A mediados de la década pasada, China estaba totalmente comprometida con el fútbol. Se crearon programas para integrar este deporte en los colegios de todo el país, se invirtieron cantidades millonarias en construir canchas, los grandes empresarios del gigante asiático apostaron fuertemente por equipos y fichajes de primera categoría. Todo ello bajo la meta de transformarse en los mejores del mundo.
La cobertura mediática de aquel entonces mostraba como China abrazaba el deporte más popular a nivel mundial, recalcando la pasión de su actual Presidente, Xi Jinping, por el fútbol. Las fotografías en las que aparecía el líder chino dominando el balón o presenciando partidos de equipos juveniles se hicieron ver tanto dentro como fuera del país.
China tenía altas expectativas en revitalizar su escena futbolística y volverse una superpotencia internacional, similar a como lo hicieron con los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Sin embargo, el estado actual del fútbol chino se encuentra en un punto muy bajo, con equipos de primera división desaparecidos, ausencia de fichajes importantes, pérdidas millonarias y escándalos de corrupción que siguen apareciendo.
Para Liu Dongfeng, profesor de la escuela de economía y gestión de la Universidad del Deporte de Shanghái, el hecho de que China apuntara muy alto provocó que la caída fuese aún más dura: “Las esperanzas eran realmente altas. Y también por eso la decepción es tan grande”, contó al diario The New York Times.
Proyecto de cara a 2050
En 2015, se publicó un programa de fútbol a nivel nacional, impulsado por el mandatario chino, con el que se contemplaba mejorar el estado del deporte en el país y llevarlo al siguiente nivel. El objetivo de Beijing y de la Federación China de Fútbol era que el país fuera una “superpotencia mundial de fútbol” en el año 2050.
Xi, un aficionado al fútbol, dijo en alguna ocasión que quiere que China participe en otra Copa del Mundo (aparte de la de Corea del Sur y Japón en 2002), organice un Mundial y lo gane dentro de 15 años, como reseñó la BBC en 2016.
Uno de los puntos principales dentro del plan de Xi era incluir al fútbol dentro de la malla escolar china, con el objetivo de introducir a millones de niños al deporte y fomentar su práctica desde pequeños. Parte del plan nacional para 2020 era consolidar y expandir sus escuelas de fútbol. Para ese entonces debería haber más de 20.000 equipos de iniciación a este deporte, 70.000 canchas y más de 30.000 estudiantes de primaria y secundaria que lo practiquen como actividad extracurricular.
La segunda fase de este proyecto, contemplada entre 2021 y 2030, consiste en garantizar que haya una cancha por cada 10.000 habitantes y que su liga profesional esté avaluada en más de 780.000 millones de euros. La fase final se extenderá hasta 2050. Para ese momento, las selecciones chinas deberán competir de igual a igual con los europeos o sudamericanos. El objetivo se habrá cumplido cuando levanten la Copa del Mundo.
“Revitalizar el fútbol es imprescindible para convertir a China en una potencia deportiva”, señaló el Comité Central de Reforma de China, en declaraciones citadas por el diario oficial Global Times.
El impulso que le estaba dando China a su escena futbolística llamó la atención de varias de las personas y empresas más ricas del país, quienes vieron en los planes de Xi una oportunidad de “subirse al carro” de un mercado que pretendía crecer exponencialmente. Bajo esa premisa, comenzaron una serie de inversiones multimillonarias que escalarían a niveles desenfrenados.
A nivel internacional, los inversionistas chinos empezaron a gastar miles de millones de dólares en acciones de equipos europeos. La ambición fue tal que incluso varias empresas se convirtieron en patrocinadores oficiales de la FIFA, entre las que se incluía el Grupo Wanda, propiedad de Wang Jianlin, uno de los hombres más ricos de China.
En el territorio asiático, la alta inversión a los equipos chinos llegó al punto en el que la Superliga China (CSL), durante el período invernal en 2016, gastó US$ 366 millones en compras de jugadores, superando en más de US$ 100 millones a la Premier Ligue inglesa. También gastaron más que las otras cuatro grandes ligas europeas juntas (Italia, Alemania, Francia y España), según Transfermarkt.
