La jubilada argentina Susana Barrio dice que ya no invita a sus amigos a comer el tradicional asado, que durante mucho tiempo fue una parte clave de la vida social en la nación agrícola sudamericana. El rápido aumento de los precios de la carne y las verduras ha hecho que sea difícil costear las comidas.
La inflación en el país probablemente superó el 200% el año pasado, uno de los niveles más altos del mundo. Los costos de los alimentos aumentaron particularmente rápido, afectando las billeteras de las personas, ya que los salarios y las pensiones no han seguido el ritmo.
“Hemos tenido que eliminar cosas que hacían la vida un poco más brillante”, dijo Barrio, de 79 años. “Esa alegría que me dio invitar a mis amigos a un asado, que es típico aquí, ahora eso es imposible”.
La inflación probablemente estuvo alrededor del 28% en diciembre, con los precios de los alimentos subiendo aún más después de una fuerte devaluación del peso, mostró una encuesta de analistas de Reuters. Los datos oficiales se publicarán este jueves.
Si bien la alta inflación ha perseguido a Argentina durante años, la tasa de aumento de precios se encuentra ahora en el nivel más alto desde principios de la década de 1990, cuando el país salía de un período de hiperinflación.
“Se pierde totalmente la noción de los precios”, dijo Guillermo Cabral, propietario de una carnicería de 60 años en Buenos Aires, quien recordó que una vez le había dicho por error a un cliente que el precio de una carne era de 35.000 pesos (43 dólares) en lugar de 15.000 pesos.
“El cliente sacó el dinero para pagarlo de todos modos”.
El presidente Javier Milei, un outsider político que llegó al poder gracias a la ira de los votantes por el empeoramiento de la situación económica, está buscando emplear duras medidas de austeridad para bajar la inflación, reducir un profundo déficit fiscal y reconstruir las arcas del gobierno.
Pero Milei, que lleva un mes en el cargo, ha advertido que llevará tiempo y que las cosas podrían empeorar antes de mejorar. Muchos argentinos se están apretando aún más el cinturón y dos quintas partes ya se encuentran en la pobreza.
“Nada es barato”, dijo Graciela Bravo, una jubilada de 65 años, quien aseguró que ahora contaba cuidadosamente cuántas papas compraba.
“Antes comprabas por kilo, ahora me toca tres papas o cuatro papas para que no se estropeen”.
Alejandro Grossi, abogado de 49 años, dijo que estaba cansado de acostumbrarse al aumento de los precios después de años de inflación.
“Me compro menos cosas de las que me gustaría, te adaptas”, dijo. “Es como si estuviéramos acostumbrados, aquí ya es algo muy natural: la inflación y los cambios de precios”.