La XVIII Cumbre de las Américas será escenario del nuevo mapa político continental generado por los numerosos procesos electorales y diversas crisis surgidos desde la última cita de este foro presidencial, al que acuden varios gobernantes por primera vez.
De los 34 jefes de estado invitados a participar del encuentro, trece tienen la oportunidad de estrenarse en la mayor reunión de alto nivel político del hemisferio y doce acudirían por segunda vez.
El más experimentado es el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, participante desde la tercera cumbre (Québec, 2001), mientras que para el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, ésta puede ser su quinta cumbre continental.
En tanto, sería la cuarta participación para el primer ministro de Belice, Dean Barrow, y para los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Uruguay, Tabaré Vázquez, un importante caudal de experiencia nada despreciable para un foro de diálogo multilateral que, en ocasiones, se ha vuelto tenso.
La cita de Lima encuentra a América con un escenario político muy diferente al de hace tres años.
Desde la última Cumbre de las Américas, realizada en Panamá en abril de 2015, se han celebrado en el continente una veintena de elecciones de jefe de Estado.
En once de esos comicios se produjeron cambios de signo político, con casos destacados, como la victoria del conservador Mauricio Macri en Argentina en 2015, tras doce años de kirchnerismo en el poder, o la del liberal Justin Trudeau que también ese año puso fin a una década conservadora en Canadá.
Pero quizás el más significativo de los comicios, por el impacto a nivel global que ha producido, sean los celebrados en Estados Unidos en 2016 y que habilitaron la llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca, en enero de 2017.
En Lima, Trump no solo se estrenará en una Cumbre de las Américas, sino que Perú será el inicio de su primera visita oficial a Latinoamérica, una gira que también incluye a Colombia.
Su intervención en la cita hemisférica suscita gran interés en la región, que en líneas generales rechaza el duro discurso de Trump respecto a la inmigración y mira con incertidumbre los alcances de las políticas proteccionistas impulsadas por Washington.
En la capital peruana, Trump probablemente se verá las caras con Trudeau y con el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, con quienes tiene entre manos la compleja renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y con el presidente de Cuba, Raúl Castro, que por segunda vez participaría en una Cumbre de las Américas.
Con o sin chispazos en la "Ciudad de los Reyes", a Trump le espera un escenario político menos adverso que el que hubiera encontrado en Panamá, con la ausencia ahora de líderes de centroizquierda que le hubieran hecho de fuerte contrapeso, como Dilma Rousseff, Cristina Fernández o Rafael Correa.
Con el "eje bolivariano" debilitado -al presidente venezolano, Nicolás Maduro, sólo le quedan como aliados incondicionales Cuba, Bolivia y Nicaragua-, Trump podría encontrar en Lima una mejor predisposición para discutir sanciones a Caracas y ser secundado por los presidentes de Argentina, de Colombia, Juan Manuel Santos, Chile, Sebastián Piñera -quien regresó al Ejecutivo este año-, y por el resto de los países miembros del "Grupo de Lima".
La crisis en Venezuela, cuyo presidente ha sido excluido de la lista de invitados a la cumbre, no es la única turbulencia que ha sacudido a la región desde la cita en Panamá de 2015.
Ese mismo año, estallaba en Guatemala un escándalo por corrupción que terminó con la renuncia del presidente Otto Pérez Molina; el mandato lo terminó el vicepresidente Alejandro Maldonado Aguirre y en 2016, tras elecciones, asumió Jimmy Morales.
Honduras, otro país centroamericano, está sumido en una crisis política derivada por un presunto fraude en las elecciones de noviembre de 2017, en las que el presidente Juan Orlando Hernández fue reelegido.
De mayor impacto ha sido la crisis política desatada en Brasil, primero con los escándalos de la operación Lava Jato y del caso Odebrecht y luego, en agosto de 2016, con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, cuyo mandato ha de completar quien fuera su vicepresidente, Michel Temer, ahora enfrentado a su antecesora y que también afronta investigaciones judiciales.
Mientras, no para de crecer la espiral de tensión política que rodea al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado por corrupción y candidato para las próximas elecciones de Brasil, uno de los comicios más importantes que se celebrarán este año en América, junto con los de Colombia, Venezuela, México y Paraguay.
Los escándalos de corrupción, que han salpicado a muchos países de la región en los últimos años, también desataron una crisis política en Perú, anfitrión de la cumbre, que desembocó el mes pasado en la renuncia del presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien no llegó a cumplir dos años de mandato y cuyo gobierno, curiosamente, eligió que la corrupción y sus efectos sean el tema principal de la cita de Lima.