Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, anunció en octubre de 2017 su marcha de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) por su “persistente sesgo antisraelí”. Esta retirada, acompañada de la de Israel, se hizo efectiva en diciembre de 2018.
Ahora el Estados Unidos de Joe Biden ha solicitado su reingreso a esta organización de promoción de la Cultura, la Educación y las Ciencias. Un “fuerte voto de confianza”, según la directora general de la Unesco, la francesa Audrey Azoulay.
Los 193 países miembros de esta organización de la ONU deben decidir por mayoría, a través de una votación en julio, si aceptan el retorno de Washington.
China ya ha anunciado que no se opondrá al regreso. Así lo dijo el embajador chino ante la Unesco, Yang Jin, que aseguró que están listos “para trabajar con todos los Estados miembros, incluso con Estados Unidos”.
Este cambio se produce en medio de crecientes temores sobre el rol que puede jugar China, gran rival de Estados Unidos en el orden comercial mundial.
Efectivamente, Washington quiere volver al ruedo para no dejar que China tenga un papel preponderante en las decisiones por ejemplo en temas de inteligencia artificial. Y es que, en 2021, la Unesco redactó recomendaciones sobre ética e IA.
“Creo que deberíamos volver a la Unesco, no para hacerle un regalo, sino porque las cosas que pasan en la Unesco son importantes”, declaró en marzo en el Senado el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken.
Antes de marcharse, Estados Unidos representaba el 22% del presupuesto total. Y tiene una deuda de 619 millones de dólares, contraída entre 2011 y 2018. Para liquidar los atrasos, la administración Biden pidió al Congreso estadounidense el desembolso de 150 millones de dólares para el ejercicio fiscal de 2024, una contribución que continuará los años siguientes.