Daniel Ortega siempre ha sido llevado de sus ideas, un dirigente porfiado que -aunque astuto-, suele no escuchar. Su personalidad lo ha traicionado más de una vez. Le pasó a fines de los 80, cuando a poco de cumplir una década en el poder tras el triunfo de la Revolución Sandinista de 1979, Fidel Castro le dijo que, por ningún motivo, debían llevarse a cabo las elecciones de 1990 porque las perdería. Ortega decidió pasar por alto la advertencia de su más cercano aliado y perdió. Castro, cuya colaboración y estrategia fueron clave para la victoria del sandinismo contra la dictadura de Anastasio Somoza, reprendió sin filtro a Daniel y a su hermano Humberto. Aquella derrota sería fundamental para lo que vendría después en Nicaragua.
Ortega también ha sido un hombre de cambios y transformaciones profundas para conseguir un fin único: poder. Luego del triunfo revolucionario, los principales comandantes guerrilleros decidieron que, lo mejor para Nicaragua, era tener un liderazgo colectivo al mando de una Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Pero pronto surgieron diferencias entre los nueve comandantes de la "Junta de Gobierno" y se decidió que, para el bien del país, había que designar a un líder. En su libro Adiós Muchachos, Sergio Ramírez -que se desempeñó como Vicepresidente sandinista entre 1985 y 1990- narra que Humberto Ortega, Comandante en Jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS), sugirió que su hermano Daniel era el más indicado, por su bajo perfil y escaso carisma. "Humberto vendió la idea diciendo que Daniel, por falta de relevancia, no era el más peligroso, alguien que quisiera o pudiera hacerse con el poder, porque no sabía hablar, no era carismático. Esa fue la manera de venderlo", ha contado Ramírez. Daniel Ortega se convirtió así en la cara y en la voz del gobierno sandinista (1979-1990).
El Presidente nicaragüense, que por estos días enfrenta masivas protestas ciudadanas que exigen su salida y que ha sido acusado por la oposición de la muerte de más de 300 manifestantes y una represión al estilo de Somoza, ha sido también un dirigente decidido, al que no le tiembla la mano.
Ortega (La Libertad, 1945) nació en una familia de clase media cuyos padres eran férreos opositores a Somoza. En 1963, con tan solo 18 años, abandonó su primer año de Derecho para unirse a la causa sandinista y luego partió a Moscú, en plena Guerra Fría, para instruirse en la Universidad de la Amistad de los Pueblos "Patricio Lumumba".
Pronto, Ortega vivió en carne propia las consecuencias de la lucha armada contra Somoza. Durante un asalto sandinista a un banco en 1967, fue detenido y pasó siete años en la cárcel, un período que lo marcó y que aprovechó para desarrollar su predilección por la poesía.
Recién en 1974 fue liberado gracias a un intercambio de rehenes tras la toma de la casa del banquero José María Castillo Quanty entonces partió al exilio en Cuba y luego se instaló en Costa Rica para el asalto final contra Somoza.
Ortega ha tenido muchas vidas y ha salido ileso de las duras acusaciones en su contra. En 1978, un año antes del triunfo revolucionario, se emparejó con la poetisa Rosario Murillo, con quien tuvo siete hijos. A su esposa la "designó" Vicepresidenta en enero de 2017 y a sus hijos los tiene en altos cargos de poder. Pero su vida familiar no ha estado exenta de controversia. En 1998 fue objeto de un escándalo de proporciones cuando su hijastra, Zoilamérica Narváez, lo acusó de abusos sexuales cuando tenía 11 años. Ortega invocó entonces su inmunidad parlamentaria y la justicia consideró que el caso había prescrito. Rosario Murillo calificó entonces a su hija de "mitómana".
"Give Peace a Chance"
Ortega también se ha reinventado muchas veces. Tras la debacle electoral del sandinismo, enterró sus arengas revolucionarias marxistas, las que reemplazó por prédicas religiosas católicas. Así y todo, perdió en las elecciones de 1996 y 2001. Los nicaragüenses, en ese momento, aún tenían en la memoria el desastre de la administración sandinista: en 1990 el país quedó en la bancarrota con una deuda externa de US$ 12 mil millones, la moneda devaluada en un 33.000% y un 50% de pobres y 19% de extrema pobreza.
En una entrevista con La Tercera durante una visita a Santiago en septiembre de 2003, Ortega dijo se seguía considerando "un revolucionario" y que estaba "orgulloso" de haber entregado el poder en 1990. "Siempre me he considerado, en primer lugar, un poeta", apuntó.
Cuando comenzó la campaña electoral para los comicios de 2006, Ortega ya se había transformado. Ya no era el comandante vestido de verde olivo, sino que optó por el blanco y el rosado. Y por mensajes de "paz y amor". De hecho, creó su propia versión de Give Peace a Chance, de John Lennon. Eso sí, nunca abandonó su gusto por los Mercedes Benz y otros lujos. "Hay que enterrar el odio, el rencor y pedirle fortaleza a Dios para que nos ilumine en el camino de la reconciliación", dijo 12 años atrás. La religión -y también lo esotérico- han jugado un rol importante en la familia Ortega-Murillo a través de los años. Ahora, el líder sandinista se proclama provida, mientras que Rosario Murillo ha tildado de "fuerzas diabólicas" a quienes durante los últimos tres meses han exigido su dimisión en las calles de Managua, Masaya, León y las urbes más importantes del país centroamericano. Eso sí, el jueves, durante los actos por los 39 años del triunfo de la Revolución Sandinista, Ortega no tuvo pelos en la lengua para acusar de "golpistas" a algunos obispos. Y religiosos han sido víctimas de ataques de paramilitares oficialistas.
El Comandante
Ortega también ha sido pragmático. Tras sus tres derrotas electorales consecutivas, vio que si no pactaba con su viejo enemigo, el Presidente Arnoldo Alemán (1997-2002), condenado a la cárcel por corrupción, le sería difícil recuperar el poder. De esta manera, acordaron una reforma constitucional para evitar la segunda vuelta electoral y además rebajaron el techo para una elección en primera vuelta a un 35%. Así, en 2006 ganó con el 38%. Tres años después, Alemán fue sobreseído de todos los cargos.
El antiguo "Comandante Daniel", que dice tener el respaldo de los más pobres y desposeídos, nunca ha querido dejar de ser "comandante", pero sus excompañeros de armas hace rato que advirtieron lo que ocurriría en Nicaragua si algún día Ortega recuperaba el poder. No por nada, sus antiguos camaradas, como el escritor Sergio Ramírez, la "Comandante Dos" Dora María Téllez y ex comandantes de la Junta como Luis Carrión, formaron en los 90 el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) en rechazo a la figura de Ortega. De los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN, sólo uno forma parte del gobierno: Bayardo Arce, quien es asesor económico.
A lo Somoza
Ortega también ha sido un hombre de suerte. Gracias al petróleo de su amigo Hugo Chávez, sobrevivió a debacles económicas pero, según sus detractores y cifras del diario La Prensa, se enriqueció con unos US$ 3.500 millones.
Además de todos estos calificativos, Ortega se ha convertido, según denuncian sus opositores y excamaradas, en un auténtico Somoza. El Presidente de Nicaragua no solo se dio maña para ser reelecto en 2011 (62% de los votos) y 2016 (72%), sino que controla el Poder Legislativo, el Poder Judicial y el órgano electoral. "Ortega viola los DD.HH. de los nicaragüenses igual que Somoza", es la conclusión de Dora María Téllez, su antigua compañera sandinista.