Más de dos semanas después de haber propuesto un documento de 12 puntos para terminar la guerra de Rusia en Ucrania, los esfuerzos de China irían más lejos, luego de que The Wall Street Journal confirmara que Xi Jinping visitará Moscú esta semana, y estaría coordinando una reunión virtual con Volodymyr Zelensky durante la próxima semana.
Sería la primera vez que el líder chino y su par ucraniano hablarán cara a cara desde el inicio de la guerra, y los medios estadounidenses ya comienzan a ver en esta “ofensiva diplomática” un paso significativo de Xi para cumplir el rol de “pacificador mundial”. Esto, sobre todo en una guerra en la que Estados Unidos tiene una posición clara y está fuertemente involucrado.
Este rol vendría luego de una “victoria diplomática” en Medio Oriente: luego de una reunión en Beijing entre los líderes de Arabia Saudita e Irán, en la que ambas naciones acordaron reanudar sus relaciones, rotas desde hace ya siete años.
La entrevista virtual de Xi con Zelensky aún no estaría confirmada al 100%, y el momento en que ocurriría “aún no es claro”. De todos modos, conseguir algún acuerdo entre Kiev y Moscú podría posicionar a China como un aún más clave en el escenario internacional. Las dificultades, de todos modos, son considerables: ni Ucrania ni Rusia se han mostrado dispuestos a sentarse a negociar, y ambos lados confían en que quedan cosas a definir en el campo de batalla.
La guerra ha puesto a China en una situación de equilibrista, tratando de equilibrar su amistad “sin límites” con Rusia, por un lado, y el aumento de la tensión con Estados Unidos y sus aliados. Por esto mismo, el mes pasado Beijing se propuso como un mediador neutral en un llamado por un cese al fuego, proponiendo un documento de 12 puntos que fue bien recibido por Moscú.
El primer punto en tal documento era “el respeto por la soberanía de todos los países”, la piedra angular de la política exterior China. Beijing oficialmente reconoce a Ucrania como una nación soberana, y de hecho, poco antes del ataque de Rusia, Xi y Zelensky realizaron una llamada para marcar los 30 años de relaciones entre ambos países.
Desde el gobierno ucraniano recibieron con cautela el documento chino, que a pesar de tener garantías de seguridad nuclear, no incluía alguna mención al retiro de las tropas rusas de los territorios ocupados, un criterio clave para cualquier acuerdo de paz desde Kiev.
Al respecto, un funcionario ucraniano señaló a Wall Street Journal: “Es un plan que abre espacios a la discusión, pero en términos de cualquier plan de paz, insistimos en la fórmula de paz del Presidente Zelensky”. Además, agregaron que Kiev ya había llamado en múltiples ocasiones por una reunión entre Xi y Zelensky, pero que las solicitudes no habrían sido respondidas desde el lado chino.
Si por el lado de Zelensky, Xi no ha intercambiado muchas palabras, sí se ha reunido con Moscú. No sólo vía virtual, pero también en distintos encuentros presenciales, e incluso en Uzbekistán en septiembre, en lo que fue el primer tour internacional del líder chino después de la pandemia.
Además de la “amistad sin límites”, China ha tenido ciertos gestos por omisión con Rusia: por ejemplo, nunca ha condenado frontalmente la invasión rusa, y tampoco la ha llamado “guerra” como tal.
Esta nueva posición de la diplomacia china refleja la convicción de Xi de que su país puede ofrecer una alternativa al modelo de relaciones internacionales comúnmente liderado por Estados Unidos. Una expansión de la influencia diplomática de Beijing también ofrecería una ventaja potencial contra lo que Xi criticó la semana pasada como una campaña de “contención, cerco y represión integral”, dirigida por Estados Unidos contra China, al estilo de la Guerra Fría.
El último esfuerzo ambicioso que había tenido Beijing para jugar un rol de “pacificador mundial” tuvo lugar a inicios de los 2000, cuando impulsó una conversación entre 6 países para negociar el programa nuclear norcoreano, a cambio de ayuda internacional. Tales conversaciones, que incluían a Estados Unidos, terminaron por fracasar en 2008, cuando Pyongyang se retiró de la mesa de negociaciones.
Con su próximo viaje a Moscú, Xi estaría intentando capitalizar el acuerdo entre Irán y Arabia Saudita, firmado en Beijing y que marcó el fin de siete años de quiebre entre ambos países.
Tal acuerdo, que se concretó el viernes pasado, corona el alza de la influencia china en el Medio Oriente, una región que hasta hace pocos años había tenido a Estados Unidos como la potencia extranjera más reconocida. Con esto, sería la primera vez en que Beijing interviene directamente en las rivalidades políticas de tal región, y con éxito.
Las gestiones para este acuerdo partieron en una cumbre en Riad, donde Xi Jinping propuso hacer un encuentro entre funcionarios de alto nivel de las monarquías del Golfo y de Irán, en 2021 y en Beijing. Días más tarde, Teherán aprobó el plan. Si Arabia Saudita e Irán se encontraron la semana pasada, se espera que en los próximos meses tenga lugar la cumbre propuesta por Xi, y que incluiría tanto a Teherán como a las seis naciones que componen el Consejo de Cooperación del Golfo: Bahrein, Kuwait, Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.
Una de las cosas que aceptó Riad en los acuerdos del viernes fue bajar el tono crítico de la cobertura hacia Irán, por parte del canal de noticias Iran International, una cadena que transmite en persa y que fue fundada por empresarios sauditas. Desde hace tiempo, el régimen iraní acusaba a Iran International de instigar el movimiento de protestas que ya lleva meses en el país, mientras que la agencia de inteligencia iraní la categorizó como una “organización terrorista”.
De acuerdo a oficiales saudíes, iraníes y norteamericanos, Irán habría aceptado, por su parte, dejar de alentar los ataques transfronterizos contra Arabia Saudita desde Yemen, por parte de los rebeldes hutíes. Respaldados por Teherán, los rebeldes tomaron el control de franjas del país y han estado luchando contra una coalición militar liderada por Arabia Saudita desde 2015.
Arabia Saudita e Irán habían roto lazos diplomáticos en 2016, luego de que una turba de iraníes asaltase la embajada saudí en Teherán. El reciente trato conseguido con la ayuda china marca un nuevo capítulo en la rivalidad entre Estados Unidos y China. Según Jon Alterman, un experto en Medio Oriente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales consultado por Wall Street Journal, “este trato permite a los líderes chinos avanzar en las percepciones de su propio rol global, y socavar la idea estadounidense de que un orden basado en reglas liderado por EE.UU. es la única opción responsable que los gobiernos pueden hacer”.