Durante décadas, casi la única forma en que alguien nacido en Dawan podía ganar dinero era seguir el sinuoso camino de tierra desde el pueblo en la montaña e irse a vivir a una de las grandes ciudades de China. Eso es lo que hizo Wang Liangcui a principios de la década del 90, cuando tenía 20 años. Aterrizó en Shanghai, donde trabajó en fábricas, condujo un taxi y vendió panqueques. En toda China, personas como ella se mudaron a la ciudad desde aldeas pobres, proporcionando la mano de obra barata que hizo que creciera la economía de la nación.
Ahora, gracias al impulso del Presidente Xi Jinping para crear nuevas oportunidades para quienes no las tienen en China, Wang está de regreso en su pueblo natal en la cima de una colina. El año pasado, ella y su familia regresaron e invirtieron sus modestos ahorros en una casa de huéspedes que llamaron Meet Come Enjoy (Conoce, Ven, Disfruta).
Los pobres de las zonas rurales de China han sido una herramienta de la estrategia del Partido Comunista desde que Mao Zedong los unió en su revolución y luego los llevó a la agricultura comunal, con resultados desastrosos. Décadas más tarde, Deng Xiaoping los envió a fábricas y obras de construcción urbanas. Xi los está presionando para que entren en servicio por tercera vez. Con el fin de reducir la brecha entre los ricos de las zonas urbanas y los pobres de las zonas rurales de China, está intentando poblar las localidades rurales con empresarios y consumidores.
Xi se ha comprometido a erradicar la pobreza extrema este año de cara al centenario del Partido Comunista en 2021, un objetivo que considera fundamental para legitimar su enfoque de gobierno. Con ese fin, ha dirigido una avalancha de atención partidista y dinero del estado hacia lugares como el pueblo natal de Wang, que languidecía mientras las grandes ciudades de China se enriquecían con la mano de obra migrante. El Presidente está considerando el impulso como un nivelador de desigualdades, las que se han vuelto tan evidentes que amenazan la legitimidad del partido.
Xi, líder de China desde 2012, necesita una nueva fórmula para la transformación económica. Heredó un modelo de crecimiento basado en la producción en masa de bienes económicos asequibles que se está agotando a medida que los costos de fabricación han aumentado y otras naciones comenzaron a fabricar cosas en otros lugares. En cambio, él espera aumentar el gasto interno y para eso requiere arreglar la economía rural.
Xi, el líder más fuerte desde Mao y Deng, tiene la visión de un campo lleno de promesas económicas para tratar de persuadir a las personas nacidas en el campo de que los pueblos pequeños pueden ofrecer tantas oportunidades como las grandes ciudades.
En Shanghai, Wang y su esposo nunca pudieron comprar un departamento. Su último trabajo fue en una fábrica de envasado de alimentos, con un salario mensual de 6.000 yuanes, el equivalente a unos US$ 990, y comidas gratuitas.
Un día de 2016, el Presidente de China apareció en la televisión nacional en una transmisión desde su aldea natal, en la provincia de Anhui. Xi se sentó en un banco de madera en un círculo de aldeanos. Preguntó por los precios del cerdo y dijo que el Partido se aseguraría de que nadie fuera olvidado en su campaña contra la pobreza. Dos años más tarde, la aldea fue certificada como libre de pobreza. Los pozos del patio trasero habían sido reemplazados con agua del grifo filtrada calentada por energía solar. Había nuevas casas de dos pisos y estaciones de carga para autos eléctricos.
Wang, de 49 años, y su esposo estaban intrigados. “Vimos que había esperanza en nuestro pueblo natal”, dijo.
En Dawan han surgido más de 20 “casas de familia” con alojamiento y desayuno, donde abundan las nuevas construcciones. Cuando la casa de huéspedes de los Wangs tiene un día lento, su esposo a veces trabaja en obras de construcción cercanas por hasta 150 yuanes al día, el equivalente a unos US$ 23.
“La filosofía actual de China es traer puestos de trabajo a la gente, en lugar de llevar gente a los puestos de trabajo”, dijo Bert Hofman, profesor de la Universidad Nacional de Singapur, que pasó nueve años en puestos de alto nivel del Banco Mundial en China.
