Tras convertirse en estrellas mediáticas y unos héroes en su país, los niños que pasaron dos semanas en una cueva de Tailandia aseguraron este domingo en un encuentro con la prensa, a dos meses después de su rescate, que han vuelto a la normalidad.
En el templo Phra That Doi Wao, en la norteña localidad de Mae Sai, los niños hablaron entre sonrisas y bromas durante cerca de una hora en una especie de terapia de grupo con preguntas realizadas por una veintena de medios y a través de la mediación de un psicólogo.
"Todos los niños están bien. Ninguno sufre de traumas o problemas. Este será el último acto organizado frente a la prensa", adelantó el doctor Yongyuth Wongpiromsam, del Departamento de Salud Mental, quien dirigió la reunión.
Los doce niños, de entre 11 y 16 años, y su tutor, de 26 años, se adentraron en la cueva el sábado 23 de junio después de un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta inundó el camino de salida.
"El nivel de las aguas no dejaba de subir, por lo que nos adentramos para buscar un terreno elevado donde estar seguros. El camino embarrado estaba lleno de obstáculos en medio de la oscuridad", recordó Ekapol Chantawong, entrenador de los pequeños del equipo Jabalíes Salvajes.
Durante nueve jornadas los desaparecidos resistieron bebiendo el agua que se filtraba por las porosas paredes de la cueva y, a través de las enseñanzas de Ekapol, meditando para ahorrar fuerzas.
"Estábamos seguros de la que la ayuda llegaría. Nos sentimos unidos e incluso excavamos un agujero de unos tres metros" en busca de salida", dijo uno de los jóvenes, Sompong Jaiwong.
Una expedición de buzos los localizó en un terreno seco a más de cuatro kilómetros de la entrada y la operación de búsqueda evolucionó a una complicada misión de salvataje a través de estrechos pasadizos parcialmente inundados y que se completó el 10 de julio.
"Nos cuidaron muy bien y trabajaron sin descanso para sacarnos a todos a salvo", señaló Adul Sam-on, otro de los niños.
Aún dentro de la cueva, los niños conocieron la trágica noticia del fallecimiento de uno de los voluntarios, el marine retirado Samar Gunan.
Al darnos la noticia "nos sentimos confusos. Pero hablamos en grupo y decidimos que al salir de la cueva nos ordenaríamos monjes (budistas) para hacer méritos y honrar la memoria del fallecido", dijeron.
Una vez a salvo, los niños fueron trasladados hasta el hospital Prachanukroh de Chiang Rai, donde se les sometió a cuidados intensivos hasta que se recuperaron y fueron dados de alta una semana más tarde.
Once de los niños y el adulto cumplieron su promesa al ordenarse monjes en el templo donde hoy dieron la entrevista. El otro niño, de fe cristiana, también participó en ceremonias de agradecimiento acordes a su culto.
"Tenemos una vida normal, muy parecida a la que teníamos antes de entrar en la cueva. No han cambiado muchas cosas", aseguró Natthawut Thakhamsai, de 14 años.
"Ahora tengo que avisar todo el tiempo a mis padres donde voy", señaló Donphech Phronthep.
Sin excepción, los niñoss siguen apostando por el fútbol, aunque admiten que se han tomado un periodo de descanso; y en un futuro apuestan por trabajos estables en el cuerpo de la Policía, el Ejército o en la Administración del Estado.
Frente a la entrada de la mediática cueva Tham Luang, a unos pocos kilómetros al sur de Mae Sai, ya no queda rastro de los periodistas venidos de todo el mundo que acamparon durante los días que duraron los operativos.
Sin embargo, centenares de curiosos peregrinan los fines de semana a la explanada donde ahora se construye un museo para recordar el suceso. Las autoridades tailandesas estudian además diferentes proyectos presentados por compañías de cine para producir películas y documentales sobre la mediática misión.