Alexei Navalny era el opositor interno más visible del Presidente ruso Vladimir Putin, a quien acusó de intentar matarlo y de encarcelarlo por cargos falsos y privarlo de atención médica. Tenía 47 años al momento de su fallecimiento informado este viernes. El Kremlin ha evitado pronunciarse sobre las causas de su muerte y recalcó que hay una investigación en marcha para esclarecer los sucesos.
“No sé, depende de los doctores determinarlo”, dijo el portavoz de la Presidencia rusa, Dimitri Peskov, consultado por la información del deceso. Antes, cuando el activista opositor acusó a Putin de atentar contra su vida, el Kremlin desestimó las acusaciones y calificó a Navalny de “títere occidental” y “delincuente común”, culpable de los cargos por los que fue condenado: fraude, desacato al tribunal y extremismo.
El Servicio Penitenciario Federal ruso dijo que el líder opositor perdió el conocimiento después de dar un paseo por la prisión en la que cumplía su última condena. Fue visto por última vez este jueves en una audiencia judicial virtual, sonriendo tras las rejas de una celda y haciendo bromas. Con apariencia desgastada, irónicamente pidió al juez parte de su “enorme salario”. “Porque me estoy quedando sin dinero gracias a sus decisiones”, dijo refiriéndose a las numerosas multas que le impusieron.
Navalny saltó a la fama hace más de una década al documentar y hablar públicamente sobre lo que, según él, era la enorme corrupción y opulencia entre los “ladrones” que gobiernan el Kremlin. Considerado como el prisionero político personal de Putin, el líder opositor fue perseguido sistemáticamente por desafiar al exoficial de la KGB. Mientras crecía su influencia en Rusia, fue acosado, intimidado y encarcelado varias veces.
Cuando estallaron las manifestaciones contra Putin en diciembre de 2011, después de unas elecciones manchadas por acusaciones de fraude, Navalny fue uno de los primeros líderes de las protestas arrestados.
En 2013, el líder opositor fue sentenciado a cinco años de prisión por cargos de corrupción antes de ser liberado al día siguiente. Más tarde ese año, se postuló para alcalde de Moscú, perdiendo ante un candidato respaldado por el Kremlin, pero obteniendo el 27% de los votos.
En mayo de 2017, un médico le dijo que había perdido el 80% de la visión en un ojo tras sufrir una quemadura química cuando un agresor le arrojó un líquido verde en la cara. Ese año Navalny habló sobre la posibilidad de que lo asesinaran.
En 2018, al exabogado se le prohibió postularse para presidente, después de que un tribunal ruso lo condenara por malversación de fondos. Navalny siempre negó dichas acusaciones, y aseguró que sus disputas legales eran represalias del Kremlin por sus críticas.
En 2019, fue hospitalizado con una enfermedad desconocida mientras cumplía una condena de 30 días por convocar protestas antigubernamentales. Su médico sugirió envenenamiento por un “agente tóxico”. Tras ser dado de alta, publicó en su sitio web que las autoridades podrían haberlo envenenado, y fue devuelto a prisión.
En 2020, Navalny sobrevivió a un elaborado intento de envenenamiento con novichok, un agente nervioso de grado militar. Colapsó en un avión rumbo a Moscú, por lo que el piloto detuvo el vuelo antes de llegar para que recibiera tratamiento de emergencia, salvando su vida. En Alemania, los médicos confirmaron el envenenamiento. El líder opositor acusó a agentes de Putin de haberle puesto veneno en los calzoncillos, tras lo cual el presidente negó su participación en el suceso y bromeó diciendo que habría “terminado el trabajo” si realmente quisiera eliminarlo.
Navalny regresó a Rusia en 2021 después de haber recibido tratamiento en el país germano, sabiendo que se enfrentaba a un arresto seguro, tras lo cual recibió una sentencia de prisión de tres años y medio en febrero. En 2022, recibió otra condena de nueve años por malversación y fraude en un juicio que los observadores internacionales denunciaron como “motivado políticamente” y una “farsa”.
En agosto de 2023, Navalny fue sentenciado a 19 años adicionales de prisión, además de los 11 años y medio que ya cumplía en un caso penal que, según dijo, estaba diseñado para intimidar al pueblo ruso hasta lograr la sumisión política. En diciembre pasado, el régimen de Putin trasladó a Navalny a una prisión remota en el Ártico para aislarlo de sus contactos.
Aunque enfrentaba múltiples sentencias al menos hasta 2031 por cargos cuestionados, Navalny siguió siendo una voz activa en redes sociales y su equipo continuó exponiendo la corrupción en Rusia desde el exilio. Su esposa, Yulia Navalnaya, advirtió que aquellos responsables deberían rendir cuentas y que “pagarán por lo que hicieron”, mientras la portavoz del movimiento, Kira Yarmysh, afirmó que su lucha continuaría, incluso si Navalny no estuviera presente físicamente.