A finales de la década del 70, cuando la mayoría de los chinos vivían en zonas rurales, el ingreso per cápita rondaba los US$ 200 al año. El Partido le da crédito a Deng por las políticas económicas y sociales que sacaron de la pobreza a cientos de millones.
Las siguientes cuatro décadas de modernización y acumulación de riqueza se produjeron principalmente en las ciudades. Los residentes de la ciudad, que representan alrededor del 60% de la población de China, representaron el 93% de su producto interno bruto en 2018, según White Plains, Nueva York, firma de investigación High Frequency Economics.
Aunque el PIB per cápita de China supera los US$ 10.000 anuales, el ingreso disponible promedio es de solo US$ 4.300, arrastrado por los más pobres, principalmente 600 millones de personas en su mayoría rurales, que tienen apenas US$ 1.700 para gastar cada año, según la Oficina Nacional de Estadísticas.
“Ni siquiera es suficiente para arrendar una habitación en una ciudad china mediana”, dijo el primer ministro Li Keqiang en mayo.
Para su campaña contra la pobreza, el gobierno central de China ha asignado más de US$ 80 mil millones anuales para escuelas, clínicas, viviendas y donaciones de efectivo, principalmente en el campo, según un recuento de cifras del gobierno.
En China, vivir en zonas rurales tiene muchas desventajas. La escuela secundaria recién ahora se está volviendo común. La atención médica es rudimentaria. Y en una nación donde los bienes raíces han sido la principal forma de generar riqueza, los agricultores tienen pocos derechos de propiedad de la tierra.
Un principio fundamental del control de la población del Partido Comunista es un sistema de registro de hogares que vincule a la mayoría de los chinos con el lugar donde nacieron. La categorización de las personas como urbanas o rurales ha creado esencialmente dos niveles de derechos, en los que una persona rural está excluida de muchos derechos urbanos, desde escuelas hasta pensiones.
Para Liu Bin, quien creció en un pueblo de las montañas Taihang en la provincia de Hebei, la aceptación en una universidad de Beijing prometía oportunidades. Obtuvo un título en contabilidad y trabajó en la capital durante más de 20 años, en seguros, medios de comunicación y otros trabajos. Pero nunca sintió que encajara, y el gobierno todavía lo consideraba una persona rural. En 2017, regresó con su esposa y su hija de 9 años. Arrendó 13 hectáreas de huertos y comenzó a criar aves y cultivar papas y hierbas para la medicina china. Obtuvo un préstamo del gobierno de US$ 21.000 bajo condiciones fáciles.
“La granja no está produciendo mucho ahora y estamos trabajando muy duro”, dijo. “Pero estamos felices”. A veces, ha estado tan corto de efectivo que ha saldado sus deudas con huevos.
El profesor de la Universidad de Stanford, Scott Rozelle, que ha estado haciendo trabajo de campo en aldeas chinas desde 1983, dijo que más dinero por sí solo no abordará de inmediato las vulnerabilidades en las zonas rurales de China, como el tener un sistema educativo deficiente.
“China se volvió grandiosa porque Deng Xiaoping hizo que 800 millones de campesinos fueran alfabetizados y disciplinados”, dijo. “Esto se convirtió en una fuerza increíble que China utilizó para pasar de la pobreza a los ingresos medios”. Ahora que China necesita dar el siguiente paso para convertirse en una economía de altos ingresos, dijo, “de repente, esta población rural se convierte potencialmente en un lastre en una era de globalización y automatización”.
Como sus predecesores, Xi idealiza la China rural. Cuando era joven, pasó siete años en la provincia de Shaanxi durante la Revolución Cultural.
Si la revitalización rural de Xi tiene éxito, le dará a la economía de China un gran impulso. Xi también ve la agricultura moderna como el boleto hacia la seguridad alimentaria nacional.
Al presentar el alivio de la pobreza como una responsabilidad de toda la nación, el Presidente se ha apoyado en las grandes empresas chinas para crear puestos de trabajo en las zonas rurales. El desarrollador Dalian Wanda Group rehizo una aldea remota en la provincia de Guizhou con hoteles y un centro para corridas de toro, mientras que el comerciante de Internet Alibaba Group Holding Ltd. y la empresa de entregas JD.com Inc., se comprometieron a enviar mercancías desde y hacia todas partes para estimular el consumo rural.
