La imagen se repitió en decenas de lugares: carreteras copadas de automóviles, con familias, bolsos y miedo en su interior. Eran los miles de libaneses que huían de los bombardeos desatados tras la escalada del conflicto entre Israel y Hezbolá, el grupo paramilitar musulmán chiita libanés.
Los registros gráficos tomados el lunes causaron la alarma no solo de la región, sino también de autoridades de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), quienes ven con preocupación la posible ola de desplazados y migrantes que amenaza con desbordar a las ciudades locales y los países vecinos.
Vientos del pasado
“Estamos seriamente preocupados por la grave escalada de los ataques que vimos ayer (lunes)”, dijo este martes desde Ginebra el portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Matthew Saltmarsh. “Decenas de miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares ayer y durante la noche, y las cifras siguen aumentando”, añadió durante un punto de prensa.
Las alarmas saltaron luego de los últimos ataques aéreos impulsados por Israel en tierras libanesas, donde en cuestión de horas, autoridades de salud denunciaron la muerte de 558 personas, entre ellas 50 niños y 94 mujeres, dijo el Ministerio de Salud el martes.
A modo de comparación, durante el último gran conflicto bélico entre Hezbolá e Israel, en 2006, hubo 1.191 muertos y 4.409 heridos, según datos del Comité Internacional de la Cruz Roja, además de forzar a unas 900.000 personas a abandonar sus hogares.
El actual conflicto entre el Estado judío y Hezbolá -este último respaldado bélica y económicamente por Irán- cobró en un par de días la vida de cerca de la mitad de los muertos totales de su anterior versión.
Si bien Israel y Hezbolá han intercambiado disparos de forma casi diaria desde que Hamas, el movimiento islamista que gobierna Gaza, atacó a Israel el 7 de octubre pasado, en los últimos días la situación ha escalado exponencialmente, primero con el ataque masivo -e indiscriminado- a través de beepers y walkie-talkies y luego con ofensivas aéreas. De hecho, el de este lunes fue el más grande desde aquella guerra de 2006 que por 34 días mantuvo en vilo a la zona.
Es por eso que desde Ginebra llaman a bajar la tensión, antes de que Líbano se vea envuelto una vez más en una guerra sangrienta y, para peor, que lo sufra su población civil no militante.
“Esta es una región que ya ha sido devastada por la guerra y un país que conoce el sufrimiento demasiado bien”, planteó Matthew Saltmarsh. “El número de víctimas civiles es inaceptable”, cerró.
El funcionario añadió que “debe respetarse el Derecho Internacional Humanitario”, y que “es momento de que la comunidad internacional incremente su apoyo a Líbano y a su pueblo”. Ya antes de que repuntara el conflicto, más de 100.000 personas se habían visto desplazadas de las regiones en el sur de Líbano, explicó.
El portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados no fue el único que puso el grito en el cielo desde el organismo global. Ravina Shamdasani, portavoz de la oficina de derechos humanos de la ONU, aseguró que su cartera estaba “extremadamente alarmada por la brusca escalada de las hostilidades entre Israel y Hezbolá”. También hizo un llamado a “todas las partes para que cesen inmediatamente la violencia y garanticen la protección de los civiles”, consignó France 24.
Quien también alzó la voz en Naciones Unidas fue Ettie Higgins, representante adjunta de Unicef en Líbano, quien habló con el citado medio a través de una conexión de video desde Beirut. “Hoy advertimos de que cualquier nueva escalada de este conflicto será absolutamente catastrófica para todos los niños de Líbano”, advirtió al medio francés. “Ayer fue el peor día de Líbano en 18 años. Esta violencia tiene que cesar inmediatamente, o las consecuencias serán desmesuradas”, cerró.
Las preocupaciones no solo emergen de entes políticos globales. En Estados Unidos, su presidente, Joe Biden, ha dejado en claro en múltiples ocasiones -tanto en público como en privado- que un conflicto mayor entre Hezbolá e Israel podría causar fácilmente una escalada regional, y al octogenario mandatario simplemente se le acaba el tiempo, dijeron a The New York Times asesores de Biden.
“Mi equipo ha estado en contacto constante con sus homólogos y estamos trabajando para reducir la tensión de una manera que permita a las personas regresar a sus hogares de forma segura”, dijo este lunes mientras recibía en la Casa Blanca al presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohamed bin Zayed Al Nahayan. El temor, han repetido analistas en los últimos meses, es que una escalada en la región lleve a Israel a una guerra abierta con Irán, país patrocinador de islamistas como Hezbolá.
Pero, al menos desde la otra vereda, no parece haber intención de detener las ofensivas. Así lo dejó en claro el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien dijo en un video difundido en la red social X y dirigido a los ciudadanos libaneses que la guerra no es contra ellos, sino contra Hezbolá.
Además de advertir que no detendrá los ataques, planteó que el líder de la organización islamista, Hassan Nasrallah, está llevando a los libaneses al abismo. “Por su propio bien, sálvense de la captura de Nasrallah”, planteó Netanyahu. Y añadió: “Quien tenga un proyectil en la sala de estar o un cohete en el garaje no tendrá casa”.
