Metido de lleno en una ofensiva diplomática contra China, el gobierno estadounidense recibe el viernes a dos funcionarios chinos de alto rango para una reunión con el fin de buscar una vía de escape a las disputas comerciales y militares, tres semanas antes del encuentro que mantendrán los presidentes de ambos países.
Los secretarios de Estado y de Defensa estadounidenses, Mike Pompeo y Jim Mattis, tienen previsto reunirse en Washington con sus homólogos chinos Yang Jiechi y Wei Fenghe, antes de dar al mediodía una conferencia de prensa en el Departamento de Estado.
Esta segunda reunión de "diálogo diplomático y de seguridad" es parte de la reactivación de las relaciones entre Estados Unidos y China decidida por los presidentes, Donald Trump y Xi Jingping.
Desde la cumbre celebrada entre ambos mandatarios en abril de 2017 en Mar-a-Lago, en Florida, en la que Trump aseguró que había "construido una amistad" con Xi, el lenguaje ha cambiado drásticamente.
En un discurso digno, según algunos observadores, de una nueva guerra fría, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, acusó a principios de octubre a Pekín de robar de tecnologías delicadas, de expansionismo diplomático y militar, de ataques masivos contra las libertades civiles y minorías religiosas e incluso de interferencia en las elecciones para sacar al actual inquilino de la Casa Blanca.
Poco después, Pompeo recibió una bienvenida fría en la capital china, y las conversaciones de este viernes, originalmente programadas para octubre en China, se habían aplazado.
La celebración de este encuentro, por lo tanto, se puede interpretar como un signo de distensión.
"Relación constructiva"
"Queremos tener con China una relación constructiva, orientada a los resultados", dijo el jueves a la prensa el embajador de Estados Unidos en Pekín, Terry Branstad. "Estados Unidos no está tratando de contener a China, pero queremos justicia y reciprocidad".
El diplomático explicó que el diálogo debería permitir intercambios "libres y abiertos" sobre temas muy diversos, como la creciente militarización del Mar de China Meridional, los derechos humanos o el control del fentanilo, un opiáceo sintético muy potente responsable de una ola de muertes por sobredosis sin precedentes en Estados Unidos.
En Pekín, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying, dijo el viernes que China espera que las conversaciones "den muy buenos resultados" y que ayuden a "profundizar el entendimiento" y "acelerar la colaboración entre ambas partes".
No obstante, en una reunión el jueves con el exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger en Pekín, Xi destacó que "se han levantado en Estados Unidos voces negativas respecto a China", según la agencia oficial de noticias Xinhua.
De todos modos, el presidente chino aseguró que acordó con Trump reunirse en el marco de la cumbre del G20 en Argentina a fin de mes, donde "las dos partes pueden tener un intercambio profundo de puntos de vista sobre temas de interés común".
El tema de Corea del Norte se colará en las conversaciones, y Washington desea que Pekín mantenga la presión sobre Pyongyang en un momento en que el régimen norcoreano exige una reducción de las sanciones internacionales a cambio de avances en su desnuclearización.
Para la delegación china, sin embargo, el tema clave es Taiwán y la posición ambigua de la administración Trump, a la que pide que se reafirme claramente su política de reconocer solo a la China popular.
China quiere trabajar mano a mano con Estados Unidos para evitar la confrontación y lograr el respeto mutuo y una cooperación que beneficie a ambos, dijo Jiechi, según informó la agencia de noticias de China después de reunirse el miércoles con el consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton.
Mientras las advertencias sobre los riesgos de la guerra comercial aumentan, Trump ha sido optimista en los últimos días sobre la posibilidad de un acuerdo sobre este tema con China, mientras que Xi se ha comprometido nuevamente a abrir más su mercado a las importaciones.