Las ciudades más grandes de China han comenzado a poner límites a su población, presentando a los no locales como una amenaza para la estabilidad. La policía identifica a los presuntos no locales para los controles de identificación en el metro y cita regularmente violaciones de licencias para cerrar escuelas y negocios para migrantes. Tanto Shanghai como Guangzhou vieron salidas netas de migrantes en 2018.
Gran parte de la campaña de Xi se basa en inyecciones de efectivo e incentivos que son políticamente populares. Sin embargo, algunos esfuerzos no son voluntarios. Unos 10 millones de familias que se considera viven en viviendas deficientes han sido reubicadas, tanto sus casas y, a veces, barrios enteros han sido arrasados, según los medios estatales chinos.
Xi ha utilizado el impulso contra la pobreza para revitalizar la presencia del Partido Comunista en todo el campo, y los funcionarios han agrupado algunas actividades controvertidas bajo la rúbrica contra la pobreza. Frente a las críticas de los grupos de derechos humanos y el gobierno de Trump por la redada y el maltrato de tibetanos y uigures, el gobierno de China ha dicho que la educación y la capacitación de las minorías étnicas es parte de sus esfuerzos para aliviar la pobreza.
A medida que el gobierno se esfuerza por cumplir la meta de lucha contra la pobreza de Xi, ha identificado a 5,5 millones que se encuentran en la parte inferior para el impulso final, según el monitoreo del progreso en un gran mapa electrónico en la oficina de alivio de la pobreza del Consejo de Estado en Beijing. Los cuadros locales rastrean a los hogares individuales mediante una matriz de ingresos, educación y otros estándares, al mismo tiempo que los estimulan a aumentar los ingresos, por ejemplo, al decirles a los agricultores qué plantar.
En enero, la provincia de Jiangsu, una región relativamente próspera cerca de Shanghai, declaró que de sus 80 millones de habitantes, solo 17 seguían empobrecidos y se comprometió a sacar a esos 17 de la indigencia antes de fin de año.
Las repetidas declaraciones de Xi de que China logrará el objetivo de este año de eliminar la pobreza extrema hacen que sea poco probable que el gobierno informe cifras que no muestren éxito, aunque las autoridades reconocen que los pobres se han visto especialmente afectados por la pandemia de coronavirus.
Zhang Tao, de 25 años, creció con sus abuelos en el condado de Jinzhai de la provincia de Anhui mientras sus padres trabajaban en Suzhou, una ciudad de unos seis millones de 482 kilómetros al este. “Si querías vivir una buena vida, tenías que salir como trabajador migrante”, dijo. “Todos éramos niños abandonados aquí”.
A los 16 años, siguió a sus padres a Suzhou para intentar triunfar, primero como aprendiz de obrero y luego como barbero. Una barbería que instaló con un amigo fracasó. El año pasado, estableció otra barbería cerca de su ciudad natal, convirtiéndose en una de las 850.000 personas que la provincia ha dicho que espera atraer de regreso en cinco años. “Sabía que tarde o temprano tenía que irme a casa”, dijo.
Zhang le preocupa haber tomado una decisión equivocada. Todos sus amigos están en Suzhou. Siente que los competidores están surgiendo más rápido que los clientes. “No es fácil ganar dinero en casa”, dijo.
Guan Zheng, otro repatriado a Anhui, ha iniciado un negocio de cultivo de flores. Pero está frustrado porque no puede encontrar el fertilizante adecuado y está decepcionado de que pocos lugareños tengan el conocimiento tecnológico para ayudarlo a comercializar las flores en línea.
Para Wang, dejar a Dawan cuando era una mujer joven era algo obvio. “En casa, no había ni un centavo”, dijo. “Afuera podíamos ganar 200 yuanes al mes, y al menos enviar algo de dinero para que mamá y papá compraran arroz”.
Ahora las cosas son diferentes. “Nuestro pueblo natal casi se siente como la ciudad, no el lugar pobre como antes”, dijo Wang.
Eso se debe en parte a que la visita de Xi convirtió a Dawan en una atracción turística.
El círculo de sillas donde el Presidente se sentó con los aldeanos ha sido atornillado en su lugar, junto con reproducciones de los maníes que le habían puesto y el trozo de carne que colgaba secándose en la pared detrás de él.
Una tarde reciente, tres buses llenos de turistas subieron la colina hacia el pueblo.