Huida y migración
Según el Ministerio de Salud de Líbano, ya son cientos de miles de personas las que han escapado de sus hogares, sin destino claro aparente, consignó el periódico español El País. ¿La razón? La mayor matanza de libaneses en un solo día desde la guerra civil que azotó a la nación entre 1975 y 1990.
Ahora, escuelas en la localidad de Qob Elías -a pocos kilómetros de la zona fronteriza con Siria- cancelan las matrículas por orden del Ministerio de Educación para ser utilizadas con otro motivo: acoger a los refugiados y desplazados que huyen de las bombas. El Ejército israelí dio dos horas a los civiles para que abandonaran la zona, dejando atrás gran parte de sus bienes materiales.
Así ocurrió con Hiba Tubjanali, quien llegó a Qob Elías tras enterarse de que profesores, servicios de emergencia y boy scouts estaban retirando los implementos de las salas de clases para recibir a civiles. Antes, había pensado en huir hacia la capital del país, Beirut, pero en el camino le avisaron que el pueblo cerca del límite con Siria estaba recibiendo gente.
Difícil interpretar si fue una decisión sabia o azarosa, pero resultó ser la correcta. Al poco tiempo de llegar, se enteró de que la aviación israelí había bombardeado Dahiye, suburbio sur chiita de la capital y feudo de Hezbolá, relató El País. Intentaban dar con Ali Karaki, uno de los principales dirigentes de la milicia islamista.
Imad Atwi, de 27 años, vivió una historia similar. “Hemos tomado ropa, comida para los niños y poco más. Como no tenemos auto, no queríamos llevar bolsas grandes, por si teníamos que pedir a alguien que nos llevara y, al vernos con ellas, no quisiera llevarnos. Tampoco queremos ocupar mucho sitio aquí”, dijo al mismo medio.
Como ellos, son miles los que se han visto obligados a moverse de sus hogares, independiente de si participan o no de la guerrilla libanesa. Y ese movimiento preocupa a las autoridades.
El portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Matthew Saltmarsh, se refirió a la situación de los refugiados señalando que Acnur, la Agencia de la ONU para los Refugiados, “está llevando a cabo valoraciones sobre posibles sitios de refugio en el Monte Líbano y Beirut”, al mismo tiempo que se debate si abrirán más centros de esta clase en la ciudad de Sidón, al sur del país, y el valle de la Becá al este, informó Europa Press.
“Estamos trabajando con el gobierno para valorar diferentes refugios colectivos en estas regiones”, continuó Saltmarsh, añadiendo que una vez reciban “luz verde, estamos preparados para trasladar bienes esenciales de ayuda y para entregar ayuda en efectivo”.
No es la única preocupación. Además de los desplazados libaneses, también se tiene que lidiar con los refugiados palestinos y sirios. “El gobierno calcula que acoge ahora a 1,5 millones de refugiados sirios, incluidos 87.000 en la zona sur antes de los últimos acontecimientos”, detalló el vocero. “Estos refugiados hacen frente ahora a un nuevo desplazamiento y este doble desplazamiento exacerba sus vulnerabilidades”.
El temor de una ola migratoria ahora se toma a los países cercanos a Líbano. Ejemplo de esto lo dio el ministro de Migración y Asilo de Grecia, Nikolaos Panagiotopoulos, quien expresó este lunes su preocupación por una eventual “explosión de flujos (migratorios) desde Líbano”, dijo durante una sesión del Parlamento griego ante la consulta de un congresista.
Si bien el político conservador dijo que “no puedo adivinar el futuro, si habrá o no una explosión de flujos (migratorios) desde Líbano en los próximos días”, existe incertidumbre sobre si seguirá siendo “manejable” el asunto. Entre Líbano y Grecia se puede trazar una línea directa a través del mar, esquivando algunas de las islas griegas.
“El año pasado llegaron 77 inmigrantes irregulares a través de esta ruta migratoria y en lo que va de este año han llegado unos 2.800″, planteó Panagiotopoulos, recalcando luego un “gran aumento” en las llegadas registradas desde las islas del Egeo sur.
En tanto, Siria, vecino de toda la cara norte y este de Líbano, ya ha advertido de un desplazamiento “masivo” de cientos de personas, detalló el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Londres. El problema es que se trata de una nación ya muy golpeada por la grave guerra de más de 13 años, consignó Europa Press.
Puntualmente, el paso fronterizo de Masnaa, situado en Líbano y que conecta con Jdeidet Yabus, en Siria, ha sido testigo de una “gran congestión a lo largo de la línea” que separa ambos territorios. Filas de automóviles con familias enteras en su interior han viajado a la ciudad limítrofe, ubicada a unos 45 kilómetros al oeste de Damasco, la capital siria, añadió el medio europeo. No es el único lugar. En el norte de Líbano también se han registrado flujos migratorios hacia la ciudad siria de Homs, poniendo de manifiesto el movimiento humano que desencadenó la crecida en el conflicto bélico que enfrenta a Hezbolá e Israel.