la crisis. Si a esto pudiera añadir el logro de una vacuna antes que nadie, redondearía el éxito”, comenta Ríos .

Sin embargo, este experto destaca que China está al debe en un aspecto que “no es menor en relevancia”. “Me refiero a la opacidad y a la desconfianza que genera su relato de lo acontecido en las primeras semanas. Esa controversia modera el impacto de la simpatía en la opinión pública mundial y, una vez más, afea su imagen”. En la misma línea se manifiesta Victoria Hui, académica del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Notre Dame y experta en las relaciones China-Hong Kong.

“China ha tratado de cambiar la culpa y maximizar su ‘poder blando’. Pero eso fracasó cuando los suministros médicos eran defectuosos. Fuera de China, pocas personas pensarían que la competencia para contener el virus puede borrar la irresponsabilidad de China al encubrirlo desde el principio”, señala a La Tercera. Glaser también coincide en estas críticas. “La falla del gobierno chino de no compartir información precisa de manera oportuna, su campaña de desinformación y los intentos contundentes de buscar ganancias políticas han sembrado la desconfianza en la comunidad internacional”, argumenta.

Pese a ello, The Economist sostiene que China ve “recompensas políticas potenciales” con la pandemia, al ver un aumento en su poder en el extranjero. Un objetivo que el propio Presidente Xi Jinping ya había fijado en el congreso quinquenal del partido en 2017, cuando dijo que su país se convertiría en un líder mundial a mediados de siglo en términos de “influencia internacional”. “Incluso antes de la pandemia, China había estado luchando con EE.UU. por la influencia global. Ahora ve a EE.UU. paralizado por el coronavirus, y al Presidente Donald Trump complicado en su respuesta a la crisis y no dispuesto a organizar un esfuerzo internacional para combatir la enfermedad”, denuncia el semanario.

Al respecto, Hui dice que “en general, cada vez que EE.UU. retrocede o deja un vacío, China interviene”. Y en el caso específico de la crisis por el Covid-19, la analista asegura que “EE.UU. ha hecho un trabajo tan pobre que China, en comparación, parece competente”.

“Independientemente de las opiniones sobre la velocidad y la eficacia de la respuesta al Covid-19 de China, en este momento no hay comparación entre los esfuerzos de China y de EE.UU. La respuesta del gobierno de Trump, ya sea en casa o en el extranjero, es fundamentalmente deficiente”, coincide Margaret Myers, directora del Programa sobre Latinoamérica y Asia de Diálogo Interamericano. Las opiniones sobre China en América Latina y otras regiones “están destinadas a mejorar como resultado del enfoque de Beijing para resolver su brote de coronavirus y ayudar a otros países con sus propias crisis de Covid-19”, dice a La Tercera. Pese a ello, enfatiza que “es evidente que algunos en América Latina ven la ‘diplomacia de la mascarilla’ de China como abiertamente política”.

Pronóstico prematuro

Según The Economist, otra prueba de las ambiciones del régimen de Xi es el alivio de la deuda de los países pobres. El 15 de abril, el G20, incluida China, acordó permitir que las naciones endeudadas suspendan los pagos de la deuda a sus miembros durante ocho meses.

“En el pasado, China ha regateado la deuda a puerta cerrada y bilateralmente, de dragón a ratón, para obtener concesiones políticas”, asegura la publicación.

“Si la decisión del G20 significa que el gobierno de Beijing ahora está dispuesto a coordinarse con otros acreedores y ser más generoso, eso sería una señal de que está listo para gastar dinero para adquirir un nuevo rol”

Extracto The Economist

En ese sentido hay que entender una dura columna publicada el lunes por The Washington Post, en donde el editorialista especializado en economía, Charles Lane, advierte que “las finanzas globales, especialmente las de los países más pobres del mundo, también enfrentan lo que podría llamarse riesgo de secreto chino”. Lane cita una investigación de economistas de Harvard y del Instituto Kiel de Alemania para la Economía Mundial, el que asegura que China habría prestado US$ 400 mil millones a 106 países en desarrollo y de mercados emergentes hasta 2017, la mitad de los cuales no aparece en los datos sobre la carga de la deuda de organismos multilaterales y agencias de calificación crediticia. Según el estudio, 50 países en desarrollo deben al menos el 15% de sus respectivos PIB a los bancos estatales chinos.

Al margen de estos cuestionamientos, The Economist señala que el hecho de que Beijing pueda aprovechar la pandemia para fortalecer su poder global dependerá de la política y las economías de China y EE.UU. tras el Covid-19. “Al avivar su crecimiento económico después de la crisis financiera mundial de 2007-09, China ganó mucha influencia mientras que Occidente se desplomó. Es posible que esta vez no pueda replicar ese efecto”, advierte. Lo mismo cree Glaser, para quien “no es probable que las consecuencias económicas de la pandemia funcionen a favor de China”.

Con todo, la consejera del CSIS considera que “es prematuro pronosticar que la crisis del Covid-19 acelerará la desaparición del liderazgo estadounidense e impulsará a China a la preeminencia mundial”. En cambio, Ríos destaca que “si bien no se podrá cerrar el balance hasta el final, es evidente que la pandemia puede acelerar más las tendencias principales que se vienen observando en los últimos años, como la emergencia de China, el declive estadounidense, la descomposición política de Europa y el agrandamiento del foso que separa a EE.UU. y Europa”. “Veremos cómo afecta a las elecciones de noviembre en EE.UU. y las repercusiones en Europa”, agrega.

Por otra parte, plantea Ríos, el impacto en China es importante:

“Es un año clave por el final del plan quinquenal, el compromiso de erradicar la pobreza extrema, la víspera del centenario del Partido Comunista. ¿Podrá con todo el PCCh o la inestabilidad asomará? Si la cuestión interna se complica, cualquier hipotética ventaja geopolítica se estropeará”.

Xulio Ríos, sinólogo español y director del Observatorio Política China en Beijing,

Hui, por su parte, cree que “se trata menos de que China gane. Se trata más de que ambos poderes debilitados se aferran a una competencia imposible de ganar en este momento”.

The Economist estima que todo se circunscribe a “dos rivales acérrimos” que se niegan a liderar. “Uno está en retirada; el otro no sabe si realmente quiere asumir la responsabilidad global”. Mientras tanto, “el mundo sufre”, concluye.