El Parlamento israelí aprobó este lunes la ley que cancela la llamada cláusula de sensatez, que habilitaba hasta ahora al Tribunal Supremo a anular algunas decisiones gubernamentales si las considera “irrazonables”. La aprobación de la ley desató protestas fuera del Parlamento y no solo ha dividido al país, sino que ha tensado las relaciones con Estados Unidos.
La ley fue aprobada con 64 de los 120 votos favorables de la Knesset y cero votos en contra, ya que la oposición abandonó el pleno en protesta por la iniciativa en momentos que miles de personas se manifestaban contra la norma en las inmediaciones de la sede parlamentaria.
Miles de personas bloquearon la carretera principal de Jerusalén después de la votación. Las paredes y vallas a lo largo de la calle frente a la Corte Suprema, la oficina del primer ministro y el Parlamento estaban cubiertas con cientos de carteles que decían “no serviremos a un dictador”, “democracia o rebelión” y “salvaremos a Israel de Netanyahu”. La policía trató de despejar a la multitud con camiones lanza agua.
Más temprano, los manifestantes bloquearon un camino que conducía al Parlamento y las grandes cadenas de centros comerciales y algunas gasolineras cerraron sus puertas en señal de protesta.
La votación reflejó la determinación de Netanyahu y sus aliados de ultraderecha de seguir adelante con el plan, que ha puesto a prueba los delicados lazos sociales que unen al país, ha sacudido la cohesión de su poderoso Ejército y causado repetidamente preocupaciones a su aliado más cercano, Estados Unidos, indicó la agencia The Associated Press.
La reforma exige cambios radicales destinados a restringir las atribuciones del Poder Judicial, desde limitar la capacidad de la Corte Suprema para impugnar las decisiones parlamentarias hasta cambiar la forma en que se seleccionan los jueces. Netanyahu y sus aliados dicen que los cambios fortalecen la democracia al limitar los poderes de los jueces no elegidos y otorgar a los funcionarios electos más poderes sobre la toma de decisiones.
Pero los manifestantes ven la reforma como una toma de poder alimentada por quejas personales y políticas de Netanyahu -quien está siendo juzgado por cargos de corrupción- y sus socios.
En Israel, que no tiene una Constitución formal, el Poder Judicial desempeña un papel crítico de supervisión en el sistema de contrapesos en el país. Bajo el sistema israelí, el primer ministro gobierna a través de una coalición mayoritaria en el Parlamento, lo que le da control sobre las dos ramas del gobierno. Al moverse para debilitar el Poder Judicial, advierten los críticos, los aliados de Netanyahu consolidarán el poder al debilitar la independencia y la supervisión de los jueces.
“Es un día triste”, afirmó el líder opositor Yair Lapid después de la votación. “Esta no es una victoria para la coalición. Esta es la destrucción de la democracia israelí”. En la votación del lunes, los legisladores aprobaron una medida que impide que los jueces anulen las decisiones del gobierno sobre la base de que son “irrazonables”.
Netanyahu se refirió el lunes por la noche a la aprobación de un proyecto de ley para frenar la supervisión judicial del gobierno y dijo que estaba abierto al diálogo sobre nuevas leyes hasta noviembre.
“Hemos aprobado la enmienda al estándar de razonabilidad para que el gobierno electo pueda liderar la política según lo ordenado por la mayoría de los ciudadanos del país”, señaló Netanyahu, reprendiendo a la oposición. “Acordamos suspender la legislación, la detuvimos durante tres meses completos. Acordamos cambios significativos a la política original. Ninguna de nuestras propuestas de compromiso fue aceptada. Ni siquiera una vez”.
Después de la votación, el ministro de Justicia Yariv Levin, arquitecto del plan, dijo que el Parlamento había dado “el primer paso en un importante proceso histórico” de reforma del Poder Judicial.
Cuestionamientos de Biden
Ante esto, el Presidente estadounidense Joe Biden, criticó la aprobación en el Parlamento israelí. “Es lamentable que la votación de hoy (lunes) haya tenido lugar con la mayoría más exigua posible”, comentó la Casa Blanca en un comunicado oficial. La declaración recuerda que Biden es un “amigo de Israel de toda la vida”, pero argumentó que “los cambios importantes en una democracia deben tener el mayor consenso posible para ser duraderos”.
“Comprendemos que hay contactos y que probablemente seguirán en las próximas semanas y meses para intentar forjar un acuerdo más amplio incluso durante el receso de la Knesset” o Parlamento israelí, añadió Washington.
En ese sentido, “Estados Unidos seguirá apoyando los intentos del Presidente (Isaac) Herzog y de otros dirigentes israelíes que buscan construir un consenso más amplio mediante el diálogo político”, indicó.
Según el diario The New York Times, Estados Unidos e Israel se encuentran actualmente en una de esas fases en las que se vuelven locos el uno al otro en el marco de su asociación de 75 años, “generalmente estrecha pero a menudo turbulenta”.
“Lo que hace que este momento sea diferente es que la ruptura no tiene nada que ver con la política exterior y los asuntos de seguridad nacional que suelen provocar desacuerdos, como la venta de armas, el programa nuclear de Irán, los reclamos territoriales o el impulso de larga data para forjar la paz entre israelíes y palestinos. En cambio, se trata de un tema estrictamente interno dentro de Israel, el equilibrio de poder y el futuro de la libertad en el único bastión histórico de la democracia en Medio Oriente”, escribió el periódico.
La fricción entre ambos socios ha complicado la cooperación en distintas áreas, dijo The New York Times. Por ejemplo, durante meses, Biden se negó a invitar a Netanyahu a Washington, lo que impidió al menos algunas reuniones entre funcionarios de nivel inferior. El Presidente cedió la semana pasada y acordó reunirse en algún momento y lugar aún no especificado en Estados Unidos este año. Pero luego se sintió obligado a emitir dos declaraciones públicas dejando en claro que no había cambiado de opinión sobre la campaña de Netanyahu para limitar el poder de los tribunales, incluso cuando el primer ministro está siendo juzgado por corrupción.
Robert B. Satloff, director ejecutivo del Washington Institute for Near East Policy, comentó al periódico que la lucha por el plan judicial fue “el choque del siglo” dentro de Israel, pero que en realidad no afectó las relaciones con Estados Unidos de manera profunda. “Es un poco de una controversia ligera. En términos históricos, esto no comienza a clasificarse como una crisis entre Estados Unidos e Israel”. En cambio, sostuvo, “esta es realmente una pelea dentro de la familia”.