Por otro lado, todo el dinero que movía la primera división de China la convirtió en uno de los mayores actores del mercado mundial de fichajes. La CSL se llenó de grandes estrellas internacionales que comenzaron a jugar por clubes chinos motivados por los sueldos desorbitados, como fue el caso de los brasileños Alex Teixeira y Ramires Santos do Nascimento, quienes ficharon por el Jiangsu Suning F.C. en 2016, por las sumas de US$ 56 millones y US$ 36 millones, respectivamente.
Resultados no esperados
A pesar a las altas expectativas que se tenía sobre el fútbol chino, y aún con las restricciones que se impusieron para evitar el sobrecalentamiento, la inversión descontrolada generó una burbuja que, tras la llegada de la pandemia y el cierre total de las fronteras en China, terminó por reventarse.
Clubes importantes dentro del fútbol chino comenzaron a desaparecer, como el Jiangsu Suning F.C. en 2021, poco después de ganar la Superliga. A este le siguieron clubes como Guangzhou F.C., el cual cayó al descenso cuando su propietario, promotor del gigante inmobiliario Evergrande, declaró su crisis financiera.
Esto, junto al incumplimiento de contratos y salarios sin pagar, provocó que muchos de los futbolistas internacionales que jugaban en China hicieran sus maletas y abandonaran el territorio. Se sumaron, además, rupturas de acuerdos importantes, como el suscrito con la Premier League, que generaron pérdidas millonarias para el fútbol chino.
El cierre de las fronteras también repercutió en aspectos fuera de la cancha. Las restricciones impuestas por China desincentivaron a la FIFA y su idea de celebrar una Copa Mundial de Clubes en el país, y aunque se prevé que se realizará en 2025, es muy poco probable que se haga en el territorio asiático, según The New York Times.
Otro fenómeno que lleva azotando al fútbol chino durante décadas es la corrupción, sostenida por múltiples redes de apuestas ilegales, vinculadas incluso a la mafia. Bajo la campaña anticorrupción de Xi, miles de funcionarios, entrenadores y directivos fueron detenidos, incluyendo a Li Tie, entrenador de la selección nacional. En ese mismo tiempo, se acusó a Chen Xuyuan, presidente de la Asociación China de Fútbol (CFA), de estar involucrado en casos similares.
En cuanto al programa de Xi, los resultados no fueron los esperados. A pesar de las declaraciones optimistas de sus responsables, que expresaban que había 30.000 escuelas activas y más de 55 millones de estudiantes jugando, para Mark Dreyer, autor del libro Sporting Superpower: An Insider’s View on China’s Quest to Be the Best (Superpotencia deportiva: Una visión interna sobre la búsqueda de China para ser el mejor), pocas de esas afirmaciones eran realmente comprobables.
“Mientras que la mayor parte del mundo celebra un proyecto una vez completado, en China les gusta celebrar el anuncio, lanzar cifras disparatadas y luego la gente las acepta como dadas”, aseveró el escritor a The New York Times.
El difícil presente
El fracaso del plan, que se achacó a temas socioculturales y la incapacidad de la población china para practicar deportes en equipo, se refleja en el estado de la selección nacional, el que una vez fue una luz de esperanza, pero que ahora, según expertos, resulta una decepción.
La selección masculina lleva desde 2002 sin clasificar a una Copa del Mundo, ocasión en la que debutó y perdió en la fase de grupos sin meter un solo gol. En historia reciente, durante la fase de clasificación para Qatar, los dragones chinos quedaron quintos dentro de los seis equipos del grupo, cuya derrota contra Vietnam (3-1) durante el Año Nuevo chino fue el punto cúlmine de la humillación para la población del gigante asiático.
A pesar del mal estado de la selección masculina, el equipo femenino da mayores esperanzas al país, con el cual llegaron a la final de la Copa Mundial de 1999 en Estados Unidos y salieron subcampeonas, tras caer ante el cuadro local. Sin embargo, desde ese año que esa escuadra no ha logrado superar los cuartos de final.
Por el momento, las millonarias inversiones de Beijing para convertirse en la superpotencia del fútbol internacional tienen poco que mostrar. “El experimento de fútbol de China fue un fracaso. Ahora puede haber terminado”, sentenció The New York Times.