Tras dos meses de frustración, desesperación y pérdidas económicas, Shanghai puso fin al confinamiento draconiano por el Covid-19, lo que provocó celebraciones atenuadas por el temor a que volviera a producirse un brote.
La mayoría de los 25 millones de habitantes de Shanghai pueden ahora salir libremente de casa, volver al trabajo, utilizar el transporte público y conducir sus automóviles, un momento que para muchos en la ciudad más grande y cosmopolita de China parecía que nunca llegaría.
A medianoche, pequeños grupos reunidos en el antiguo barrio de la Concesión Francesa de la ciudad silbaban y gritaban “se ha levantado la prohibición” y brindaban con champán, según consignó Reuters.
El calvario de Shanghai, apuntó la agencia de noticias, ha llegado a simbolizar lo que, según los críticos, es la insostenibilidad de la adhesión de China a una política de cero contagios que pretende cortar toda cadena de infecciones, a cualquier precio, incluso cuando gran parte del mundo intenta volver a la normalidad, a pesar de las continuas infecciones.
La falta de una hoja de ruta para salir de un planteamiento que se ve cada vez más cuestionado por la variante ómicron, altamente contagiosa, ha sacudido a los inversores y frustrado a las empresas.
Las restricciones por Covid-19 en Shanghai y otras muchas ciudades chinas han afectado a la segunda mayor economía del mundo y han complicado las cadenas de suministro mundiales, aunque las cifras de casos han mejorado y las restricciones han disminuido desde las profundidades de los confinamientos de abril.
China afirma que su enfoque, una política emblemática del Presidente Xi Jinping, es necesario para salvar vidas y evitar que su sistema sanitario se vea desbordado. La incertidumbre y el descontento provocados por la gestión sobre el Covid-19 en China han creado turbulencias no deseadas en un año político delicado.
La inquietud política y económica surge cuando Xi se prepara para extender su presidencia a un tercer mandato. En 2018, los legisladores chinos eliminaron el límite de dos mandatos, allanando el camino para que Xi consolide su estatus este año como el gobernante más poderoso de la nación desde Mao Zedong, destacó The Associated Press.
Pero, según The Times, el culto a Xi Jinping “está comenzando a desmoronarse”. Encajonado por una estrategia insostenible de “Covid cero” y golpeado por una economía tambaleante, “su posición ya no parece inexpugnable”, aseguró el diario británico. “Los rumores de su desaparición política y personal están arremolinándose. Los observadores de China están analizando cada matiz mientras buscan signos de lo que era impensable hace solo seis meses: la posible caída de ‘Xi Dada’ (Big Daddy Xi)”, escribió el periódico.
El medio señala que el descontento ha estado creciendo por un tiempo. La reciente publicación de los “archivos policiales de Xinjiang” por parte del académico y activista con sede en EE.UU. Adrian Zenz generó una nueva intriga. Los archivos, pasados a Zenz después de que supuestamente fueran pirateados de las computadoras de la policía este año, confirman la inhumanidad de los “centros de reeducación” que encarcelaron hasta 1,5 millones de uigures.
The Economist también se refiere al surgimiento de “rumores de falta de armonía” dentro del liderazgo de China. Sin embargo, la publicación destaca que “poca evidencia” sugiere que Xi Jinping esté enfrentando un desafío.
Pocos analistas dudan de que Xi comience un tercer mandato sin precedentes después del vigésimo Congreso del Partido Comunista, que probablemente se celebrará en otoño, sostiene el medio. Pero es seguro asumir que su política de “Covid cero”, que este año ha resultado en confinamientos generalizados y daños enormes a la economía, está causando estrés político. Incluso, en las redes sociales censuradas de China está claro que la ansiedad pública sobre el manejo de la pandemia por parte del gobierno está creciendo, agrega.
En ese sentido, Bloomberg recordó que la última vez que un alto dirigente chino se dirigió improvisadamente a miles de funcionarios en febrero de 2020, Xi Jinping pidió una “guerra popular” contra el Covid-19 al inicio de la pandemia.
El miércoles pasado, el primer ministro Li Keqiang mantuvo una videollamada igualmente rara con miles de cuadros de todo el país para advertir de una crisis económica aún peor que la de hace dos años, y les pidió que equilibraran mejor los controles de Covid y el crecimiento económico.
Sin embargo, muchos funcionarios encargados de aplicar la política sobre el terreno no saben muy bien a quién escuchar: Xi sigue insistiendo en la necesidad de que los funcionarios presionen para que no haya ningún caso de Covid-19, mientras Li los insta continuamente a impulsar la economía y alcanzar los objetivos de crecimiento preestablecidos.
Este dilema está conduciendo a la parálisis en una nación que normalmente es aclamada por la rápida aplicación de los dictados desde arriba, según ocho altos funcionarios del gobierno local y burócratas financieros que pidieron no ser nombrados, porque no están autorizados a hablar públicamente, consignó Bloomberg.
Mientras tanto, el apoyo de Beijing a Moscú en la guerra de Ucrania amenaza sus ya problemáticas relaciones con Occidente, incluso cuando pone a prueba la asociación política de Xi con su homólogo ruso, Vladimir Putin, que depende de China para importar petróleo ruso. Equilibrar las ambiciones internacionales de China -contrarrestar lo que su presidente considera hegemonía occidental- y sus crecientes preocupaciones internas está complicando la narrativa de Xi, sostiene el diario Los Ángeles Times.
No está claro cuánto sabía Xi sobre lo que Putin estaba tramando para Ucrania. Pero el momento de la declaración conjunta de una asociación “sin límites” aumentó el escrutinio sobre la voluntad de China de apoyar a Rusia política y económicamente, lo que generó preocupaciones sobre una reacción internacional. Xi no querría perder a un aliado y compañero autócrata como Putin. Sin embargo, el aislamiento del líder del Kremlin por parte de Occidente podría presagiar el trato que Xi podría encontrar si China invadiera Taiwán en su objetivo declarado desde hace mucho tiempo de poner la isla democrática bajo el control de Beijing, indicó el periódico estadounidense.
“China necesita que Putin esté en el poder”, dijo Victor Shih, profesor asociado de la Escuela de Política y Estrategia Global de UC San Diego. “A medida que Rusia sufre mayores pérdidas, creo que los líderes en Beijing probablemente estén un poco preocupados”, comentó el experto a Los Ángeles Times.